vaeiji spanish 2013

El arte de pedir perdón

 

En la víspera de Iom Kipur fui testigo de una escena muy triste. Como es sabido, la Ley judía indica que Iom Kipur limpia sólo los pecados entre la persona y Di-s; pero los cometidos contra el prójimo quedan registrados aun después de Iom Kipur, a menos que uno pida perdón. Es decir, que necesitamos disculparnos. Ahora bien, todos cometemos errores y a todos nos atañe pedir perdón en algún momento de la vida. Muchos esperan hasta la noche de Iom Kipur y “de paso” piden perdón a todos: “perdón por cualquier ofensa”, o “¿me perdonas si te hice algo?”. Algunos ni siquiera se molestan en pedir perdón en la noche de Iom Kipur; les da vergüenza, no saben justo cómo decirlo, no creen que el perdón sea factible o todas las opciones mencionadas. Lo que yo vi en la noche de Iom Kipur fue muy triste. Un hombre a quien le demoró un par de años armarse de coraje y pedirle perdón a su hermano, se acercó a éste en la noche de Iom Kipur disculpándose y proponiéndole olvidar lo acontecido. Sin embargo, el hermano simplemente le dio la espalda y se alejó. Algunos intentos más, hasta que el hermano “ofendido” le contestó al que venía a disculparse: “mejor vuela de aquí”. Ya era demasiado tarde, muy próximo a Iom Kipur, y los roces y pecados entre ambos habrían de persistir por mucho tiempo más. Mucho más. A menos que aprendan a cómo pedir perdón. Es triste, pues uno de los hermanos realmente quería mejorar la relación entre ellos; sinceramente quería seguir adelante. Pero ahora, después de haber sido rechazado, la animosidad sólo creció.

La gente confía en el dictamen que si uno pidió perdón tres veces y fue rechazado, el pecado ya no se acredita a su cuenta, sino a la de la persona agraviada. Sin embargo, se olvidan de leer las palabras de nuestros Sabios con detenimiento. Ellos nos enseñan que no alcanza simplemente con pedir perdón tres veces, sino que hace falta también דברי ריצוי ופיוס, hasta שירצה את חברו. ¿Qué implica esto? Después de leer este artículo comprenderás su significado y sabrás cómo pedir perdón. Se reduce a la antigua norma para una exitosa comunicación: no se trata de qué dices, sino de cómo lo dices.

De regreso del funeral de Iacov, Iosef se detuvo frente al pozo al que sus hermanos lo habían arrojado. Mientras Iosef estaba allí parado observando el pozo, sus hermanos lo notaron murmurar unas palabras para sí mismo. Ellos se imaginaron que ahora que el padre ya no estaba en vida, Iosef estaba tramando una venganza contra ellos. (En realidad, Iosef estaba agradeciendo a Di-s con la bendición ברוך… שעשה לי נס במקום הזה  por el milagro de haberse salvado de una muerte segura en aquel lugar.) Además, tras la muerte de Iacov, los hermanos notaron que Iosef cesó de invitarlos a comer con él en el palacio. Ellos supusieron que también esto era parte de su deseo de tomar venganza. (Iosef no sabía justo en qué orden hacer sentar a sus hermanos para que ninguno se ofendiera. Mientras Iacov vivía, él mismo disponía los lugares, sentando a Iosef en la cabecera.) La Torá nos cuenta que los hermanos temieron de la venganza de Iosef y por eso le pidieron perdón.

Los hermanos tampoco fueron personalmente a pedirle perdón, sino que enviaron a los hermanos más cercanos a Iosef (hijos de Bilá, la sirvienta de su madre Rajel, con quienes se sentía más allegado) para disculparse en su nombre. Rabenu Bajié agrega algo muy importante: Iosef les contestó que no debían preocuparse, pero nunca dijo literalmente “les perdono”. Y precisamente porque nunca lo dijo en forma explícita, el pecado nunca fue perdonado. Y esto, a pesar del hecho que Iosef los perdonó de todo corazón e incluso lloró cuando lo sospecharon de querer tomar venganza. Aun así, Rabenu Bajié dice que por cuanto no hubo un “les perdono” explícito, la nación judía tuvo que sufrir muchísimos años después la pérdida de los עשרה הרוגי מלכות – los Diez Mártires. Diez mártires por el pecado de cada una de las diez tribus. Todo por culpa de una disculpa incompleta.

Es por ello que me puse a investigar la mejor forma de pedir perdón, para que la disculpa sea completa. Primer paso: el remordimiento. “Lamento…”, “pido disculpas…”; ¡pero sin detenerse aquí! El problema es que estas dos palabras, al igual que “mejilá” o “perdón”, son de uso muy libre. El remordimiento debe sonar genuino. Si no es genuino, puede incluso fortalecer la ofensa original. Y aun si es auténtico, si suena falso, su efecto puede llegar a ser opuesto. La forma correcta de expresar el remordimiento es completar la oración, explicando específicamente de qué uno se arrepiente. Esto no implica recordar el pecado, sino דברי ריצוי. “Me disculpo por haber hablado de una forma fuera de lugar“. No “me disculpo por haberte llamado necio”, lo cual de por sí puede ser un pecado que repite el insulto y recuerda a la persona la ofensa. Con דברי ריצוי uno muestra que se quiere corregir. Si hay algo que puedo hacer para sanar tus sentimientos, házmelo saber. Te prometo que lo intentaré hacer. Esta es una de las partes más poderosas del perdón.

Vemos que Iacov mismo se disculpó de esta manera. Cuando Iacov le pidió perdón a Iosef por haber enterrado a Rajel en medio del camino y no en Mearat Hamajpelá, no le dijo simplemente que lo lamentaba. “Estaba fuera de mi alcance”, le dijo, y pasó a explicarle extensamente, definiendo exactamente de qué se disculpaba y cuáles habían sido las circunstancias que lo habían llevado a actuar como lo hizo. (Ver Rashí y los Midrashim, cuatro motivos del entierro de Rajel en Bet Léjem que Iacov le mencionó a Iosef.)

Segundo punto: si la persona tiene otras motivaciones que le hacen pedir perdón, como ser temor, también esto debilita las disculpas. Por eso no es recomendable esperar hasta Iom Kipur para comenzar el proceso del perdón. La víspera de Iom Kipur es un momento para pedir perdón después de haber previamente comenzado a corregirse. De lo contrario, puede quedar como una disculpa de mal gusto, como si uno no tiene ningún remordimiento sobre su mal proceder, sino que teme del Iom Kipur que se aproxima. La otra persona se siente obligada a perdonar, pero la relación con ella sigue funesta. No es sólo por motivos religiosos y para purgarse del pecado que uno debe pedir perdón; sino para mejorar sus relaciones. Presta atención a un posible pensamiento: “si te preocupa de tu Iom Kipur, eso no implica que yo deba aceptar tus disculpas”.

Incluso al recibir las disculpas, es importante no ser breve. Iosef contestó a las disculpas diciendo: “No teman… התחת אלוקים אני – ¿Acaso yo actúo en lugar de Di-s? Yo no puedo causarles daño, ni aunque lo quisiera. Fue gracias a ustedes que los egipcios reconocieron que yo no soy esclavo, sino integrante de una prestigiosa familia. Si habré de dañarlos, los egipcios habrán de deducir que en realidad no somos hermanos, pues ¿acaso un hermano mata a sus propios hermanos?“. Esto es muy extraño. El mismo justificativo que mencionó Iosef por el cual no los mataría, era un gran reproche a sus hermanos que sí intentaron matar a su propio hermano. ¿Cómo podía Iosef argumentar que una persona normal no mata a su hermano, cuando eso era justamente lo que ellos planearon hacer? ¡Justo en el momento que expresaban su remordimiento! Vemos de aquí qué es lo que Iosef les estaba diciendo y qué tenía en mente en aquellos momentos. Iosef les dijo: cuando ustedes me vendieron, cuando me quisieron matar; no era algo lógico a menos que Di-s hubiera hecho que piensen de esta manera. Pues hasta un egipcio sabe que un hermano no mata al otro. La única razón por la cual pudieron ustedes pensar así debe haber sido porque Di-s tenía preparado un plan. Seguramente Di-s les habrá puesto semejantes pensamientos en la mente. (Los Midrashim nos cuentan que enseguida después de haber vendido a Iosef, los hermanos no podían comprender cómo hicieron algo así.) Iosef pudo perdonarles, porque fue capaz de ver a Di-s en la escena. De cualquier forma, Iosef consoló a sus hermanos extensamente, diciéndoles dos cosas: אל תיראו, que no tenían de qué temer y התחת אלוקים אני, que ellos no eran culpables. Si la persona recibe las disculpas y le muestra al infractor que lo comprende y que no es culpable, la original y buena relación será inmediatamente restablecida.

Algunos puntos más. Punto 3: la persona que hizo algo mal debe personalmente acercarse a pedir perdón. Esta es una forma de expresar el sincero remordimiento. Punto 4: Es importante no justificarse la conducta de una forma que suena como si uno no toma responsabilidad por lo que hizo. Cuando uno se hace responsable y promete que no volverá a ocurrir, son mayores las probabilidades de que el otro esté dispuesto a perdonar. (Esto no implica asumir la responsabilidad de sobremanera.) Punto 5: Nunca esperes que te perdonen en el acto. A la persona herida le lleva tiempo superar sus sentimientos y recuperarse del incidente doloroso.

Cuando pides perdón como se debe, la gente te perdonará. Sólo recuerda decir “SORRY”:

Sintetizado, pero una oración completa y sincera. Oblígate a ti mismo a corregirte previamente. Responsabilidad por la ofensa, no excusas y justificativos.  Respiro. Dale tiempo para asumirlo. Nunca exijas que te perdonen, hazle al otro saber que comprendes cuán difícil es para él perdonarte. Yo. Pide disculpas personalmente.  


Correr como el agua


Encontré cierta vez un libro con dichos del Rebe de Kotzk, conocidos por su agudeza y exactitud para definir cualquier punto. Mayormente, cuando uno por fin “cae” y los entiende, dice: “¡Guau, cómo no me di cuenta de ello!”. Hojeándolo, encontré un dicho que no me llamó tanto la atención, porque la idea ya me era conocida: אין סכנה כסכנת ההרגל, “no hay nada más peligroso que el hábito”. Sin embargo, en su forma de expresarlo había algo que no me dejaba tranquilo; no hay nada más peligroso que el hábito, ni el Huracán Sandy ni la Alemania Nazi, sino el “hábito”.

¿Qué son los hábitos? Un hábito es una conducta repetitiva, más o menos automática, programada por una experiencia previa. Estas acciones subconscientes pueden ser muy útiles en varios aspectos de la vida, permitiéndonos desenvolvernos con eficiencia y sin necesidad de contemplar o pensar en lo que estamos por hacer. Entonces, ¿por qué el Rebe de Kotzk dijo que el hábito es el mayor peligro para la humanidad?

En la Parashá de esta semana leemos que Iacov “bendijo” a Reuvén: פחז כמים אל תותר…, Impetuoso como las aguas, no serás recompensado, pues subiste al lecho de tu padre… Reuvén fue reprendido por su precipitación. ¿Por qué Iacov conectó la prisa con el agua? El agua simplemente fluye, no es lo más “rápido” en la tierra. De hecho, el agua ni siquiera posee velocidad propia. ¿A qué se debe, entonces, la metáfora del agua?

En la persona existen básicamente dos estados: el previamente planificado y el estado de planificación. La gente exitosa siempre planifica de antemano, pues así trabaja más efectivamente. Sin embargo, del otro lado de la moneda están las ocasiones en que nos olvidamos de planificar con anticipación y actuamos en “modo pre-programado” durante mucho tiempo, sin poner atención en cómo avanzan las cosas; y allí estamos en gran peligro. No somos conscientes de dónde nos encontramos, de cómo nos estamos comportando. Somos como el agua que fluye por su cauce; las aguas, es decir nuestras acciones y decisiones, fluyen por el patrón de la rutina, como si fuéramos robots. Las personas que actúan con prisa en la vida, mayormente siguen un patrón que se dictaron a sí mismos. Así la vida pasa sin algún sentido; deslizándose como las aguas y aceptando las cosas según este patrón.

Cuando alguien aprende a conducir, es sumamente cauteloso. Una vez que se acostumbra a conducir y lo hace inconscientemente, puede incluso buscar un número de teléfono en la agenda o golpear al compás de la música mientras conduce. ¿Cuál es el resultado? Accidentes de tránsito; אין סכנה כסכנת ההרגל, los hábitos pueden ser de gran ayuda y productividad para la humanidad, pero del mismo modo son lo más peligroso que existe.

Hay distintas clases de hábitos en nuestro desarrollo diario: hábitos de aprendizaje, de alimentación, religiosos. Llegar tarde a las plegarias, también es resultado de un mal hábito al irse a dormir, sin horario u olvidándose de encender un despertador. Después nos preguntamos por qué nos cuesta tanto concentrarnos…

Tratando de ayudar a un joven que anhelaba mejorar su Jasidut, abrí por primera vez el Tania, gran obra del fundador de Jabad. Allí estudié con el joven que: “la persona se divide en dos; su sabiduría y sus cualidades. La sabiduría es la madre y la conducta es el resultado de su sabiduría”. Abajo había una nota explicativa que decía: si la persona quiere temer y amar a Di-s, debe observar la Creación y reflexionar, como dice el Rambam. Al ver cuán maravillosa es la Creación y ser consciente de su grandeza, queda impactada y crece su amor por el Creador.

Vemos que para cambiar nuestros sentimientos y nuestra conducta, debemos cambiar nuestra forma de pensar. El pensamiento es la Madre y las perspectivas, sentimientos y cualidades son el resultado. Poseemos hábitos de pensamiento y estos son los que dictan nuestros sentimientos. Tomemos como ejemplo a una persona depresiva; como tal se cataloga a personas con hábitos de pensamiento depresivo. Una persona depresiva tiende a ver el mundo como “todo o nada”. Si no poseo un montón de amigos, entonces no tengo amigos. Si no tengo el mejor empleo, hubiera sido mejor estar desempleado. Si no voy a ser el mejor en el Bet Midrash, entonces mejor no voy.  Todos estos pensamientos fluyen por la mente de la persona como el agua, siguiendo el “patrón” de o todo o nada. Los pensamientos pasan tan rápido que la persona ni se da cuenta del daño que se está provocando. No entiende por qué se siente descontento y abatido. Este es el hábito del pensamiento, y no hay nada más peligroso que el hábito.

Sea la voluntad de Di-s ayudarnos a ser conscientes de lo que hacemos, de cómo nos comportamos y de quiénes somos.

 

 

 Shabbat Shalom, Yosef Farhi

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En memoria de Shmuel ben Rachel Hakohen A”H

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