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  Ishmael el Baal Teshuvá

 

 Cierta vez me tocó acompañar a un joven estudiante de Ieshivá, quien se sentía muy mal consigo mismo. Él declaraba haber cometido un cierto pecado, sobre el cual jamás podría arrepentirse; pues para él el arrepentimiento consistía en lamentar el pasado en forma tal que lograse desarraigar lo realizado. Él sentía que no existía ninguna forma de limpiar la mancha que había ensuciado su impecable “pizarra”. Se sentía lejos de Di-s, lo cual lo deprimía enormemente. Cada vez que trataba de estudiar o rezar, se le volvía a aparecer este pensamiento de “desarraigar el pasado”. Traté una y otra vez de hacerle regresar al presente, pero él se resistía diciendo que primero debía remendar el pasado. Cuando le pregunté puntualmente cómo pensaba hacerlo, reflexionó y respondió que no había nada que podría hacer acerca del pasado, más que mejorar el presente. El joven llegó a la conclusión que no es posible tratar con el pasado, sino mediante el trato con el “ahora”, y que las acciones que hacemos pueden realmente cambiar nuestro “yo”. Quiero detallar un poco más esta idea, pero primero necesito subir a la luz algo sobre la Parashá de esta semana…

Itzjak e Ishmael sus hijos (de Abraham), lo enterraron en la cueva de Majpelá, en el campo de Efrón… Nuestros Sabios recalcan el orden utilizado por la Torá: en el momento de la sepultura, Itzjak precede a Ishmael. Ishamel había venido desde lejos para enterrar a Abraham. En base a estos dos datos, el Midrash comenta que de aquí aprendemos que Ishmael se había arrepentido de sus acciones y había vuelto en Teshuvá. Pues a pesar de ser el mayor, dejó que itzjak lo precediera, pues sabía que su hermano era más tzadik que él. Rashí también nos enseña que Ishmael murió con una muerte especial, (ויגוע) reservada únicamente para los tzadikim; lo cual refuerza este punto del arrepentimiento de Ishmael previo a su muerte.

¿Cómo podemos entenderlo? De las palabras de Sará ותרא שרה את בן הגר המצרית אשר ילדה לאברהם מצחק aprendemos que Ishmael había transgredido terribles pecados; la palabra מצחק denota que había asesinado, robado y cometido adulterio. Entonces, ¿cómo sabemos que luego se arrepintió y mejoró su camino? ¿Sólo porque le dejó a su hermano Itzjak anteponerse a él en el funeral del padre y porque vino desde lejos para honrar al padre tras su muerte?

La respuesta es: sí. Ishmael no podía regresar al pasado para deshacer su mala conducta, y no es este tampoco un paso en el proceso de la Teshuvá. Por más que uno crea que debe borrar sus pecados y desarraigarlos de su pasado, esto está lejos de ser verdad. La única forma de desarraigar los pecados del pasado es cambiando y mejorando la conducta en el presente. ¿Qué ocurre entonces? באשר הוא שם, se nos juzga de acuerdo a nuestra situación actual, según lo que somos en el presente. Pues ese es el único y verdadero “yo” que existe, el “yo” de ayer ya es cosa del pasado.

Otro punto sobresaliente de la Teshuvá de Ishmael es que él no escogió al azar cualquier conducta para mejorar; lo suyo fue un vuelco total de sus creencias. Al mostrar respeto a su hermano Itzjak por ser más tzadik, Ishmael demostraba que a sus ojos los tzadikim eran dignos de respeto. Un valor con muchísimas ramificaciones…

Para arrepentirse, la persona debe trabajar sobre un punto que tiene el poder de transformar todo su ser. Si bien esta actitud de Ishmael era aparentemente un acto pequeño, sabemos que en realidad de él consistía el rencor más fundamental y vital de Ishmael hacia Itzjak.  El Midrash nos cuenta que Ishmael se jactaba delante de Itzjak, mostrándose superior por haberse circuncidado a los 13 años y no a los 8 días como Itzjak; pues cuanto más grande, más difícil de soportar es el dolor. También nos cuenta que Sará vio a Ishmael lanzando flechas contra Itzjak; demostrando claramente que quería deshacerse de su hermano. Sabemos, además, que Abraham sentía una cercanía especial con Ishmael, a tal punto que en el momento de la Akedá Di-s debió decirle específicamente קח נא את בנך את יחידך אשר אהבת את יצחק, toma a tu hijo, tu hijo único, a quien amas, a Itzjak… pues a los ojos de Abraham, Ishmael era tan único y querido como Itzjak. Vemos también que después de la Akedá, la segunda prueba más difícil para Abraham fue la de echar a Ishmael. Todos estos datos apuntan a cuán amado se sentía Ishmael por su padre, Abraham. Sin duda esto le hacía sentirse tan tzadik como Itzjak, su pequeño hermano, de quien jamás podría aprender algo que no sabía, ni siquiera acerca de Di-s. Más tarde, las cosas cambiaron. Ishamel cambió de opinión. Y este gran cambió se vio reflejado en una pequeña acción: la muestra de respeto a su hermano menor; un acto que resultaba del reconocimiento del hermano mayor que tenía lo que aprender de su hermano menor.

Todos tenemos por delante una gran labor que nos puede llevar a la grandeza. Eso no significa que debemos cambiar toda nuestra forma de ser, sino que implica buscar dentro de nosotros alguna opinión o creencia inválida, cambiarla y actuar de acuerdo al nuevo valor. Entonces, todo cambia, incluso nuestro propio “yo”.


 

Realizar las expectativas del otro enriquece el Shalom Bait

 

Tanto el novio como la novia llegan al matrimonio con toda clase de expectativas. Si estas no se realizan, frecuentemente pueden surgir disgustos y molestias. ¿Qué se puede hacer para restablecer la armonía del hogar que titubea?

Mayormente, la respuesta es: una conversación sincera y mucha buena voluntad. Invirtiendo tiempo y esfuerzo, se puede aprender a percibir una imagen más completa y comenzar a comprender las expectativas y presuposiciones de cónyuge. Desafortunadamente, la joven pareja a veces se muestra renuente a hacerlo, por miedo a desilusionarse mutuamente, y prefiere esperar a que las expectativas del otro sean olvidadas. Por supuesto, esto jamás ocurre.

En la actualidad, es común aconsejar a la gente que disminuya o se olvide de sus expectativas. Es poco común que un consejero matrimonial asesore a una pareja en problemas que trate de encontrar una forma de complacer, aun parcialmente, las expectativas del otro. Sin duda, todos tenemos deseos, necesidades y expectativas, y no nos gustaría que sean ignoradas. Sin embargo, no debemos esperar que el cónyuge se las imagine por sí mismo; debemos expresarlas y asegurarnos de haberlo hecho en forma clara. Esto incluye también dejar claro cuáles de nuestras necesidades son más o menos importantes para nosotros.

En resumen, hay dos componentes indispensables para evitar los malentendidos que surgen de las expectativas en el matrimonio: confianza y esclarecimiento. Debemos aprender a confiar en la persona con quien contraemos matrimonio y creer que ella respetará nuestras necesidades si son claramente entendidas. Debemos también confiar en que el otro no esperará de nosotros algo humillante o injusto.

En la Parashá de esta semana vemos cuán básicas e inevitables son las expectativas en el matrimonio. La Torá nos cuenta que  Itzjak la trajo (a Rivká) a la tienda de su madre Sará; se casó con ella y la amó. Entonces, recibió Itzjak consuelo por la muerte de su madre (Bereshit 24:66-67). ¿Por qué la trajo a la tienda de su madre? Rashí explica en base al Midrash, que mientras vivía Sará toda la familia se beneficiaba de las tres señales de su santidad: la Nube Celestial sobre la tienda, la bendición en el pan, y las velas que ardían toda la semana. Tras su fallecimiento, desaparecieron las señales. Durante tres años trató Itzjak de consolarse por la pérdida de su madre; recién cuando se casó con Rivká, la trajo a la tienda de su madre y regresaron la luz y la bendición, se dio cuenta que ella seguía los pasos de su madre y se consoló.

Vemos de aquí cuán importantes son las expectativas subconscientes que se despiertan en el matrimonio. Son reales y vitales. La alegría de Itzjak dependía de una esposa que siguiera en el camino de santidad de su madre Sará. Esto era algo primordial en la escala de valores de Itzjak.

En la Parashá hay otro episodio que nos lo demuestra también. Cuando Eliézer salió a buscar una esposa para Itzjak, llevó consigo vestimentas y joyas que le dio a Rivká justo antes de que sus padres aprobaran el matrimonio. Cabe preguntar, ¿cómo sabía Eliézer el talle de la futura novia? Quizás necesitaba un talle 6 y quizás un 10. Quizás sería muy alta o quizás no. De hecho, resultó ser que en aquel momento Rivká era aún una niña…

La respuesta es que las vestimentas venían como alegato: este es el código de vestir utilizado en la casa de Sará. Esta es la clase de vestimenta recatada que usamos. Sólo una novia que se sentiría cómoda de vestir ropa recatada podía llegar a colmar las expectativas de Itzjak.

Esta idea es real también en la actualidad. Consciente o inconscientemente, el hombre espera que su esposa haga más o menos lo que su madre hacía por su padre y la mujer espera que el marido se ocupe de las tareas que su padre realizaba en su hogar. Para cada uno de ellos esto es el “mínimo de responsabilidad”, lo cual a veces conlleva problemas domésticos: si la madre de él se ocupaba de las boletas y en la casa de ella lo hacía el padre, entonces las boletas jamás serán pagadas. Y si el padre de ella amaba cocinar, mientras que la madre de él no permitía a nadie entrar a su cocina, en la nueva pareja la cena demorará en llegar. Algo que sin duda puede terminar en frustraciones.

Como dijimos al principio, la solución más simple es que cada uno “elimine” sus expectativas. Pero en la práctica, es imposible. Entonces, es aconsejable entender lo que el otro espera o necesita y tratar de plasmarlo. Asimismo, ambos deben tratar de expresar claramente sus necesidades y expectativas más importantes. (Las parejas más sabias planifican formas de enriquecer el Shalom Bait, en contraposición a quienes buscan formas de no chocarse con polémicas.)

Encontremos inspiración  en nuestros grandes Patriarcas y Matriarcas: Itzjak tenía, en realidad, un solo requisito, y lo dio a conocer claramente: la habilidad de crear un ambiente de santidad como lo había hecho su madre. Rivká entendió el mensaje y trató de cumplir su deber.


 

La rivalidad entre hermanos es algo más que un juego de niños

 

El Midrash (Rabá 56) aporta algunos detalles faltantes en la descripción de la Akedá, entre ellos, el hecho que el Satán intentó persuadir por distintos medios a Abraham e Itzjak de llevar a cabo la gran prueba que Di-s les estaba presentando. Primero se le presentó a Abraham diciéndo: Abuelito, ¿realmente piensas degollar al hijo que te nació a los 100 años? Al ver que la decisión de Abraham era firme, el Satán intentó por otro medio: Abraham, es muy probable que Di-s vuelva a probarte de otra forma, ¿por qué no cedes esta vez – a favor de tu hijo y todo tu futuro? Tampoco esta vez tuvo éxito frente a Abraham, quien estaba resuelto a pasar cualquier prueba que Di-s le presentara. Él estaba seguro de que Di-s no lo arrojaría a una fosa de la cual no podría salir.

El Satán trató su suerte con Itzjak: ¡Hijo de la mujer que vivió sin hijos, tu padre te está por degollar! Itzjak respondió que estaba dispuesto también a esto. Entonces, el Satán lo desafió de otra forma: todas lo que tu madre preparó para ti, será para tu hermano y más grande rival; Ishmael.

¿Acaso el Satán no sabía con quién estaba tratando? Itzjak, futuro Patriarca del Pueblo de Israel, quien no era meramente un niño sino que tenía ya 37 años, al borde de ser degollado y lejos de preocuparse por la herencia de sus posesiones materiales… Hubiéramos esperado que el Satán  tratara de persuadir a Itzjak por medio de pensamientos heréticos o haciendo titubear su confianza en Abraham, ¿por qué escogió la rivalidad entre hermanos como primera opción, siendo que a la edad y nivel espiritual de Itzjak, era sin duda un argumento sin sentido?

Pues no importa en qué nivel se encuentre la persona, la idea de ceder algo valioso para un hermano o colega, puede influenciarla en gran medida. Esta clase de pensamientos puede obsesionar a la persona, desordenando rápidamente su escala de valores y distorsionando la realidad. De hecho, esto es lo que ocurrió a los hermanos de Iosef, a Kóraj, al rey Shaúl y a Ieravam. Superar esta tentación es lo que engrandece a la persona.

Itzjak no fue el único en superar exitosamente esta prueba, también Aharón, el hermano de Moshé lo hizo. Pues a pesar de ser el dirigente más grande del Pueblo en Egipto, no fue conmovido en absoluto cuando su hermano menor fue escogido para liberar al Pueblo de la esclavitud y entregar la Torá en Sinaí. Esto atestigua que su corazón era completamente puro y digno de vestir las ropas sacerdotales.

En una familia precaria, cuando cierta vez se despertó la necesidad de comprar un par de zapatillas especiales y costosas para uno de los hijos, el padre supo contestar al hermano mayor que inquirió con envidia: para tu hermano es una necesidad, para ti es sólo un deseo.

Un buen padre sabe determinar las necesidades de cada hijo y crear suficiente confianza como para que cada uno esté tranquilo de que su padre sabe lo que él necesita; sin enfrentarlo a una situación de envidia. Sin duda, los padres también deben entrenar a los hijos a superar los celos, pues vemos del Midrash que la envidia puede ser una prueba difícil aun para una gran persona.

 

 

YOSEF FARHI

 

THIS WEEK´S DVAR TORA IS DEDICATED L’REFUA SHLEMA
VICTOR JAIM BEN ALICIA (GUATEMALA CITY) 
ויקטור חיים בן אליסיא

SHABBAT SHALOM   rabbiyoseffarhi@gmail.com   0527679186

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