spanish VAYISHLACH 2012

  Autoayuda y Torá

 

Una taza llena hasta la mitad puede ser vista como medio llena o medio vacía. Todo depende del punto de vista; desde qué perspectiva observamos la taza, de arriba hacia abajo o de abajo hacia arriba. Muchas cosas en la vida pueden ser vistas en forma positiva o negativa. Aun así, a veces además de cambiar nuestra perspectiva, también es importante comprender cuál es el motivo que nos impulsa a adoptar cierto punto de vista y después quizás cambiarlo.

En la Parashá de esta semana, nuestros Sabios destacan las palabras utilizadas por Iacov “יש לי כל – tengo todo“, en contraposición a las pronunciadas por Esav “יש לי רב – tengo mucho“. Pues la expresión de cada uno proviene de su forma de pensar. En Iacov encontramos otra expresión con la misma idea: “כי במקלי עברתי את הירדן הזה ועכשיו הייתי לשתי מחנות”, Iacov alaba a Di-s pues al cruzar el Iardén poseía sólo mi bastón y ahora me multipliqué y poseo dos campamentos. Lo cual es un tanto extraño, pues los dos campamentos que poseía Iacov se debían a que había dividido a su familia, separándola en dos grupos, a una distancia de un día de viaje entre ellas. (Iacov razonó que si Esav atacaría a la mitad de su familia, la otra mitad podría escapar. Pues si bien los cuatrocientos hombres de Esav eran más rápidos que los hijos de Iacov y lograrían alcanzarlos de cualquier modo, Iacov se apoyó en la profecía de su madre, Rivká: “¿por qué habré de perder a ustedes dos en un mismo día?”, que Iacov y Esav morirían el mismo día. Al dividir la familia, Iacov se aseguraba que aun si Esav mataba a un campamento, le demoraría un día entero llegar hasta el otro y, mientras tanto, Esav moriría antes de dar con el segundo grupo.) Y aun si el motivo de los dos campamentos en lugar de uno era una situación de emergencia, a Iacov esto le bastaba para sentirse agradecido por tener suficientes hijos como para dividirse en dos.

Es asombroso cómo Iacov pudo llegar a sentir gratitud en una situación así. Pues su forma de mirar las cosas era יש לי כל. ¿Y cómo podía mirar las cosas con esta perspectiva, mientras que su hermano las veía tan diferente? La respuesta es que su perspectiva del mundo era completamente diferente. Para Iacov, este era un mundo temporario y, por lo tanto, mientras que podía arreglarse para pasar a través de este mundo y merecer su porción en el Mundo Venidero, estaba satisfecho. En cambio, para  Esav este mundo lo era todo. Por eso él siempre anhelaba más.

La idea de cambiar un punto de vista sólo después de cambiar el juicio por detrás de la perspectiva, puede ser abordada desde distintos ángulos. Por ejemplo, la autoayuda del mundo de la psicología y el coaching, y la autoayuda de la Torá, brotan de dos raíces completamente diferentes. Mientras que la psicología está interesada en hacer prosperar a la persona, la Torá busca convertirla en una mejor persona, en un “mentch“. El motivo detrás de esta divergencia corre por la misma rama: creer en una vida después de la muerte, un punto central en nuestra religión. Nuestras metas se extienden más allá de este mundo, hasta el Mundo Venidero. Para un judío, ser un mentch es un objetivo en este mundo, con la mirada hacia la importancia de una conducta ética en la vida del Mundo Venidero. Esta es la meta que la Torá nos dicta. Por el contrario, el éxito visto con los ojos de este mundo, no es el éxito de la eternidad. Esta es la diferencia entre Iacov y Esav.

Debemos ser cuidadosos con respecto a esta diferencia. Cuando un no-judío habla de ser exitoso, no tiene nada que ver con el éxito que tratamos nosotros. Nosotros vivimos en otra frecuencia. Y, como sabemos, si bien Esav era un rashá, eso no significa que no era un genio en autoayuda Su cabeza fue enterrada en Mearat Hamajpelá porque pensaba como un mentch. Pero hasta ahí nomás, porque en este mundo, para tener éxito a veces se debe actuar como un mentch. Sin embargo, esta era la conducta de Esav sólo cuando lo necesitaba, cuando le ayudaba a lograr uno de sus objetivos. En realidad, él no era un mentch, y por eso su cuerpo fue enterrado fuera de Mearat Hamajpelá.

 

Persuasión problemática


Cuando Shejem raptó a Diná, la hija de Iacov, ocurrió algo sumamente extraño: “Él (Shejem) habló al corazón de la niña” (Bereshit 34:3). Rashí señala que la persuadió diciéndole: “tu padre gastó una enorme suma de dinero por una pequeña parcela de tierra; si te casas conmigo, serás propietaria de toda la ciudad y sus campos”.

A pesar del alto nivel espiritual que conservaba Diná, Shejem logró persuadirla a quedarse. Por supuesto, la casa de Shejem no era en absoluto un lugar apropiado para la hija de Iacov, entonces, ¿cómo es posible que Diná se haya convencido de que allí podría ella pertenecer?

Rabí Yerujam Levovitz zt”l señala que de este episodio podemos aprender cuán poderosa puede ser la persuasión. Pues aun alguien del calibre espiritual de Diná fue persuadida a obrar de una forma que no coincidía en absoluto con su talla. De hecho, es muy chocante ver a una gran personalidad sucumbir – por medio de la seducción – al abismo del pecado. Aun así y por algún motivo muy extraño, no nos choca tanto cuando nosotros mismos sucumbimos en la seducción de transgredir un pecado que no concuerda con nuestro nivel de persona, sino que encontramos absurdos justificativos para nuestro incorrecto proceder y hablar. Si tan sólo nos detendríamos a pensar, nos asombraríamos de ver cómo tropezamos.

Debemos permanecer alertas a dos diferentes clases de persuasión peligrosa: la externa y la interna. Quizás seamos más conscientes de la primera clase; disfrazada en personas que nos tratan de convencer a hacer o comprar toda clase de cosas que en realidad no nos interesan. Sin embargo, existe también una “persuasión interna”, en la que nuestros sentimientos dominan a nuestro buen sentido. La persuasión o seducción generalmente habla al corazón y los sentimientos, no a la inteligencia. Así fue que Shejem persuadió a Diná hablándole al corazón. Ahora sí, si el poder, dinero o riqueza, logró seducir incluso a Diná, sin duda es capaz de seducir a personas de mucho menor calibre que ella. Una vez influenciado el corazón, incluso una persona de alto nivel espiritual o intelectual queda paralizada. Incluso Adam, quien disfrutaba de un nivel de sabiduría sumamente elevado antes de comer del Árbol de la Sabiduría, no estuvo inmune contra el poder de la seducción.

Permíteme preguntarte: ¿fuiste persuadido alguna vez a comprar algo que en realidad no necesitabas? Si la respuesta es positiva, probablemente lo hayas hecho porque estaba de oferta. Para muchos, dejar pasar una oferta equivale a perder dinero. Aun si en realidad no necesitan aquel artículo, el temor de perder la oportunidad puede fácilmente seducirlos. Esta es una combinación del temor de perder dinero y el deseo material de tener más y más. Por supuesto, estos sentimientos son absurdos pues, para empezar, la persona ni siquiera necesita aquel artículo.

Mediante la asociación a personalidades exitosas, la industria publicitaria trata de persuadirnos a sentir que necesitamos cierto objeto para lograr el éxito. De hecho, los profesionales en la materia han persuadido al mundo entero a derrochar muchísimo dinero, tiempo y esfuerzo para adquirir el último modelo de celular. Con el teléfono que creíamos tan indispensable en mano, nos damos cuenta de que raramente o jamás utilizamos aquella aplicación por la cual tanto lo anhelamos. Los expertos en el mercado buscan lo que el corazón desea y luego encuentran formas de hacer sentir a la gente alguna conexión  con aquel elemento codiciado – antes de que podamos darnos cuenta de ello, ya nos convertimos en sus mejores clientes.

Estos son sólo algunos ejemplos de persuasión externa. La persuasión interna, por supuesto, puede aparecer de diferentes formas. Por ejemplo, una persona puede ser seducida a creer que si habrá de ganar más dinero, su esposa lo respetará más. Un padre puede ser persuadido a creer que si toma sobre sí un empleo adicional, tendrá el dinero “necesario” para ser un mejor padre. Irónicamente, dado que esto generalmente ocurre a cuestas de su tiempo en familia, los niños terminan sintiendo que por poco pierden a su padre. Sin embargo, el padre ocupado está tan convencido de que así será un buen padre, que no lo ve de esta forma. Sin duda, esta conclusión no es verdadera, pero el gran deseo humano de acumular riqueza, fama y placeres materiales puede fácilmente empañarnos la visión.

La mejor solución para evitar ser seducidos a actuar en contra de nuestros intereses, es mantenernos apartados de las personas o cosas que nos inducen a actuar de una forma que luego nos arrepentimos. Cada uno sabe, por su experiencia personal, qué y a quién evitar. Teniendo en mente estas experiencias y reconociendo nuestro punto débil, estaremos mejor equipados para enfrentar los desafíos de la “persuasión problemática” en el futuro.


La esencia del mal

 

Muchas personan tienen un visión muy simplista de lo que es el mal, creyendo que “el mal es algo malo”. Sin embrago, la Torá nos pide que profundicemos y reconozcamos que el mal no es aquello que aparenta ser. De hecho, ni siquiera la muerte es intrínsecamente mala, sino que es un hecho, una realidad. Lo que sí puede ser considerado intrínsecamente malo son las decisiones, perspectivas y conductas humanas. Si estudiamos cómo reaccionaron nuestros Patriarcas al enfrentarse con el mal aparente, quizás entendamos a qué me refiero.

Abraham, por ejemplo, nació en una familia de idólatras y una sociedad de malvados. Efectivamente, su padre era fabricante de ídolos. ¿Cómo hizo frente a esta realidad cuando reconoció la existencia de Di-s y se dio cuenta de que toda la gente a su alrededor estaba viviendo en una farsa hacía ya diez generaciones? ¡Él no cayó en una profunda depresión ni sucumbió frente a la presión social! Abraham fue capaz de verlos a todos como ejemplos negativos – ejemplos de lo que uno no debe ser – y transformar su poder de mal en poder de bien. Él utilizó la técnica de convertir lo malo en bueno, tomando lo malo como un “llamado despertador”. De hecho, el vocablo hebreo utilizado para mal – רעtiene las mismas letras que despierto o consciente – ער-. De aquí que la Mishná en el Tratado de Avot nos enseña que Abraham adquirió todos los méritos que, de haber actuado correctamente,  las diez generaciones anteriores a él hubieran reunido. Él encontró el propósito en el mal.

Di-s es pura y exclusivamente bien, entonces Sus Creaciones no pueden ser malas. Ni siquiera el Satán es categóricamente “malo”. Sabemos que todas las criaturas entonan su cántico delante de Di-s al completar su misión en este mundo. Es por ello que cuando Iacov venció al Ángel de Esav – conocido también como el Satán – este último le pidió: “déjame partir, pues ya ha despuntado el alba” (Bereshit 32:27). El Talmud provee el motivo detrás de la solicitud del ángel: desde el día que fui creado, aun no ha llegado mi oportunidad de entonar mi cántico (Julín 91b). El Rav Desler zt”l explica que el ángel jamás había entonado su shirá, pues aun no había cumplido su misión, nunca había realizado el rol designado para él, hasta el momento aquel. Cuando Iacov derrotó al Satán, este último cumplió la función para la cual había sido creado: ser vencido por el tzadik.

Con esto en mente, concentrémonos en el final de la conversación de Iacov con el ángel después de haberlo derrotado. Iacov le preguntó: ¿cuál es tu nombre? Y el ángel respondió: ¿Por qué preguntas por mi nombre?

Los ilustres del musar ponen hincapié en la negación del ángel a responder la  pregunta de Iacov de revelar su nombre, en contraste con la buena predisposición del ángel que anunció el futuro nacimiento de Shimshón, quien sí reveló su nombre. Así explican la táctica evasiva:

En hebreo, el nombre de alguien o algo refleja su esencia. La respuesta brindada por el ángel eraen realidad su nombre. La técnica ampliamente utilizada por el Satán es la de presentar el hechizo de la nadería disfrazado de verdadero y atrayente. De esto, en realidad, se trata el mal. Si bien no es nada, el Satán lo vende como si lo fuera todo. Por el contrario, el verdadero mal se crea con las decisiones humanas de caer presa frente a la búsqueda del placer, el honor, el poder y similares. Los medios mundanos para conseguirlos no son malos por sí mismos, pero sí dan origen al mal cuando son mal utilizados. Si planteamos la pregunta de Iacov a nuestro propio yetzer hará (inclinación del mal) – ¿Cuál es tu nombre, cuál es tu esencia? – recibiremos la misma respuesta: “¿por qué preguntas?”. No hay respuesta, sólo un intercambio de postura defensiva a ofensiva.

Si enfocamos las luces de nuestro intelecto hacia la engañifa del yetzer hará y el encantador mundo que nos ofrece, veremos que en realidad no hay nada detrás. Esto es lo que el ángel quería transmitirle a Iacov: ¿Por qué preguntas por mi nombre? No tengo un nombre. No tengo esencia. Estoy aquí para servirte, si aprendes del mal qué rechazar y contra qué luchar – así como lo hizo tu abuelo Abraham – y fomentas el bien en el mundo.

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