spanish – Vaieji 2012

 Correr como el agua


Encontré cierta vez un libro con dichos del Rebe de Kotzk, conocidos por su agudeza y exactitud para definir cualquier punto. Mayormente, cuando uno por fin “cae” y los entiende, dice: “¡Guau, cómo no me di cuenta de ello!”. Hojeándolo, encontré un dicho que no me llamó tanto la atención, porque la idea ya me era conocida: אין סכנה כסכנת ההרגל, “no hay nada más peligroso que el hábito”. Sin embargo, en su forma de expresarlo había algo que no me dejaba tranquilo; no hay nada más peligroso que el hábito, ni el Huracán Sandy ni la Alemania Nazi, sino el “hábito”.

¿Qué son los hábitos? Un hábito es una conducta repetitiva, más o menos automática, programada por una experiencia previa. Estas acciones subconscientes pueden ser muy útiles en varios aspectos de la vida, permitiéndonos desenvolvernos con eficiencia y sin necesidad de contemplar o pensar en lo que estamos por hacer. Entonces, ¿por qué el Rebe de Kotzk dijo que el hábito es el mayor peligro para la humanidad?

En la Parashá de esta semana leemos que Iacov “bendijo” a Reuvén: פחז כמים אל תותר…, Impetuoso como las aguas, no serás recompensado, pues subiste al lecho de tu padre… Reuvén fue reprendido por su precipitación. ¿Por qué Iacov conectó la prisa con el agua? El agua simplemente fluye, no es lo más “rápido” en la tierra. De hecho, el agua ni siquiera posee velocidad propia. ¿A qué se debe, entonces, la metáfora del agua?

En la persona existen básicamente dos estados: el previamente planificado y el estado de planificación. La gente exitosa siempre planifica de antemano, pues así trabaja más efectivamente. Sin embargo, del otro lado de la moneda están las ocasiones en que nos olvidamos de planificar con anticipación y actuamos en “modo pre-programado” durante mucho tiempo, sin poner atención en cómo avanzan las cosas; y allí estamos en gran peligro. No somos conscientes de dónde nos encontramos, de cómo nos estamos comportando. Somos como el agua que fluye por su cauce; las aguas, es decir nuestras acciones y decisiones, fluyen por el patrón de la rutina, como si fuéramos robots. Las personas que actúan con prisa en la vida, mayormente siguen un patrón que se dictaron a sí mismos. Así la vida pasa sin algún sentido; deslizándose como las aguas y aceptando las cosas según este patrón.

Cuando alguien aprende a conducir, es sumamente cauteloso. Una vez que se acostumbra a conducir y lo hace inconscientemente, puede incluso buscar un número de teléfono en la agenda o golpear al compás de la música mientras conduce. ¿Cuál es el resultado? Accidentes de tránsito; אין סכנה כסכנת ההרגל, los hábitos pueden ser de gran ayuda y productividad para la humanidad, pero del mismo modo son lo más peligroso que existe.

Hay distintas clases de hábitos en nuestro desarrollo diario: hábitos de aprendizaje, de alimentación, religiosos. Llegar tarde a las plegarias, también es resultado de un mal hábito al irse a dormir, sin horario u olvidándose de encender un despertador. Después nos preguntamos por qué nos cuesta tanto concentrarnos…

Tratando de ayudar a un joven que anhelaba mejorar su Jasidut, abrí por primera vez el Tania, gran obra del fundador de Jabad. Allí estudié con el joven que: “la persona se divide en dos; su sabiduría y sus cualidades. La sabiduría es la madre y la conducta es el resultado de su sabiduría”. Abajo había una nota explicativa que decía: si la persona quiere temer y amar a Di-s, debe observar la Creación y reflexionar, como dice el Rambam. Al ver cuán maravillosa es la Creación y ser consciente de su grandeza, queda impactada y crece su amor por el Creador.

Vemos que para cambiar nuestros sentimientos y nuestra conducta, debemos cambiar nuestra forma de pensar. El pensamiento es la Madre y las perspectivas, sentimientos y cualidades son el resultado. Poseemos hábitos de pensamiento y estos son los que dictan nuestros sentimientos. Tomemos como ejemplo a una persona depresiva; como tal se cataloga a personas con hábitos de pensamiento depresivo. Una persona depresiva tiende a ver el mundo como “todo o nada”. Si no poseo un montón de amigos, entonces no tengo amigos. Si no tengo el mejor empleo, hubiera sido mejor estar desempleado. Si no voy a ser el mejor en el Bet Midrash, entonces mejor no voy.  Todos estos pensamientos fluyen por la mente de la persona como el agua, siguiendo el “patrón” de o todo o nada. Los pensamientos pasan tan rápido que la persona ni se da cuenta del daño que se está provocando. No entiende por qué se siente descontento y abatido. Este es el hábito del pensamiento, y no hay nada más peligroso que el hábito.

Sea la voluntad de Di-s ayudarnos a ser conscientes de lo que hacemos, de cómo nos comportamos y de quiénes somos.


Di-s me dotó

 

La persona jamás se agota de ser uno mismo, pero si se “agota” de tratar de ser quien no es, ¡porque es algo imposible de lograr! La traducción hebrea de tensión es מתח. Este vocablo se utiliza también para describir una soga estirada: מתוח. Pues la tensión resulta de estirarse demasiado y, aun así, no alcanzar el objetivo.

La mejor forma para disipar la tensión es aceptarse a uno mismo como es y dejar de tratar de ser quien uno no es. En la actualidad, el mundo está más tensionado que nunca; hay más tensión que oxígeno. ¿Por qué? Pues muchos están convencidos de que si tan sólo serían ricos, famosos, atractivos, amistosos o exitosos como sus compañeros, hermanos o demás; entonces comenzarían los buenos tiempos. Sin embrago, como ya veremos, esto probablemente ocurra recién cuando acaben los buenos tiempos

Saltemos por un momento a la festividad de Januká y preguntemos acerca de la suerte final de los Jashmonaim: tras su victoria, esta familia de kohanim (sacerdotes) asumió el reinado sobre el Pueblo de Israel y, como castigo por ello, los cuatro hijos piadosos de Matitiahu cayeron en la guerra. El Talmud (B. Batra 3b) relata cómo llegó el reinado Jashmonaita a su fin, dando comienzo a la era herodiana: Hérodes, esclavo de la familia real de los Jashmonaim, había codiciado a una princesa de la familia. Poco después, oyó una Voz Celestial que decía: ´cualquier sirviente que se revele en este momento, tendrá éxito´. Hérodes aprovechó la oportunidad para asesinar a toda la familia de los Jashmonaim, dejando en vida sólo a la princesa que anhelaba tomar por esposa. Cuando la joven descubrió las intenciones del antiguo esclavo, subió a la terraza y gritó: ´todo quien afirme pertenecer a la familia de los Jashmonaim, no es sino un sirviente, pues toda la familia sacerdotal ha sido extinguida´. Luego se dejó caer y murió.

En la Parashá de esta semana, el Rambam (49,10) expone el motivo de este castigo que mereció la familia sacerdotal: antes de morir, Iacov bendijo a Iehudá diciendo: “el cetro no se apartará de Iehudá“. La familia de los Jashmonaim tenía la obligación de ofrendar sacrificios, no de ocupar el trono real; este estaba reservado para Iehudá. A pesar de la rectitud y santidad de esta familia, su rol no era gobernar al Pueblo.

Rabí Jaim Chechik zt”l, discípulo cercano del Saba de Novardhok, escribe con respecto a esto que cada persona tiene su lugar y su misión, y un plan diseñado a medida para su travesía por este mundo. Cuando uno trata de ser otra persona, aparentemente “bendecida por Di-s”, no recibe Asistencia Divina para lograrlo. Si bien toda la Torá que tenemos hasta el día de hoy fue preservada en aquella generación sólo por el mérito de los Jashmonaim; los cuatro hijos de Matitiahu, todos Sumo Sacerdotes, murieron en forma trágica como resultado por haber tratado de ser quien no debían haber sido.

En este error caen muchas personas. Una persona que, aparentemente, no está tratando de copiar a otros y que niega querer ser exitosa como otro en lugar de ser ella misma; se sonroja al negarlo. ¡Cuán lamentable es que una persona crea que hay otros más importantes que uno mismo! Si es así, ¿quién será yo en mi lugar? Si, a fin de cuentas, hay un solo yo, y nadie excepto yo puede serlo…

Vemos también en el Rambam acerca de kilaim (Vaikrá 19:19), que el motivo por el cual Di-s prohibió mestizar es porque Él creó las especies con identidad genética a fin de que perduren así hasta el Final de los Días. Al mestizar, uno arruina la Creación Divina; como si consideraría (jas veshalom) que Di-s creó un mundo incompleto. Cada pasto tiene su propio Mazal en el Cielo que lo golpea y le ordena crecer (Bereshit Rabá 10,6). El Universo es manejado con suma precisión e Intervención Divina. Al tratar de ser otra persona, estamos diciendo (jas veshalom): ¡Di-s, Tu mundo es imperfecto! ¡Has cometido un error conmigo!

Rabí Yierujam Levovitz zt”l avanza un poco más, diciendo que si una persona lograría ser otra, no sobreviviría. Pues si los peces necesitan vivir en el agua para sobrevivir y otros animales morirían en semejantes condiciones, mientras que un pez moriría en la tierra con aire fresco; vemos que la fuente de vida no es ni el aire ni el agua. La verdadera fuente es un Di-s Sobrenatural. Cuando una persona trata de ser otra, se aleja de su fuente de Ayuda Divina. Así Di-s la creó y es imposible que sobreviva bajo otras condiciones. Di-s creó el sentimiento de tensión a fin de ayudarnos a descubrir si estamos siendo nosotros mismos o tratando de ser otro.

Es importante internalizar la Intervención y Providencia Divina en todo momento libre. Pues olvidarlo puede provocar mucho daño psicológico. El resultado puede ser un sentimiento de haber sido abandonado u olvidado. En el campo práctico, los resultados son más destructivos aun, pues quizás nunca nos demos cuenta con qué fuimos “dotados por Di-s”.


La maldición de un Patriarca

 

Al borde de la muerte, Iacov avinu bendijo a sus hijos; cada una de las doce tribus recibió una bendición “diseñada a medida” para su forma de ser. En la bendición de Shimón y Leví, Iacov los reprende por haber atacado a Shejem: “Sus armas son instrumentos usurpados… Maldita sea su ira, pues es feroz y su furia pues es dura…” (49:5). Rashí comenta que Iacov les estaba diciendo lo siguiente: “la aptitud para matar (al asesinar a los habitantes de Shejem) no es vuestra en esencia. El “talento” de matar le pertenece a Esav; solamente a él lo bendijo mi padre que vivirá con la espada. Vosotros ´robasteis´ la daga a él”.

Lo cual es un poco extraño: ¿cómo Iacov consideró correcto reprocharles cuando se había propuesto bendecirlos?

Rabí Yierujam Levovitz zt”l escribe que este reproche no venía sólo a recriminarles por haber asesinado a una comunidad entera; sino que los estaba reprendiendo por haber robado una cualidad que no les pertenecía. Asesinar, era una inclinación de Esav y no le pertenecía en absoluto a la familia de Iacov. Con su proceder, Shimón y Leví actuaron de una forma contraria a su naturaleza. Por eso Iacov maldijo esta aptitud de Esav que era ajena a su grupo familiar.

A veces nos preguntamos acerca de nuestro comportamiento, nuestros pensamientos o sentimientos, ¿acaso nosotros realmente somos así? No necesariamente. Somos como queremos ser. Si notamos haber actuado de una forma que estimamos muy baja para nuestro nivel, puede ser resultado del contexto social en que nos encontramos. Es posible que hayamos “robado” cualidades negativas de nuestros compañeros y que no son el verdadero yo. Los seres humanos somos criaturas sociables; sumamente conscientes de lo que otros dicen y piensan sobre nosotros; y deseosos por quedar bien. Por eso es tan importante vivir en compañía de personas a quienes respetamos, pues las conductas inadecuadas pueden ocurrir como resultado del querer quedar bien con personas incorrectas. Iacov consideró correcto maldecir la conducta precipitada de sus hijos y decirles que esa no era su verdadera forma de ser, que era una conducta robada de Esav. De hecho, esta era la mejor bendición que como padre podía haberles dado: separar sus acciones negativas de su forma de identificarse.

Es tan lamentable cuando cometemos el error de “decidir” quiénes somos en momentos de caída… Sí, quizás nos lleve toda la vida entender dónde está el verdadero yo, si tan sólo pudiéramos encontrar el anhelo más profundo de este yo; el yo oculto debajo del talit en Iom Kipur y detrás del majzor empapado en lágrimas. Probablemente, este yo esté mucho más cercano a su esencia que el yo posterior a un pecado.

Hay un párrafo en el Rambam, Hiljot Teshuvá 7:3, que puede iluminarnos este concepto: No creas que uno debe arrepentirse solamente de las acciones perversas, como cometer adulterio o robar, sino que es igualmente importante arrepentirse de las cualidades negativas. Mediante una correcta introspección, debemos identificar rasgos de enojo, odio, envidia, celos, inmoralidad, ambición del dinero y honores. De todas estas cualidades y las similares a ellas, uno debe arrepentirse. Y es más difícil rectificar los pecados de carácter que corregir aquellos que son en acción, pues si uno está atrapado en una cualidad, es muy difícil liberarse de ella…

Cabe preguntar: si estas cualidades comprenden un pecado, ¿por qué no forman parte del vidui (confesión)? Nos golpeamos el corazón diciendo que hemos robado, pero no decimos que somos ladrones ni nos rotulamos una y otra vez como ambiciosos del dinero. Confesamos haber blasfemado, pero ni mencionamos el odio por nuestros hermanos. Confesamos malas acciones, mas no malas cualidades; así como lo indica el pasuk: “confesarán los pecados que hicieron (Bamidvar 5:7). ¿Por qué no confesamos las malas cualidades?

Pues uno no puede confesar ser un ladrón o un asesino, dado que gran parte de la Teshuvá implica decir que lo malo de mis acciones no es mi verdadera identidad. Quizás la persona actuó en base a lo dictado por cierta cualidad, pero esto no necesariamente define su esencia, siempre y cuando en lo profundo de su corazón no es lo que realmente quiere ser. Si una persona sucumbió a la tentación y robó, mas no quiere ser ladrón, entonces no lo es; siempre y cuando remunere a su víctima por la pérdida y prometa no volver a repetirlo… Esto también explica por qué en los Días Solemnes pedimos ser inscriptos en el Libro de los Justos, a pesar de no habernos comportado como tal. Pues la persona puede decidir ser tzadik; y los pecados que lo hacen parecer un rashá no demuestran quién realmente es.

Podemos decidir quiénes somos, a pesar de nuestro pasado. Podemos decidir cómo nos queremos identificar. A fin de cuentas, un diamante empolvado no se valúa de acuerdo al polvo…

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