spanish – KI TISA 2013

Volver a enmarcar las peleas con amor

Muchas parejas viven con la idea equivocada que el shalom bait (armonía en el hogar) equivale a no tener peleas. Lo cual no es verdad. Shalom bait significa saber cómo pelear; significa saber perdonar. No existen dos personas idénticas, tampoco en sus perspectivas de la vida. El verdadero amor en la nueva pareja existe recién después de su primer desacuerdo. Hasta entonces, simplemente no se conocían lo suficiente. Saber disentir sin menospreciar o insultar, demuestra un verdadero respeto mutuo. Poder perdonar y llegar a un acuerdo demuestra que la relación entre ellos es más importante que el asunto en discusión. Muchas veces, esto requiere de una capacidad de volver a encuadrar, un cambio en la forma de mirar las cosas.

Si bien los judíos pecaron con el Becerro de Oro inmediatamente después de haberse comprometido a la Palabra de Di-s en el Monte Sinaí; Di-s les demostró que aún deseaba seguir morando entre ellos y transmitió la orden de construir el Mishkan para habitar entre el Pueblo. Esto fue una muestra de amor de mayor magnitud que la ofensa.

Extrañamente, la Torá escribe que eso no fue así de simple. Di-s le dijo a Moshé: וביום פקדי ופקדתי עליהם חטאתם (32:34) “En el día que castigue, tomaré en cuenta sobre ellos su pecado”. Rashí explica sobre esto que a través de las generaciones, cuando los judíos se merecen sufrir, Di-s agrega a su sentencia un poco del castigo por el pecado del Becerro de Oro. Pues de haber enviado todo el castigo de una vez, ya hubiéramos sido aniquilados. Entonces, Di-s partió el castigo en porciones “fáciles de tragar”.

Sin embargo, esto no le terminaba de cerrar a Rabí Levi Itzjak de Barditchov: ¿cómo es posible que el Di-s Misericordioso escribió en la Torá que nunca habrá de olvidar nuestro pecado, aun después de habernos arrepentido?

Rabí Levi Itzjak, a su modo, era capaz de volver a encuadrar aun el más grave de los pecados. Él señala el Talmud en Berajot (32) que en realidad Di-s sí “olvidaría” el pecado tras el arrepentimiento y que el versículo mencionado anteriormente viene a transmitir que Di-s jamás olvidará el pecado en el sentido que entonces tuvimos Libre Albedrío. Expliquémoslo: cuando una persona proveniente de una familia piadosa crece piadosa, nadie se asombra. Por el contrario, cuando una persona crece piadosa a pesar de surgir de un hogar donde los miembros de la familia y sus ancestros eran justamente el contrario – todos quedan maravillados. El hecho que los judíos hubieran aceptado la Torá, no demostraba algo especial de ellos – pues eran descendientes de los Santos Patriarcas. ¡¿Qué otra cosa se podía esperar de los descendientes de una familia así?! Por naturaleza ellos debían ser así.

Al pecar con el becerro, mostraron que en realidad no eran tan piadosos en esencia. El pecado demostró que quienes aceptaron anteriormente la Torá no lo hicieron naturalmente por seguir el camino de sus ancestros; sino por haber superado sus deseos. Por haber aceptado el reto. Para los judíos, arrepentirse de semejante pecado era como una batalla contra la tendencia interna hacia el mal que todo ser humano debe combatir. Esto demostraba que no eran piadosos de naturaleza.

Di-s habrá de recordar el pecado del Becerro en los días de furia. Él habrá de recordar la lucha interna entre el bien y el mal: que escogimos por nuestra propia elección escuchar al Instinto del Bien y aceptar la Torá. Que fue por Libre Albedrío que nos arrepentimos del pecado. Con esto en mente y con la perspectiva positiva con que habrá de observarlo, Di-s lo computará como un mérito para nuestro Pueblo.

En la armonía matrimonial también podemos volver a encuadrar los pecados del pasado y convertirlos en muestras de amor. Así se conduce Di-s y estamos obligados a emular Sus caminos.

 

Comprendiendo al pecador

A veces escuchamos cosas estremecedoras acerca de personas conocidas – personas que creíamos demasiado buenas y honestas como para caer tan bajo. Existe la mitzvá de juzgar favorablemente. Sin embargo, ese no es el tema en este momento, sino más bien, nos centraremos en cómo entender a las personas.

Es sumamente desconcertante cuando nos enteramos de que algún conocido pecó: ¿debó tratar de entender cómo pudo haber ocurrido algo así o mejor tratar de olvidarlo, diciendo que de todos modos no cambia demasiado? Cualquiera de los dos está bien, siempre y cuando no le dediquemos demasiado pensamiento. Aun así, cuando la historia toca a alguien muy cercano, no logramos tranquilizarnos.

Existen partes en nuestra sagrada Torá que también despiertan preguntas complejas. Pero no por ser complejas carecen de respuestas. Las respuestas existen; muchas de ellas son lecciones para la vida. A continuación, una de ellas.

Sabemos que en el momento de recibir la Torá en el Monte Sinaí, los judíos ascendieron al nivel de ángeles. Ellos escucharon y casi llegaron a ver a Di-s. Entonces, ¿cómo pudieron zambullirse tan hondo y rápido al abismo del Becerro, el pecado de cometer idolatría, sólo por creer que Moshé se había retrasado algunas horas? Aun si el Satán los había engañado mostrando que Moshé había muerto, y aun si no fue todo el Pueblo que pecó… ¿Cómo pudo siquiera uno haber sucumbido ante la idolatría a los pies del Monte Sinaí? ¿Y encima matar a Jur por haberlos enfrentado?

Existe más de una respuesta a esta pregunta. Rabí Iacov Kamenetzky zt”l, ofrece una respuesta un tanto rebuscada. ¡Él dice que la pregunta ni siquiera existe! Como en varias oportunidades de la vida, se convierte en pregunta sólo cuando uno no se pone en el lugar o “dentro de los zapatos” del pecador. Los judíos estaban viviendo una vida completamente milagrosa. Toda una nación, compuesta por más de 3 millones de personas, se encontraba en el desierto, alimentada por intermedio del Maná enviado por Di-s y por mérito de Moshé. Si Moshé realmente los había abandonado, eso implicaba que se habían quedado sin alimento y que morirían de hambre en el desierto. Sus vidas dependían de los milagros. Sin Moshé, no eran más que una nación pobre y sin alimento. Nuestros Sabios nos dicen que un pobre es considerado muerto. Ellos se encontraban en un estado que desafiaba toda lógica, una situación de pánico. En aquella época, la idolatría era lo más común en el mundo; era lo más natural que una persona quisiera adorar algo tangible. No obstante, una vez que nuestros Sabios quitaron el instinto de la idolatría, dándonos las plegarias en su lugar, se ha convertido para nosotros en un pecado difícil de comprender.

Supongo que muchas veces, cuando no comprendemos el motivo de la caída de una persona y nos quedamos con la pregunta, en realidad no hay lugar a pregunta. Apenas si somos capaces de ponernos en el lugar del otro, especialmente en el lugar de quienes atraviesan o han atravesado diferentes traumas, pruebas o pesadillas. Aun así, debemos rezar fervientemente en las plegarias matutinas: ואל תביאיני לידי ניסיון – por favor, no me pongas en una situación de prueba… y, si alguna vez nos enfrentamos a una prueba, que seamos suficientemente fuertes para superar el desafío.

 

 

TRABALENGUAS 

“¿Qué hace al Lashon Hakodesh Santo?” Cuando le pregunté a mi hijo de siete años esta pregunta, sugirió que Lashon hakodesh es el lenguaje que utiliza Hashem. Hashem es kadosh, es Santo, y así Su lenguaje debe ser un lenguaje sagrado. Me ha encantado ver esta explicación en el Ramban en la parasha de la semana (Shemot 30; 13). El Explica que la santidad de Lashon Hakodesh surge del hecho de que Hashem mismo utiliza este idioma. Él creó el mundo con este idioma, Sus nombres sagrados son en este idioma y habló a la nación judía en este lenguaje en el Monte Sinaí.

El Rambam, en Moreh Nevujim, da una explicación totalmente diferente. El Lashon Hakodesh es Santo porque es un “lenguaje limpio”, sin palabras inmorales en su léxico (lenguaje). Si la Torá tiene que discutir un tema impuro, va a emplear “palabras sugestivas” y no un lenguaje áspero o filoso. Por ejemplo, al describir un animal no kosher, la Torá evita el uso de la palabra “אמט” y en su lugar, describe el animal como “הניא הרוהט” (no limpio o no puro). La ausencia de terminología sin depurar o terminología impura es lo  que  hace  al  lenguaje  un  lenguaje    sagrado.

¿Cómo podemos entender esto?

Permíteme hacerte una pregunta. ¿Si probamos a dos padres que están tratando con el mal comportamiento de un niño, un padre le dice al niño: “me haces enojar tanto” o “estoy  que exploto” cuando su hijo se porta mal; y el otro padre le dice: “No estoy contento con esto” o “Estoy decepcionado con tu comportamiento”, a cual de los dos será más difícil calmarse? No cabe duda de que el padre con las declaraciones más dramáticas y abrasivas tendrá que trabajar mucho más duro que el otro padre para superar su ira. Simplemente sustituyendo las palabras “enojar” y “exploto” con palabras más ligeras, su estado cambia de ‘enojado’ a “desaprobación”. El léxico propio de la persona es lo que define su estado mental y emocional.

Esto no es un concepto nuevo. El Rambán, en Igeret HaRamban, aconseja: “תתנהג תמיד לדבר כל דבריך בנחת “, acostumbra a hablar con calma siempre para ser salvado de sentimientos de ira. Hablar con calma tiene dos componentes: el tono y el léxico. Hablando tranquilamente crea un estado de relajación que afectará a nuestros sentimientos internos. Si uno trataría de controlar su ira mediante la eliminación de los factores que causan que se enoje, él no tendría éxito. Hay simplemente demasiados detonantes, y muchos están fuera de nuestro control. El Método del Ramban es, en realidad, un atajo a la relajación de la mente y el espíritu. Cuando uno siente que se esta agitando, lo primero que debe hacer es parar y pensar cómo empezar a hablar tranquilamente. Hablar tranquilamente ayuda a nuestro “ser” a estar calmado. Es importante tener en cuenta que este método es eficaz sólo cuando se realiza de manera constante. Como se mencionó anteriormente, el Ramban en su carta subrayó – ” תתנהג תמיד לדבר כל דבריך בנחת–”uno debe acostumbrarse a hablar tranquilamente siempre. Hacerlo una costumbre…

Hemos determinado, hasta ahora, que utilizando un léxico más refinado conduce a pensamientos Morales, y el cuerpo sigue el juego. Implementando la pureza de expresión conduce no sólo a la pureza de nuestro estado de ánimo, sino también se extiende, incluso, a la pureza en comportamientos “mundanos”, externos. Una vez que uno se acostumbra a hablar de una manera pura y pensar en una manera pura, sus acciones se ven influenciadas de esta manera. Uno de mis rabinos ocasionalmente nos recordaba que el vestir recatadamente, incluso en la más privada de habitaciones, influenciará para que sus pensamientos sean  más puros. Una cosa lleva a la siguiente.

Leemos cada día en el Ketoret ושחקת ממנה הדק  (Shemot 30; 36): mientras el kohen muele el incienso de la ofrenda, al aplastarlo  deciendo, “muy delgada, muy delgada”, porque su voz tenía un efecto positivo sobre la fineza del incienso . En contraste, durante la preparación de las ofrendas d1 e vinos en el Mizbeaj (Menahot 87), el kohen debe permanecer silencioso. ¿Por qué  este contraste en el comportamiento? Si hablar ayudó a mejorar el incienso, por qué no fue utilizado con la preparación del vino?

Para responder esta pregunta, nosotros debemos mirar el incienso y vino metafóricamente como una cuestión espiritual frente a una cuestión material. Se explica que el aroma del incienso era en beneficio del alma, no del cuerpo, haciendo de este un asunto espiritual. En cuanto al crecimiento en asuntos espirituales, siempre hablando de cosas santas y temas santos es una forma efectiva para mejorar nuestro progreso en la obtención de un nivel cada vez mayor. Por lo tanto, al igual que el kohen aumentaba en hablar sobre refinamiento mejoraba el resultado del ketoret, al hablar más de nuestros objetivos y ambiciones espirituales, más mejoraremos nuestra esencia espiritual. El  Vino, por el contrario, es una bebida disfrutada por el cuerpo. Con respecto a los placeres mundanos y corporales, es mejor quedarse callado. Minimizando la intervención en áreas mundanas garantiza que la mente seguirá siendo más Santa. Esta es la razón por qué el Kohen debe callar mientras se preparaba el vino.

La mayoría de la gente no piensa en esos detalles leves, en el momento correcto yen el contenido de sus conversaciones. La mayoría de las veces, son, precisamente esos matices, los que marcan la diferencia entre lo santo y lo impuro, entre la gente que mantiene la calma y quienes se pierden ellos mismos en su enojo. Son los temas de discusión que elegimos y aquellos en los cuales encontramos interés, lo que determinará quién y que somos, por dentro y por fuera, y el efecto que decidimos tener con los que nos rodean.

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