mattot masei 2013 spanish

Camino a la santidad

Después de que el romano que pretendió entrar al Templo fue golpeado por un ángel, ningún otro romano se atrevió a saquearlo. Necesitaban un judío para iniciar el movimiento, y lo encontraron: Iosef Meshitá. A este malvado le prometieron que lo primero que habría de sacar del Templo sería suyo y lo extraído las veces siguientes sería para los romanos. ¡Iosef Meshitá tuvo la audacia de entrar al Templo Sagrado y llevarse la Menorá, el candelabro de oro! Al verla los romanos, quedaron estupefactos y le dijeron que semejante candelabro era digno de ubicación en un palacio y no en la casa de un ciudadano simple como él. “Ingresa nuevamente y lo próximo que saques será tuyo”, le dijeron. Pero Iosef no lo hizo. Él se negó diciendo: “suficiente he enfadado a mi Señor una vez; otra vez no lo haré…”. Le ofrecieron el puesto de impositor de impuestos por tres años (un oficio muy honrado y lucrativo), pero él se negó. Lo amenazaron con una muerte de sufrimientos y torturas, pero él se negó firmemente a repetir su transgresión. “Suficiente he enfadado a mi Señor una vez; otra vez no lo haré…”. No sólo terminaron matándolo, sino que lo torturaron a muerte con sufrimientos indescriptibles. Y aun así, en su estado agonizante, él repitió una y otra vez: “ay de mí que he enfadado a mi Señor” (Bereshit Rabá 65; 22). Otro relato escalofriante de la época de la destrucción del Templo.

Y aquí salta a la luz la pregunta: si Iosef Meshitá era tan malvado e incluso menos temeroso de Di-s que los mismos romanos, ¿cómo cambió tan rápido de opinión? ¿Cómo fue que de pronto se puso tan firme en su rechazo a ingresar para una segunda ronda de sabotaje, aun a cuestas de las terribles amenazas? ¿Cómo cambió sus perspectivas de vida en pocos minutos, con tanto temor de disgustar a su Creador hasta el punto de estar dispuesto a morir, con tal de no enfadarlo nuevamente?

El Rav de Ponevitch aprendió de aquí algo maravilloso con respecto al Bet Hamikdash: el sólo hecho de ingresar al Templo Sagrado ya tenía influencia sobre la persona. Con sólo entrar, la persona ya se transformaba. Después de su primer ingreso, Iosef Meshitá ya no podía volver a entrar y actuar tan desvergonzadamente.

Esta respuesta dice mucho; nos revela un poco del valor de aquello que hemos perdido. Hemos perdido un lugar en este mundo donde con sólo entrar uno podía transformarse en una persona distinta. Más santa y pura; con correctos valores. Una persona que está dispuesta tanto a vivir como a morir por sus valores. Esto es lo que lloramos y lamentamos en estas tres semanas.

Empero, esta no es una respuesta completa y la pregunta prevalece: si con sólo ingresar al Templo la persona se elevaba espiritualmente, entonces, ¿cómo pudo Iosef Meshitá llevarse la Menorá la primera vez? ¿Acaso con su entrada no había sido afectada su Neshamá, su alma?

Supongo que la respuesta reside en que el efecto no siempre se siente de inmediato. Puede tomar algunos minutos o un par de horas, días, semanas y hasta años. Pero llegado el momento se traducirá en acción.

Ahora no poseemos un Templo Sagrado, pero tenemos un מקדש מעט, una pequeña versión de lo que este era: la sinagoga y el Bet Midrash. Y nosotros nos preguntamos; en un mundo tan lleno de inmoralidad, ¿dónde tiene uno acceso a la santidad? Si uno busca algo más allá de su vida material y rutinaria, ¿a dónde debe dirigirse? Si ya no poseemos el Templo Sagrado… Pero podemos entrar a la versión más pequeña de este, la Casa de Estudio y la sinagoga. Seguramente no absorberemos allí la misma santidad que uno respiraba al entrar al Bet Hamikdash, pero algo recibiremos. Quizás no sintamos la santidad enseguida, ni seamos capaces de identificar exactamente qué es lo que cambió en nuestra escala de valores. Sin embargo, algo en algún momento cambiará.

Un estudiante de Torá que estaba un poco frustrado de sí mismo al ver que no llegaba a la “cúspide” en su Ieshivá, se dirigió a su maestro para volcar todos sus sentimientos, dudas y dolor. El Rabino le contestó algo impresionante: Nuestros Sabios nos enseñan que al entrar al Bet Midrash para estudiar, uno debe rezar: “Sea Tu Voluntad, Ha-Shem mi Di-s y Di-s de mis Ancestros, que no cometa errores en mi estudio, ni me equivoque en asuntos de halajá, y que mis compañeros de estudio estén contentos de estudiar conmigo…“. Y al salir del Bet Midrash debe rezar: “gracias Di-s por haberme otorgado el mérito de encontrarme entre los que se sientan en la Casa de Estudio y no entre los que dan vueltas sin hacer nada…“.

De aquí vemos que la persona llega a la Casa de Estudio con aspiraciones de estudiar perfectamente, con aspiraciones de no equivocarse en absoluto e incluso convertirse en un posek, una autoridad halájica. Aun así, al salir, debe agradecer a Di-s por el mérito de solamente sentarse en la Casa de Estudio. Pues aun si no logró estudiar absolutamente nada, es afortunado de poderse haber sentado allí y lograr de ese modo un cambio muy profundo dentro de sí. Bien adentro algo hizo un click. Probablemente no sea de inmediato, sino un día, una semana o un año después. Pero ocurrirá.

 

SOMOS LO QUE DECIMOS

 

 Cuando se acercaron a hablar con Moshé Rabenu las tribus que deseaban asentarse en el lado este del río Jordán – Gad, Reubén y la mitad de Menashé, Moshé Rabenu hizo una muestra de enojo un tanto extraña. En lugar de contestarles, les planteó una pregunta retórica: “¿vuestros hermanos saldrán a la guerra y ustedes se asentarán aquí?”.

El vocero de estas tribus respondió que de ninguna manera estaban considerando esquivar sus responsabilidades militares y derivárselas a sus hermanos, sino que estaban dispuestos a unirse a la guerra para conquistar Kenaan junto con las demás tribus. Aun así, señalaron que primero precisaban hacer ciertos arreglos para sus familias y sus posesiones: “Construiremos recintos para nuestro rebaño aquí en este lado del río, así como ciudades para nuestros hijos (y familias)”.

Al acceder al pedido de las tribus, Moshé hizo un cambio significativo en el orden de los arreglos por hacer: “…construyan ciudades para vuestros hijos y recintos para vuestro rebaño”. ¡Este cambio no fue accidental!

Cuando una persona menciona una serie de asuntos en cierto orden, lo que menciona en primer lugar suele ser, por lo general, de mayor importancia o de mayor valor que el resto de los asuntos. Al hacer su pedido, el vocero de las tribus primero mencionó cómo y dónde dispondrían su fuente de mantenimiento – sus rebaños – y sólo luego cómo se encargarían de la seguridad de sus hijos. Moshé los reprendió indirectamente por esto, primero mencionando cómo ubicar a sus hijos y luego la seguridad del rebaño.

¿Y nosotros? La gente puede invertir mucho tiempo, pensamiento y dinero en sus inversiones. Sin embargo por algún motivo, los hijos – la mejor inversión a futuro – generalmente pasa a segundo plano. Los hijos requieren tiempo, interés y pensamiento por parte de los padres. Por supuesto, también necesitan dinero. Pero el dinero proporcionado para satisfacer las necesidades de los hijos nunca puede ser un sustituto a su necesidad fundamental de tiempo y pensamiento por parte de los padres. ¡¿Acaso alguien se arriesgaría a invertir dinero en una causa, sin dedicarle el tiempo y pensamiento necesarios?!

Sólo un padre ingenuo puede convencerse a sí mismo de que el niño no percibe cuáles son sus prioridades. Subconscientemente, el niño percibe también los subtítulos, así como el orden que el padre usa al mencionar los valores de la vida. Y, por supuesto, los cónyuges también pueden olfatear estos detalles en el otro.

Moshé ayudó a las dos tribus y media a organizar su escala de valores, reordenando la “lista”. Si aprendemos de Moshé y nos ocupamos de organizar nuestras prioridades antes de mencionárselas a los demás, seremos mejores padres, esposos y mejores personas.


Decisiones de un leñador

 

Parecería que el exilio a la ciudad de refugio cumple el propósito de expiar por un pecado cometido sin intención. Sin embargo, podríamos preguntarnos, ¿por qué el asesino involuntario requiere expiación? ¿Cuál es su crimen? Su error fue simplemente no notar la presencia de un transeúnte, y al no corroborar que su hacha esté 100% clavada al astil, lo asesinó accidentalmente.                 .

La respuesta es que la Torá nos exige asumir responsabilidad plena de nuestra vida diaria. Lo que hacemos y dónde estamos; incluso sin intención; proviene de innumerables decisiones inconscientes que tomamos a lo largo del día. ¿Alguna vez te preguntaste cuántas decisiones tomas, consciente e inconscientemente, en una sola hora? Sólo para ilustrar este punto, me gustaría enumerar algunas de las decisiones que estás tomando en este preciso instante: Si deseas permanecer despierto, si terminar de leer estas líneas ahora o empujarlo para más tarde, si echarle simplemente un vistazo o dejarlo para leer en la mesa o en la cama. De hecho, es tu propia decisión si apreciar este artículo como interesante o no. Tú, y solamente tú, decides si estás de acuerdo con las ideas que aquí se presentan y si deseas recordarlas y aplicarlas.

Cada decisión que tomamos conscientemente puede afectar nuestras decisiones futuras; especialmente las subconscientes. En cierto sentido, nuestras numerosas decisiones en el presente nos “programan” de forma automática a tomar decisiones similares en el futuro. Cuanto menos conscientes somos de nuestras decisiones actuales, mayor es la probabilidad de que el “piloto automático” dentro nuestro nos mantenga en el mismo curso de siempre, sin darnos la oportunidad de considerar si quizás existe una forma mejor, más segura, más eficaz o eficiente de hacer las cosas.

A modo de ejemplo: muchas personas sienten que comúnmente postergan la toma de decisiones, y por lo tanto, se consideran a sí mismas indecisas. Ellas se olvidan de que, en gran medida, permanecer indecisas es su propia decisión. Si aprenderían a analizar más rápido y programarse mejor, serían capaces de tomar decisiones con cautela, lo cual es propio en ellas, y a la misma vez también tomarlas antes de que sea demasiado tarde.                  .
A la luz de lo que hemos dicho, podemos apreciar mejor que, en realidad, el leñador cuya hoja del hacha no estaba correctamente fijada al astil, está tomando la decisión de no ser cuidadoso. (Casualmente, esta persona tomó la decisión de buscar su sustento como leñador, un trabajo en el cual los accidentes son más factibles que, por ejemplo, en la venta o la escritura.) Empero, dado que él no mató con intención y conciencia, la Torá no lo castiga con pena de muerte, el castigo impartido a la mente consciente y al cuerpo a la vez, sino que se lo restringe a habitar en la ciudad de refugio, un lugar donde es ilegal poseer cualquier utensilio que puede llegar a ser mortal. Esto garantiza que no llegue a cometer otro error similar a lo largo de su estadía. Su libertad de elegir ser cuidadoso le es quitada por este período.                               .
Citaremos ahora un ejemplo sobre otra área. Consideremos la ‘ofrenda de pecado’ requerida para quien descuida involuntariamente ciertas trasgresiones de la Torá, como profanar el Shabat. Una persona que profana Shabat porque se olvidó que hoy es Shabat o que cierta actividad está prohibida en Shabat, debe traer una ‘ofrenda de pecado’. La Torá no considera a esta persona totalmente inocente, puesto que, en última instancia, el error fue resultado de su propia decisión. La realidad demuestra que nos acordamos de aquello que es importante para nosotros. Al no internalizar las leyes de Shabat, así como dónde y cuándo se aplican, uno inconscientemente está decidiendo que estas tiene poco valor e importancia para él.                         .

 

Shabbat Shalom, Yosef Farhi

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