spanish parashat mattot
Leiluy Nishmat- Moshe Ben Hazira, Letife Bat Farida, Eduardo David Ben Leah
Parashat Mattot
ELIMINANDO EL ENOJO
Imagínate por un momento a alguien que hayas visto enojarse recientemente. ¿Te has percatado de la metamorfosis? El rostro se vuelve rojo o pálido, los hombros se vuelven rígidos y las ventanas de la nariz arden. El tono de voz cambia drásticamente y el volumen llega al límite del sonido. Las manos hiperactivas reflejan la velocidad del ritmo del corazón. Comienzas a dudar si la persona que tienes en frente tuyo está simplemente “enojada” o quizás ya llegó al nivel de “loca de atar”. Si fuiste lo suficientemente desafortunado para ver las cosas saliéndose de control, quizás pudiste atestiguar haber visto a la persona enojada golpeando la pared, tirando accesorios del hogar a su alrededor o incluso dañar a aquellos que estaban a su alrededor – probablemente, incluso a él mismo. No por nada el Talmud dice que quien se enoja, todo tipo de infiernos dominan dentro de él (Nedarim 22a). El solo ver a una persona en este estado ya nos hace considerar que nosotros no queremos pasar por esa situación.
Racionalizando la ira y la furia
Cuando los asuntos se calman, nuestro amigo furioso puede excusarse diciendo que incluso “a las mejores personas” les ocurre esto. Pero es una racionalización peligrosa, no menos tonta que la idea de construir una casa sobre un potencial volcán. Solo unos segundos se necesitan para que entre en erupción y derrame la ira destruyendo todo lo que hay en su camino.
¿Agradablemente molesto?
Por supuesto, no todo estallido de ira es tan dramático como el descripto arriba. Ciertamente, hay muchos niveles de enojo. El enojo es un estado emocional que varía en intensidad desde furia e ira hasta una molestia leve. Pero comparten una misma raíz. Ya que pocos de nosotros podemos declarar que somos completamente exitosos en controlar nuestro enojo – sin tener en cuenta el nivel de intensidad – nos debemos a nosotros mismos la inversión de tiempo y análisis en este asunto.
Ejercicios de solución rápida
Una buena cantidad de literatura profesional y popular se puede encontrar sobre cómo tratar al enojo una vez salido a la superficie. Algunos expertos reconocen el enojo como una emoción inevitable que debe ser controlada. Otros toman un enfoque de solución rápida, recomendando a los lectores “Diez Formas para Controlar la Ira”. Estas incluyen ejercicios de respiración, contar hasta diez, salir a caminar para tomarse un tiempo, ponerse en una postura relajante, verbalizar la emoción y expresar el enojo constructivamente usando las palabras me siento enojado cuando… porque…, hablar lentamente y calmado, sentarse y beber un vaso de agua, escuchar música, reírse, etc. Pero todos estos abordajes asumen que uno no puede elevarse por sobre su naturaleza y evitar enojarse del todo. ¿En verdad, es el enojo una respuesta emocional que brota demasiado rápido para ser controlada?
Consuelo o exacerbación terapéutica
Al tratar pacientes que sufren de enojo e ira, muchos terapeutas cometen el error de asumir que el enojo no es algo malo, que puede ser usado positivamente si se lo controla. Al aceptar o expresar el enojo, el individuo va a estar en posición de contenerlo. Pero este abordaje no toma en cuenta, por ejemplo, el daño causado por las expresiones de enfado o los insultos sarcásticos que se derivan del enojo. Estos son muy dañinos para las relaciones interpersonales, por lo que tenemos que encontrar una forma de refrenar esta emoción, por el bien de nuestros seres queridos. Es igualmente importante en cuanto a nuestra aceptación de nuestra porción en la vida y, en general, para vivir sanamente. La gente que se enoja está constantemente expuesta a ser lastimada (tal como golpearse con objetos), a riesgos en las condiciones de su corazón, a tener stress y a deprimirse. Peor aún, como nos dicen nuestros sabios, aquel que rompe objetos por enojo es similar a uno que se ha involucrado en idolatría (Shabat 105 y Nedarim 21a).
El alto costo del enojo
Nadie – ni siquiera el mejor ser humano o el más humilde – puede escaparse de las consecuencias negativas del enojo. Encontramos en la Parashá de esta semana que Moshé Rabenu se enojó: “ויקצוף משה על פקודי החיל”, Moshé se enojó con los generales del ejército (Bamidbar 31:14). De hecho, el Midrash constata que Moshé se enojó con el pueblo un total de tres veces y en cada una de ellas sufrió la vergüenza de olvidarse una ley de la Torá (Vaikrá Rabá 13:1). Ahora, tengamos en cuenta que no había absolutamente nada de soberbia detrás del enojo de Moshé. Actuó únicamente por el objetivo altruista de rectificar un error o en respuesta a una profanación del nombre de D-s. ¿Por qué entonces fue castigado con el olvido? Aparentemente, como dice el dicho, una persona no sólo es castigada a causa de su enojo sino también por su enojo (él lo castiga). Nadie puede escapar de este destino, ni siquiera el incomparable humilde Moshé Rabenu.
Si incluso Moshé Rabenu fue vencido por el enojo tres veces, seríamos ingenuos al pensar que podemos eliminar por completo esta reacción de nuestras vidas. Pero con un esfuerzo serio y consistente, podemos reducirlo al mínimo y sólo para nuestros asuntos más vitales. ¡Imagínate siendo elogiado como una persona que casi nunca se enojó ni se molestó – quizás no más que unas tres veces durante su vida de adulto! ¡Waw!
Un abordaje positivo
La mejor manera para eliminar el enojo es tomar un abordaje positivo, y cultivar dentro de nosotros una vida libre de stress y con contenido. Antes de enfocarnos en qué significa esto en la práctica, tomemos nota de algunas causas primarias del enojo. Sin necesidad de decirlo, algunas se superponen.
Tener expectativas de otros, de D-s o de nosotros que no se satisfacen
Ser presionado a hacer algo que nos resulta muy difícil
Ser insultado o ser tratado con falta de respeto o falta de consideración
Ser abandonado
Ser desobedecido
Ser celoso
Ver nuestros esfuerzos fracasar
Entrenamiento a prueba de enojo
¿Cómo podemos mantenernos calmos bajo estas circunstancias? ¿Cómo podemos elevarnos por sobre nuestra naturaleza y evitar el enojo? Cuanto más internalizamos los conceptos de abajo, más fácil nos resultará. Pero, una vez más, no es un desafío fácil. Es el trabajo de una vida entera. Implica chequearnos a nosotros mismos constantemente y revisar nuestras acciones para asegurarnos que son acordes a lo que sabemos – intelectualmente – que es la perspectiva correcta. En breve, tenemos que:
Darnos cuenta que es nuestra responsabilidad superar esta emoción antes que ella nos supere y entender que ningún otro es responsable de que vivamos una vida feliz más que nosotros.
Aceptar a otros, a D-s y a nosotros mismos en nuestras relaciones con ellos.
Ser paciente y planificar bien, sabiendo cuánto tiempo, esfuerzo y dinero requiere cada proyecto de vida y dar lo mejor de nosotros con los recursos que están a nuestra disposición.
Evitar el perfeccionismo y aceptar que si algo que hacemos no es perfecto, aún así tiene su valor (quizás un gran valor).
Mantener un ego estable sabiendo que somos importantes, pero no más importantes que otros.
Hacer lo que es bueno y debe ser hecho porque es lo correcto por hacer – sin esperar una retribución de honor o placer.
Usar la inteligencia emocional para entender que normalmente el otro no quiso hacernos sentir mal; y juzgar a otros favorablemente.
Saber cómo ignorar a la gente que merecen ser ignoradas.
Saber cómo y cuándo expresar sentimientos.
Renunciar a viejos sentimientos de resentimiento: algo “obligado” ya que el enojo es usualmente el resultado de una acumulación de sentimientos anteriores. Cuando los trastornos yacen mucho tiempo, podemos perder el control de cómo expresar nuestros sentimientos por ellos, tal que pueden quedar encerrados hasta explotar inesperadamente.
Ser consciente de cuánto D-s nos ama y se preocupa por cada uno de nosotros. Él sabe qué es lo mejor para nosotros y debemos entender que nadie puede quitarnos nada que Él quiera darnos.
Darnos cuenta que todas y cada una de las personas tiene valor y que de hecho tienen todo el potencial de llegar a lo mejor si aprenden de sus errores y los de los demás.
Aceptando el ladrido del perro
Notemos que varios de estos conceptos están, de alguna manera u otra, conectados con la aceptación y con un ego apropiadamente ajustado. Nadie se enfada con un perro que no maúlla o con un gato que no ladra. Pero, por algún motivo, sí nos molestan otros – o nosotros mismos – y al ser cómo somos, frecuentemente intentamos “arreglarlos”. Sin embargo, el hecho es que las únicas personas que podemos intentar “arreglar” somos nosotros. Irónicamente, cuando vemos algo que debe ser cambiado en otro, suele en realidad ser algo que debe ser cambiado en nosotros. Pero desafortunadamente, solemos ser demasiado perezosos para hacer esto y por eso pretendemos que el cambio sea hecho en el otro. En nuestras relaciones, nos encontramos moliendo agua cuando nos enfurecemos y expresamos nuestros sentimientos de decepción hacia otros por simplemente ser lo que son. En nuestra generación de iPod, queremos “arreglar” y cambiar a otros tan rápido como cambiamos una música que no nos gusta. ¿Existe algo más egocéntrico que esto? Como dice el dicho, “El enojo es un camino que uno sigue para tomar control cuando está fuera de control”. Por el contrario, debemos enfocarnos en controlarnos a nosotros mismos antes que nuestro enojo nos controle.
Sólo una palabra cerrando el tema de las técnicas de solución rápida mencionadas arriba. Si bien tienen valor, se asemejan bastante a aquel hospital construido bajo un puente no finalizado que atiende a conductores y pasajeros heridos que se estrellaron abajo. Debemos esforzarnos para volvernos “a prueba de enojo” cambiando nuestra perspectiva y la forma en que vivimos. La única manera de vivir una vida de contenido y finalmente erradicar el enojo de nuestras vidas es invirtiendo en nosotros mismos.
SOMOS LO QUE DECIMOS
Cuando se acercaron a hablar con Moshe Rabenu las tribus que deseaban asentarse en el lado este del río Jordán – Gad, Reuben y la mitad de Menashé, Moshé Rabenu hizo una muestra de enojo un tanto extraña.
En el momento de contestarles a su petición, lo hizo con una pregunta retórica:
“¿sus hermanos saldrán a la guerra y ustedes se asentarán aquí?”.
El vocero de estas tribus respondió que de ninguna manera estaban considerando esquivar sus responsabilidades militares y derivárselas a sus hermanos, sino que estaban dispuestos a unirse a la guerra para conquistar Kenaan junto con las demás tribus.
Sin embargo, señalaron que primero precisaban hacer ciertos arreglos para sus familias y sus posesiones: “Construiremos recintos para nuestro rebaño aquí en este lado del río así como ciudades para nuestros hijos (y familias)”. Cuando Moshé accede al pedido de las tribus, hace un significativo cambio en el orden de los arreglos por hacer: “…construyan ciudades para sus hijos y recintos para sus rebaños”.
¡Este cambio no fue accidental!
Cuando una persona al hablar menciona una serie de asuntos en cierto orden, lo que menciona en primer lugar suele ser, por lo general, de mayor importancia o de mayor valor que el resto de de los asuntos. Al hacer su pedido, el vocero de las tribus primero mencionó cómo y dónde dispondrían su fuente de mantenimiento – sus rebaños – y sólo luego indicaron cómo se encargarían de la seguridad de sus hijos. Moshé los reprendió por esto indirectamente, primero mencionando cómo ubicar a sus hijos y luego la seguridad para sus rebaños.
¿Y qué hay de nosotros? La gente puede invertir tanto tiempo, pensamiento y dinero en sus inversiones. Pero por algún motivo, sus hijos – la mejor inversión a futuro – usualmente toman un segundo plano. Los hijos requieren tiempo, interés y pensamiento por parte de los padres. Por supuesto, también necesitan dinero. Pero el dinero proporcionado para satisfacer las necesidades de los hijos nunca puede ser un sustituto a su necesidad fundamental de tiempo y pensamiento por parte de los padres. ¡¿ Acaso uno se arriesgaría a prescindir de invertir tiempo y pensamiento en una inversión y simplemente invertir en ella dinero?!
Sólo un padre ingenuo se convence a sí mismo que el niño no nota cuáles son sus prioridades. El subconsciente del niño hasta percibe subtítulos, tal como el orden que el padre usa al mencionar los valores de la vida. Y, por supuesto, los cónyuges también pueden olfatear estos detalles en el otro.
Moshé ayudó a las dos tribus y medio a armar sus prioridades reordenando su “lista”. Si aprendemos de Moshé y nos encargamos de organizar nuestras prioridades antes de mencionárselas a los demás, seremos mejores padres, esposos, y – hablando en general – mejores personas.
“Las tres semanas”
Conectándonos con nuestro pasado
Hay veintiún días en el calendario judío en los cuales es nuestro deber lamentarnos por la destrucción de nuestro Santo Templo En Jerusalén. Las Tres Semanas – comenzando con el ayuno del decimoséptimo día de Tamuz y finalizando en Tishá BeAv – son un período de duelo nacional durante el cual la Ley Judía nos ordena a restringirnos de placeres tales como, escuchar música, cortarse el pelo, y contraer matrimonio. Las costumbres y conductas propias del duelo se intensifican hasta llegar a su clímax en Tishá BeAv.
Pero seria un error limitar nuestro duelo por el Templo a acciones externas. De acuerdo a la Ley Judía (משנה ברורה, תקנא סק’ ק”ג בשם האר”י), deberíamos aprovechar el tiempo de cada uno de los días durante estas tres semanas (especialmente durante la medianoche y el mediodía) para lamentarnos y llorar por la destrucción del Templo.
En forma ideal, deberíamos enfocarnos en nuestra pérdida y proyectar estos sentimientos exteriormente. Quizás la siguiente parábola, que algunos de ustedes pueden haber escuchado, nos ayude a apreciar mejor el desafío y la importancia de identificarnos con la trágica pérdida de nuestro Templo.
Había una pareja la cual se amaban el uno al otro intensamente, pero, desafortunadamente, no habían sido bendecidos con hijos. Ellos se consolaban mutuamente diciendo que ya llegará el día en el cual estén “preparados” para ser padres, cuando podrán manejar sus futuros con sus manos. Ellos rezaron juntos, fueron juntos a pedir bendiciones de grandes rabinos, y fueron a hacerse tratamientos juntos. En su camino a casa desde su trabajo, la mujer solía pasar por un parque en donde observaba a los niños jugar y a las madres meciendo los cochecitos de sus bebés y hablando sobre temas de padres. Esta “aspirante a madre” miraba hacia el cielo y pedía a D-s que la bendiga también a ella, con un hijo.
La dura espera continuó año tras año – por veinte años. La mujer le lloraba amargamente a su marido, y comenzó a desesperarse. Pero su fiel marido siguió alentándola – mientras se alentaba a sí mismo. Una noche, vio el rostro de su esposa lleno de lágrimas y sugirió que intentaran otra serie de tratamientos. Finalmente, la mujer quedó embarazada, y los dos fueron catapultados más allá de la “novena nube”. A menudo se quedaban despiertos hasta tarde discutiendo cuál sería el nombre de su bebé si fuera niño o niña.
Ellos hablaban sobre el barrio ideal para vivir y sobre detalles de buena paternidad por la que nunca antes habían atravesado. Rieron juntos durante nueve meses – los mejores nueve meses de su vida matrimonial.
Cuando la mujer estuvo lista dentro de la sala de parto, comenzó a sentir un terrible dolor que no tenía relación con el dolor de parto común que había estado experimentando durante las horas previas. El doctor llegó rápidamente e hizo un examen de ultrasonido y la inesperada causa se hizo evidente: el bebé no estaba en la posición correcta y su cordón umbilical estaba enrollado fuertemente alrededor de su cuello.
Las complicaciones empeoraban a cada minuto y la vida de ambos, madre e hijo, estaban en peligro. El doctor puso los hechos concretos sobre la mesa en forma de ultimátum: ¡o la madre o el bebé! No había tiempo suficiente para preguntar a un Rabino sobre qué dicta la Ley Judía en este caso y la pobre mujer actuó emocionalmente: ella se volteó hacia su esposo y dijo:
“llámalo Najum, y cuéntale sobre cómo di mi vida por él. ¡Y asegúrate que diga kaddish por mí con todo su Corazón!”
El padre mantuvo a su hijo en sus rodillas en el Brit, y todo el mundo lloró amargamente cuando mencionó su nombre. Cada año, Najum celebraba su cumpleaños en el Yortzait de su madre. El decía Kadish en el Shul desde el primer día que comenzó a concurrir a él. Y en el día de su Bar Mitzvá, su padre le pidió que visite la tumba de su madre y diga Kadish fervientemente por quien dio su propia vida por él. El padre se llevó una gran decepción al ver que el niño dijo el Kadish despreocupadamente, sin una lágrima en sus ojos. El padre estaba devastado. “Najum”, preguntó, “¿acaso no sientes nada por tu madre quien entregó su vida por ti?”.
Najum miró fijamente al suelo e intentó explicarse: “pero, yo nunca la conocí. Realmente no siento nada por la persona que todo el mundo me ha estado diciendo que tengo que llorar por ella”.
Cómo sobrevivimos
En cierto sentido, todos somos Najum. Tenemos dificultad de lamentarnos por el Beit Hamikdash, algo que nunca hemos tenido el privilegio de experimentar. Pero detengámonos y pensemos por un minuto. El profeta Irmiahu nos dice que D-s vertió su ira sobre “palos y piedras” – el Santo Templo – en lugar de destruir al pueblo judío por los pecados que cometieron (Eijá, cap. 4). Nosotros sobrevivimos solamente porque el Templo fue destruido. Sin embargo, para comprender completamente qué es lo que hemos perdido, debemos aprender sobre las enormes diferencias entre la era del Templo y la presente. El Templo fue mucho más que un mero edificio de ¨palos y piedras¨. Era el lugar donde todos los corazones Judíos se conectaban. Y ese era el único lugar en toda la galaxia en el que la gloria de la Presencia de D-s podía experimentarse. Sólo destruyendo ese maravilloso lugar podía D-s despertarnos de nuestro letargo espiritual y de nuestras vidas llenas de transgresiones.
Lamentándonos por nuestra antigua grandeza
El Talmud pone énfasis sobre la relación de los descendientes de Iaakob y Esav: cuando un pueblo sube, el otro baja. No pueden prosperar y tener éxito simultáneamente. Cuando la antigua Jerusalén estaba en su esplendor, nuestra nación estaba en la cima del poder mundial, intelectualmente, económicamente y físicamente. La ética y moral de nuestra nación era del más alto calibre tal que todas las demás naciones la alababan. Para tener una noción de lo que perdimos cuando nuestro Templo fue destruido y nuestra nación exiliada, solo necesitamos pensar en la pronunciada caída ética que la moderna sociedad occidental experimentó durante las últimas generaciones. En la época del Templo, los judíos éramos una nación de grandeza espiritual, que trabajaba constantemente en la construcción del carácter y de la sensibilidad del uno con el otro. Durante estas tres semanas, deberíamos tomarnos el tiempo y meditar en quiénes fuimos y qué fue lo que perdimos.
Luto y depresión
Recientemente me pidieron que detalle la diferencia entre luto y depresión. En breve, depresión es el estado de infelicidad caracterizado por sentimientos de abatimiento y falta de esperanza. El luto, en contraste, está caracterizado por un sentimiento profundo de tristeza que sigue a la muerte de un ser querido o una gran pérdida de algún otro tipo. El período de luto es el tiempo en el cual la persona internaliza la comprensión de su pérdida y se conecta emocionalmente con lo que una vez tuvo. Tiene un efecto opuesto al de la depresión. Ayuda a la persona en duelo a comprender la importancia de la vida y a cómo usar su tiempo más sabiamente. Lo motiva y le proporciona una nueva perspectiva sobre cómo debería vivir su vida. Intentemos que estas próximas tres semanas sean un período de este estilo.