toldot spanish 2013

                                             Directo del corazón

Imagínate cómo se vería tu día con una técnica de conducta que te convierte en el mejor negociador que conoces. Imagínate cuán maravilloso sería si encontrarías una forma de alisar las relaciones rocosas que tienes con aquellas personas con quienes no te llevas muy bien. Imagínate si tuvieras a tu disposición la herramienta que separa entre los piadosos y los malvados, invistiéndote de poder para convertirte en tzadik… Bueno, deja de fantasear, pues después de leer este artículo tendrás esta herramienta en mano. Cuando termines de leerlo, sólo te faltará llevarlo a la práctica para prosperar. Porque TODO y cualquier éxito se reduce a dos cosas: saber qué hacer y HACERLO, saber qué no hacer y ABSTENERSE DE HACERLO. Así de simple.

Ten en mente a la persona con quien no te llevas muy bien; aquella persona que, por así decirlo, te pone los pelos de punta. ¿Qué sientes al ver el rostro de esta persona en tu mente? APÚNTALO POR ESCRITO. Ahora, sal de ti mismo. Trata de meterte dentro de aquella persona, de su rostro, de sus valores, de sus vestimentas… por unos instantes incluso cambia tu nombre por el de él. Ahora sí, mientras eres él, pero realmente siendo él, ¿qué piensas sobre ti mismo? Vestido en las cualidades del otro, ¿qué piensas sobre ti? Apúntalo todo por escrito. Después de hacerlo correctamente, serás capaz de ver las cosas desde el punto de vista de la otra persona y te será más fácil comunicarte y tratar con ella positivamente. Como segundo paso y utilizando la misma técnica, métete dentro de una tercera persona: ahora, pensando que eres una tercera persona, un ajeno, un observador imparcial; ¿qué aconsejarías hacer en una situación así, como partidario neutral y ajeno, a fin de mejorar la relación? ¿Eres capaz de ver ambas partes y sentir lástima por la dificultad de relacionarse entre ellas? Cuando hacemos este cambio de perspectiva, comenzamos a darnos cuenta de que no se trata de dos personas difíciles, sino simplemente diferentes.

Si debes negociar con alguien, la mejor forma de hacerlo es saliéndote de ti mismo, de tus propios intereses, y observar las cosas desde el punto de vista del otro. Si no logras utilizar esta técnica, haz lo que puedas para estudiar el punto de vista del otro. Entonces sí, piensa qué puedes hacer para satisfacer los intereses y necesidades del otro y al mismo tiempo salir ganando. Esto requiere de mucho pensamiento, pero te puede llevar muy lejos.

Todo esto se aprende del Midrash (Rabá, Ester 10). El Midrash señala la diferencia entre un tzadik y un rashá, un hombre piadoso y uno perverso. El tzadik habla  אל ליבוo על ליבו – es decir, a su corazón o sobre su corazón, mientras que el rashá habla בלבו, en su corazón. Limitarse a los pensamientos del corazón, es lo que marca la diferencia.

Por ejemplo, en nuestra Parashá, cuando Esav se enoja con su hermano Iacov por haberse llevado las bendiciones de Itzjak que, según Esav creía, le pertenecían a él; se dijo en su corazón: “Se acercarán los días de duelo por mi padre, y entonces mataré a Iacov, mi hermano” (27, 41). Él era consciente de que no podría matar a Iacov mientras este estudiaba Torá, y por ningún motivo Iacov cesaría de estudiar Torá. Lo único que podía interrumpir el estudio de Iacov era un estado de duelo, ser אבל. “Cuando Itzjak muera y Iacov se siente en duelo, podré matarlo…”, pensó Esav en su corazón. “Pero si asesino sólo a Iacov, seré convocado al tribunal rabínico de Shem y Éver. Es preferible, entonces, que contraiga matrimonio con la hija de mi tío Ishmael, despertaré su furia contra Itzjak por haberse llevado las bendiciones de Abraham, a tal punto que él mismo lo mate a Itzjak. Entonces yo mataré a Iacov y también a Ishmael pues soy el Goel Hadam (familiar más cercano de la víctima, quien tiene el derecho e incluso la obligación de vengar la sangre de su familiar) de mi padre. De este modo, todas las bendiciones de Abraham quedarán para mí”, fueron los pensamientos del malvado Esav (Bereshit Rabá 66). ויאמר עשיו בלבו, todo esto lo dijo en  su corazón, no a su corazón ni sobre su corazón. Por más de ser impensables para una persona destacada en su honor y respeto al padre, todos estos atrevidos pensamientos y sentimientos circulaban en el interior de Esav. Sólo debo conseguir que alguien mate a papá, para poder matar a mi hermano y mi tío.

El Midrash nos cuenta sobre otro rashá que se habló a sí mismo en el corazón: ויאמר המן בליבו – Hamán dijo en su corazón. Cuando Ajashverosh le preguntó a Hamán qué hacerle a la persona a quien el rey quiere honrar, Hamán pensó para sí mismo: el rey seguramente me quiere honrar a y me pregunta a cómo brindarme a honores. ¡Qué atrevimiento! ¿Qué le hacía pensar que el rey se refería a él? Este es otro pensamiento en el corazón; el pensamiento de un rashá.

Sin embargo, cuando los tzadikim se hablan a sí mismos, como cuando Janá rezaba incesantemente por tener un hijo y para ello necesitaba poder concentrarse en sus plegarias (ver el Radak), a pesar de sus esperanzas casi defraudadas, dice חנה מדברת על ליבה, que ella hablaba sobre su corazón. Cuando el rey David analizó dentro de sí la posibilidad de huir de Shaúl junto a sus 600 hombres a la tierra de los Filisteos, a pesar de las sinceras disculpas de Shaúl, está escrito ויאמר דוד אל לבו (Shemuel a 27) – Pues los tzadikim tienen dominio sobre sus corazones, en tanto que los reshaim se encuentran bajo el control de su corazón. Todo está relacionado con la forma que uno se habla a sí mismo, la forma que uno maneja sus pensamientos internos. Creo que el Midrash requiere de una explicación más específica.

Uno de los fundamentos básicos del judaísmo es que la persona viene a este mundo para santificar el Nombre de Di-s. Asombrosamente, el Gaón de Vilna (al comienzo de Éven Shelemá) dice que el propósito de nuestra visita al mundo es romper una midá, una cualidad negativa. ¿Cómo es posible armonizar esta aparente contradicción?

La respuesta es que la mayoría de las personas saben qué es lo que deben hacer para servir mejor a Di-s, qué pueden hacer para santificar el Nombre de Di-s. El problema es que a veces tenemos una midá que nos impide llevarlo a cabo: holgazanería, enojo, soberbia, seducciones materiales, envidia, etc. Si uno rompe esta midá a fin de poder servir a Di-s, demuestra que Di-s y el cumplimiento de Su Voluntad son de suma importancia para él. Para la mayoría de las cosas en la vida, nadie está dispuesto a cambiar, pero al presentarse una situación de mucha importancia, quizás se esfuercen por cambiar una cualidad. Al trabajar duro por eliminar una cualidad negativa que nos impide cumplir la Voluntad de Di-s, demostramos cuán importante es la Voluntad Divina para nosotros. Y así es como la persona se convierte en un kidush Hashem andante, una santificación viva del Nombre de Di-s.

Si uno sirve a Di-s sólo cuando le concuerda con los parámetros de su forma de ser, o cumple sólo lo que le es fácil o conveniente – sólo lo que se amolda a la imagen propia de sí mismo – entonces, si bien aquellas mitzvot son importantes, con ellas solamente la persona no termina de cumplir su misión. Aún no se transforma en un kidush Hashem andante, parlante. Para realmente santificar el Nombre de Di-s, primero necesitamos romper una cualidad negativa.

Y por más que suene extraño, en varios lugares la Torá menciona que la persona piensa en el corazón. Existen dos clases de pensamientos: los pensamientos de la mente y los pensamientos del corazón. Los del corazón son las creencias, emociones, deseos y similares; mientras que los de la mente son pensamientos intelectuales, racionales y cognitivos. Los tzadikim dejan que los pensamientos de la mente controlen a los del corazón. Esta es la fórmula. Cuando Di-s fija un modelo de conducta a seguir, a pesar de ser este contrario a las creencias, emociones y/o deseos del tzadik, él ejerce control y dominio sobre estos pensamientos de su corazón. Cuando una cualidad va en contra de la Torá y las mitzvot de Di-s, los tzadikim lo ven como una obligación romper aquella midá. De este modo alinean sus acciones con la Voluntad de Di-s y no se mantienen limitados a sus pensamientos, emociones o creencias habituales y naturales. Y aun si sus corazones les dictan una cierta conducta, si ellos saben que esta es contraria a lo que se debe hacer, ellos superan este impulso. Ellos son capaces de ver las cosas desde un punto de vista ajeno al de sus propios corazones. Ellos trascienden su propio ser y hacen lo que es correcto desde el punto de vista de la Torá. No así los reshaim. Ellos creen que estas cosas no están bajo su control, que no lo pueden hacer. Ellos observan el mundo desde el punto de vista de sus corazones, de los deseos, las emociones y sus propias perspectivas y creencias. Ellos insisten en pensar de esta manera, aun si suena ridículo. Porque para los reshaim, la perspectiva del corazón es la única que existe.

Con esto podemos entender por qué la cabeza de Esav mereció ser enterrada en la Cueva de Majpelá. (El Baal Haturim dice que a esto aluden las primeras letras de las palabras ויקם שדה עפרון – que juntas leen Esav.) Pues en su mente, en su cabeza, él pensaba como un tzadik. Su cuerpo, por otra parte, no fue enterrado allí, pues no se conducía tras los pensamientos de su mente. Esto es lo que define si la persona es tzadik o rashá. Todo depende de si uno está dispuesto de salirse de sus creencias, deseos y emociones para hacer lo que sabe que es la correcta forma de actuar.


Clases de foniatría


Una persona con quien practicaba “coaching” quería lograr un cambio de conducta; quería dejar de enojarse. Esta persona no se daba cuenta de que su tono de voz era muy grave y amenazador; al hablar, daba la impresión de estar a cargo de todo y emitiendo órdenes. Incluso parecía como si se estuviera forzando a hablar en tono fuerte y grave. Cuando percibí esto, le recomendé un buen especialista en foniatría. En una sola sesión, el foniatra le enseñó a hablar con voz más relajada, más aguda y suave. ¡Ejercitando este cambio de voz, mi paciente logró superar el enojo…! A tal punto que las personas que generalmente trataban de evadirlo, incluidos sus hijos, comenzaron a disfrutar de las conversaciones con él. Yo mismo no podía creer cuán exitosa había sido la táctica: el hombre que solía enojarse dos veces por día, ya llevaba dos semanas sin enojarse.

Nuestra forma de hablar está completamente ligada a nuestra forma de actuar. El tono de voz influye enormemente sobre nuestros sentimientos, así como expresa lo que hay dentro de nosotros. Lo vemos en Iacov Avinu; cuando Itzjak oyó la voz de su hijo Iacov y palpó la piel velluda de Esav, dijo הקול קול יעקב והידיים ידי עשיו – La voz es de Iacov, y las manos son de Esav. Rashí explica que la “voz de Iacov” se refiere al modo de hablar de Iacov. Pues cuando Iacov necesitaba que su padre se parara, decía קום נא levántate por favor. Empero Esav le decía יקום אבי levántate padre. Itzjak estaba al tanto de esta diferencia, y por eso percibió que quien estaba parado frente a él quizás era Iacov y no Esav.

Cabe preguntar, si Iacov cambió todo, su vestimenta, nombre y todo lo relacionado con su identidad, ¿por qué no cambió también su forma de hablar? ¿No podía haber dicho “levántate padre” como lo decía su hermano Esav?

La respuesta es que Iacov estaba dispuesto a cambiar casi todo de sí mismo, pero no su forma de hablar. Hablar como un hombre de caza, sin modales y respeto como su hermano Esav, era algo que Iacov no estaba dispuesto a hacer. Ni siquiera por un instante. ¿Por qué no cambió la voz? A fin de cuentas, su forma de hablar habitual lo podía dejar mal parado frente a su padre; es más, incluso le podía hacer perder las bendiciones. Sin embargo, cambiar su voz – su forma de hablar con las personas – significaba cambiar su verdadera identidad. Eso era algo que no estaba dispuesto a hacer.

Nuestro entorno nos conoce no sólo por lo que decimos, sino también por cómo lo decimos.

Shabbat Shalom, Yosef Farhi


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