spanish VAYIGASH

¿Y ahora?


En la Parashá de esta semana hay un versículo que me deja pasmado cada vez que lo leo: והנה עיניכם רואות ועיני אחי בנימין כי פי המדבר אליכם. Rashí comenta en base al Talmud en Meguilá 16, que Iosef le dijo a sus hermanos que así como no guardaba rencor por su hermano Biniamín, que no había estado involucrado en su venta, tampoco guardaba rencor por ellos. ¿Cómo pudo Iosef lograr algo así? ¿Olvidar y perdonar tantos años de prisión, humillación, su venta como esclavo y el distanciamiento de su padre? No sólo olvidó todo lo que le habían hecho, sino que incluso le dio a su hijo el nombre Menashé “כי נשני אלוקים את כל עמלי”, expresando su capacidad de olvidar todo el sufrimiento del pasado. ¿De dónde obtuvo Iosef esta asombrosa habilidad de olvidar y perdonar? ¿Qué “truco” utilizaba para dejar que el pasado cayera en el olvido? En la actualidad, gran parte de la psicología humana está centrada en ayudar a personas enmarañadas en sus emociones del pasado a deshacerse de ellas. ¿Cómo hizo Iosef, sin la ayuda de un psicólogo? Iosef les reveló a sus hermanos el secreto… ןעתה אל תעצבו ואל יחר בעיניכם כי מכרתם אותי הנה כי למחיה שלחני אלוקים לפניכם… ועתה לא אתם שלחתם אותי הנה כי האלוקים… Y ahora no os pongáis tristes ni os enojéis por haberme vendido a este lugar, pues Di-s me envió aquí antes que ustedes para manteneros… Y ahora no fuisteis vosotros quienes me enviasteis aquí, sino Di-s… ¿Qué quería transmitirles Iosef por intermedio de la palabra ועתה – y ahora?

La respuesta reside en el secreto que conservó la verdadera identidad de Iosef. ועתה – ahora. Iosef no trataba de olvidarse del pasado, sino que simplemente vivía el presente. El presente, sea como fuere que Di-s se lo presentaba, automáticamente hacía olvidar el pasado. Y, así como se lo dijo Iosef a sus hermanos, “ahora” podemos ver la Mano Divina mucho mejor que viendo Su Mano en el pasado.

Esto es algo muy difícil de explicar, pero fácil de entender. Existen distintos niveles de “ahora o presente”. Todo aquello que podemos ver, oír, oler, palpar o sentir, es “presente”. También todo lo actuable es en el “presente”. Cualquier otra cosa es pasado o futuro. Todas las amarguras, enojos y sufrimientos que los seres humanos no podemos olvidar, son pensamientos del pasado o el futuro, no del presente. No hay nada que podamos hacer por ellos, y es por eso que los pensamientos sobre el pasado y el futuro (aproximadamente un 80 por ciento de los pensamientos humanos) son tan estresantes. ¿Por qué? Justamente porque no podemos hacer nada por ellos, porque no son actuables. Aun cuando intentamos conversar con otros acerca de nuestros pensamientos sobre el pasado o el futuro, ellos nunca lograrán ver, sentir u oír a qué nos referimos exactamente como lo tenemos en nuestras mentes. Y así nos quedamos solos con nuestros pensamientos. El pensamiento no existe en ningún otro lugar, excepto en la mente de la persona que sufre de él. Muchos pensarán que estoy exagerando cuando digo que un 80 por ciento de los pensamientos son acerca del pasado o el futuro. Probémoslo. La próxima vez que notes que tu mente no estuvo concentrada mientras rezabas, trata de recordar en qué pensamientos estuvo navegando – verás que eran o del pasado o del futuro. Pues de haber sido pensamientos sobre el presente, el “ahora”, hubieras estado concentrado en las plegarias. Ya que cualquier otro pensamiento no es actuable durante las plegarias, cuando permaneces parado con los pies pegados. Es un momento en el que no podías haber hecho otra cosa, de modo que no podían haber sido pensamientos actuables y del “ahora”.

Vi una vez que alguien escribió: “cualquier pensamiento que piensas más de una vez, es un pensamiento estresante. Si es actuable hazlo y si no lo es, lo único que logra es retardarte, entonces olvídalo”. Esto es lo que dijo Iosef: ועתה אל תעצבו. Ahora, en el presente, después de haberos arrepentido, no hay de qué amargarse. No empiecen a desenterrar el pasado, arrepintiéndose por haberme vendido. De hecho, el Jatam Sofer así lo señala: el Midrash (ב”ר, פכ”א) dice que la palabra ועתה connota teshuvá. Siempre que encontramos esta palabra, aparece junto a algo relacionado con el arrepentimiento. Esto se debe a que la teshuvá implica volver al presente. La persona arrepentida trata de aprovechar al máximo el “ahora”, dejando atrás el pasado. En el presente es una nueva persona. La teshuvá no implica eliminar el pasado, eso es algo que ningún ser humano puede lograr, pues no tenemos acceso a él. El único que puede hacerlo por nosotros es Di-s. Cuando una persona desea volver al pasado y arreglar las cosas, aspira algo irreal, eso no es teshuvá. Cuando una persona aspira lograr lo máximo del presente, para asegurarse de que aquello sobre que se arrepiente no vuelva a suceder, eso es teshuvá. Una vez que lo logra, se acerca a Di-s. Y conectarse con Di-s ayuda a desarraigar todo mal, incluido el mal del pasado. La persona que fue antes de arrepentirse como se debe, ya no existe. Es simplemente un pensamiento. Y esto es también lo que Iosef le dijo a sus hermanos: los quiero a ustedes ahora, pues los hermanos que veo frente a mi se han arrepentido y no quieren volver a ser los mismos que fueron en el pasado. Ahora que hicisteis teshuvá con amor, vuestra acción del pasado queda anulada y mi venta como esclavo es meramente un acto Divino. (חתם סופר על התורה)

Y algo más. No hay mejor herramienta para el éxito de la persona, que su propia mente. Y en forma opuesta, no hay mejor herramienta para la auto-destrucción, que la propia mente. Todos tenemos pensamientos, todo el tiempo. Esto no significa que estemos pensando. “Pensar” es aportar pensamientos actuables en el presente, en el “ahora”. Jamás alguien se lastimó por pensar, pero sí por sus pensamientos. Pues los pensamientos son del pasado y el futuro, mientras que “pensar” es algo del presente. Cuando estamos en el presente, nos conectamos con la realidad, no son solamente pensamientos teóricos; entonces, si hay algo para hacer, no hay de qué amargarse.

No sólo los pensamientos del pasado y el futuro son estresantes e impiden a la persona vivir el presente y hacerlo lo más efectivo y actuable posible. También el observar a nuestro alrededor y sentir que competimos con otros y no con nuestro “yo” de ayer, es otro motivo de stress que nos saca del presente y de pensar “actuablemente”. Iosef también le dijo a sus hermanos: אל תרגזו בדרך, no se enojen en el camino. El Admur de Kretchenief (תורת חיים ואמונה) solía decir que cada persona tiene su propio camino para acercarse a Di-s, cada tribu poseía su propia forma de santificar el Nombre Divino en el mundo. Por eso Iosef les dijo que no se pelearan por cuál es el camino correcto, pues al hacerlo, uno pierde “su propio camino”. Pierde el presente.    


El más noble de todos

 

Sabemos que el Templo Sagrado estaba situado en Jerusalén, dentro del territorio de las tribus de Iehudá y Biniamín. Biniamín se ganó este gran mérito por algo que no hizo: todas las tribus, excepto Biniamín que aún no había nacido, se habían prosternado delante de Esav. Por otro lado, Iehudá mereció que el Templo se erigiera en su territorio por haber activamente tomado la responsabilidad de regresar a su hermano Biniamín con su padre. Iehudá también tuvo el mérito de ser patriarca del Rey David y toda la familia real, incluyendo el futuro Mashíaj. Estos honores y distinciones se las ganó por haber confesado su intimidad con Tamar.

Cabe preguntar, ¿por qué la confesión y la responsabilidad son tan generosamente recompensadas? ¿Por qué Iehudá mereció semejante recompensa por sus acciones?

El Ialkut señala, con respecto a Iehudá (en el pasuk יהודה אתה יודוך אחיך), que quien domina sus instintos y reconoce sus faltas – es merecedor del Mundo Venidero. De aquí deduce el Rav Dessler que la persona puede realmente admitir sus falencias sólo si primero domina sus instintos. ¿Qué implica esto? Muchas veces la gente confiesa, pero pocas veces lo hace comprendiendo la severidad de la transgresión y por un deseo interno de respetar la justicia. Esta motivación pura sí se refleja en Iehudá, quien no necesariamente estaba obligado a confesar el hecho con Tamar, ya que nadie más sabía acerca de lo ocurrido. Su confesión provenía de un respeto interno por la verdad, sin ser afectado por consideraciones externas.

Del mismo modo, Iehudá no estaba obligado a asumir la responsabilidad por Biniamín. Él quiso asumirla. Iehudá había reflexionado que su vida comenzó a deteriorarse desde su intervención en la venta de Iosef: sus hijos Er y Onán se habían casado con Tamar, comportándose de una forma inadmisible delante de Di-s, así él perdió a sus hijos como castigo por haberle quitado su hijo a Iacov. Cuando Iehudá se confesó a sí mismo lo que había hecho, quiso asumir la responsabilidad por sus acciones. Este es el atributo de un león; el símbolo que distinguía a Iehudá. La fuerza de un león se manifiesta en su falta de interés por lo que los demás animales piensan. Devora enormes cantidades de carne, duerme la mayor parte del día y hace lo que quiere. Así también, para dominar nuestro instinto y arrepentirnos sinceramente, debemos actuar a partir del sentimiento que no lo hacemos para impresionar a otros, sino que hacemos lo que es correcto hacer y asumimos la responsabilidad de nuestras acciones, pues eso es lo que yo realmente quiero hacer.

En esencia, este es el aspecto más profundo del reproche mencionado en el Midrash (Rabá 93:10) con respecto al Final de los Días. El Midrash compara el reproche de Iosef a sus hermanos con el que Di-s reprenderá a la humanidad en el futuro. Di-s reprenderá a cada uno de acuerdo a cómo es él. El Rav Pinkus explica que el juicio más atemorizante que deberemos superar será un juicio hipotético: supongamos que las conductas negativas de las cuales nos abstuvimos eran aceptadas por la sociedad, ¿igualmente nos hubiéramos abstenido de ellas? Este juicio revelará nuestro verdadero ser, no aquel dictado por las normas de la sociedad. Tomemos como ejemplo el asesinato. ¡Cuán diferente es quien no asesinó pues no era aceptado en el círculo social, de quien se abstuvo de semejante delito por obedecer el mandamiento Divino! Si, por ejemplo, asesinar estuviera socialmente aceptado como en la Alemania Nazi, la gente hubiera seguido la norma sin examinar sus acciones frente a algún concepto superior de mal y bien. Si por algún motivo los doctores de un hospital estuvieran de huelga y fuera aceptado que los médicos estuvieran fuera de servicio, ¿acaso un doctor particular permanecería con las manos en los bolsillos, sin ayudar a pacientes que podrían ser curados? El juicio del Final de los Días revela si fuimos quienes somos porque así quisimos ser o si fuimos producto de la presión social. Deberemos pasar la prueba, aun si nadie sabrá la nota final.

Por otra parte, sabemos que también Reuvén asumió responsabilidad por su hermano Iosef, convenciendo a sus hermanos a no asesinarlo, sino arrojarlo al pozo. Aun así, no vemos que Reuvén haya recibido recompensa alguna por esto, ¿por qué? ¿en qué se diferencia con Iehudá?

Es más, el Midrash (Mejilta Beshalaj cap. 5) propone otro motivo por el cual Iehudá mereció el reinado; pues cuando sus hermanos querían matar a Iosef, él lo salvó persuadiéndolos a venderlo como esclavo. Este acto le otorgó un gran mérito a Iehudá (Rashí 49:9). Si bien vimos en el otro Midrash que Iehudá perdió a sus hijos como castigo por causarle a su padre que perdiera un hijo, y también que fue excomulgado por sus hermanos por haber vendido a Iosef (pues vieron que el padre, Iacov, no se consolaba); de todos modos el crédito de no haber matado a Iosef permanece para Iehudá. En tanto que Reuvén, por un acto muy similar, no fue recompensado en absoluto.

El Sifté Jajamim (37,40) cita que la motivación de Reuvén a salvarlo, provenía parcialmente de su preocupación por ser culpado por el padre. Pues ya lo había hecho enojar una vez (al cambiar la cama de Iacov de la tienda de Bilá a la de Leá) y quería evitar volver a enojarlo. Reuvén estaba más preocupado por conservar su buen nombre que por asumir la responsabilidad de salvar a Iosef. Iehudá, por el contrario, recibió el crédito de haber salvado la vida de Iosef mediante su venta, porque no le importó lo que los demás dijeran sobre él. Él sabía que era la única forma de salvar a su hermano y sabía que podría ser excomulgado por ello. También mereció que el Templo Sagrado estuviera en su territorio, pues asumió la responsabilidad por Biniamín sólo por su sentido de responsabilidad. No obró así para exonerarse de las sospechas de Iacov por su intervención en la venta de Iosef, pues Iacov nunca supo que él había sido el promotor. Y aun así, Iehudá quiso asumir la responsabilidad.

Esta misma nobleza de hacer lo que es correcto, la vemos en el testimonio de la Torá con respecto a Iosef. Al mantener distancia con la esposa de su patrón, Potifar, el motivo de su determinación había sido וחטאתי לאלוקים Pues (al estar contigo) estaré pecando delante de Di-s. No porque el patrón podría descubrirlo, ni por miedo a que su familia se enterara o por su posición social. Sino porque semejante acción está prohibida por Di-s. Esta fortaleza interior era singular de Iosef, así como de Iehudá en su confesión. Para Iehudá, la verdadera teshuvá por lo sucedido con Tamar y la venta de su hermano, era ser honesto consigo mismo y superar todas sus justificaciones.

De Iehudá podemos aprender a asumir responsabilidad por nuestra familia. Responsabilidad por la verdad y por la justicia. Podemos aprender a obrar bien, porque eso es lo que está bien, no por lo que aparentamos ser. Y podemos aprender los atributos del león, rebajarnos y dimitir nuestro honor por cosas más importantes. Esta es una conducta digna de realeza; las cualidades reales que podemos encontrar en cada uno y uno de nosotros, como hijos del Rey Todopoderoso.

About the author, Yosef

Leave a Comment