spanish VAYESHEV

Vivir el presente


En algún momento de nuestras vidas, todos sentimos desesperación o pena propia por alguna situación que estamos atravesando. Nos imaginamos que, de haber disfrutado de la posición de tal y tal o de haber tenido su suerte, hubiéramos prosperado y vivido felices. Pensamientos como estos pueden atravesar por la mente de jóvenes, estudiantes de Ieshivá o Seminarios, que sufren fracasos: si tan sólo hubiera ido a otra escuela, estaría mucho mejor. Lamentaciones similares pueden cruzar por la mente de quien ve a sus compañeros casarse y formar familias, mientras uno queda detrás. En casos así, la persona tiende a culpar a sus compañeros de trabajo o de vida, familiares, amigos, maestros o autoridades religiosas y demás, por “manejar mi vida” y “desordenármela”.

Sin embargo, esta es una actitud que entorpece e impide el desarrollo del potencial de la persona y afectan enormemente a las decisiones tomadas para el futuro; especialmente si la consecuencia es esperar vagamente la llegada de tiempos mejores.

Tomemos como ejemplo la reacción de Iosef en circunstancias similares a las recién descriptas. El Midrash nos cuenta que Potifar, el amo de Iosef, percibió que él constantemente se murmuraba palabras a sí mismo mientras llevaba a cabo las tareas en el hogar. Potifar sospechó de que el joven Judío estuviera hechizando su casa y su familia y lo encaró acerca de este comportamiento peculiar. Iosef contestó que su pedido a Di-s no se apartaba de sus labios: que cada acción realizada por mí caiga en gracia a los ojos de mi patrón.

Cabe preguntar, qué interés tenía Iosef de caer en gracia a los ojos de su patrón. A fin de cuentas, se trataba de un joven de 17 años, raptado y vendido como esclavo por sus propios hermanos. Considerando su amarga situación, no esperaríamos de él que fuera demasiado aplicado ni especialmente productivo. Aparte de Di-s, Iosef estaba completamente solo en el mundo. No nos sorprenderíamos su hubiera perdido la fe en su familia o religión pensando en que sus hermanos tan piadosos y justos lo habían tratado injusta y atrozmente. Aun así, y a pesar de las circunstancias, Iosef no permitió que estos pensamientos le impidieran actuar correcta y efectivamente. Iosef vivió el presente. Si Di-s lo condenó a la esclavitud, entonces cumpliría su misión de la mejor manera y rezaría constantemente a Di-s que encontrara gracia en los ojos de su patrón; pues eso era lo mejor que podía lograr en su situación actual.

Rabí Simja Bunim de Pshisja solía decir: quien deniega que la suciedad debajo de sus pies fue colocada allí por Di-s por algún propósito, es un kofer (hereje) con respecto a la Providencia Divina. Allí donde nos encontramos, es donde Di-s quiere que nos demostremos. ¿Cuántas personas prosperaron, y no necesariamente por poseer dinero, una buena familia, apoyo emocional, amigos y contactos o un alto nivel intelectual? Mayormente, esto se debe a una cualidad que llamaríamos ingenio. Ellos optaron por elegir lo que sí podían lograr de lo poco que tenían. Observan a su alrededor buscando qué pueden hacer dónde y cómo se encuentran –  y lo hacen.

Es muy extraño ver cómo la gente tiende a echarle la culpa a motivos que creen que los hacen estancar, lo cual les impide avanzar en la vida. Hay tantas decisiones que uno puede tomar y acciones que uno puede llevar a cabo utilizando su libre albedrío; y con ello colmar varios de sus sueños. Di-s le da a cada uno el lugar para hacerlo.

Para terminar, Rabí Tzadok Hacohén, el Tzidkat Hatzadik, deduce que, si Di-s invierte tanto en cada persona, es sin duda porque tiene confianza en cada uno y uno de notros. Es importante creer en nosotros mismos, así como creemos en Di-s. A eso nos referimos cuando decimos el Aní maamín (yo creo…). Primero debemos creer en el Aní, el yo, y luego podemos ser creyentes. Aprendamos primero de la confianza de Iosef en sí mismo y luego podremos aprender de su fe en Di-s.


La inocencia en el queso

 

Durante las noches de Januká, las mujeres se abstienen de realizar trabajos mientras arden las velas de la Janukiá. Esta costumbre conmemora la milagrosa derrota de las tropas griegas por medio de Iehudit, hija de Matitiahu el Sumo Sacerdote. La victoria de Iehudit tuvo lugar el día de su boda, durante el terrible período en que las novias judías eran forzadas a ir con el general griego justo antes de iniciar su vida matrimonial.

Aquel desdichado día, Iehudit se acercó al general llevando consigo una bolsa con una vasija de vino y un bloque de queso. Al recluirse con él, Iehudit abrió la bolsa y le ofreció al general un pedazo seductor de queso. El general no pudo resistir a la tentación y probó el queso salado – lo cual le despertó mucha sed. Iehudit prosiguió a ofrecerle del vino para apaciguar la sed. Tal como había esperado, el vino se apoderó del general y lo sumió en un profundo sueño. Cuando los soldados griegos vieron que su líder había sido asesinado, huyeron por sus vidas. Este conocido episodio es también el origen de la costumbre de comer alimentos lácteos durante la festividad de Januká.

Si bien la costumbre y el relato son ampliamente conocidos, su significado más profundo no lo es. ¿Por qué recordamos el queso y no el vino? Si el plan era hacer dormir al general, entonces el ingrediente principal era el vino; mientras que el queso era simplemente un medio para despertarle la sed. Entonces, ¿Por qué ignoramos el vino y hacemos tanto escándalo del queso? La respuesta es sumamente inspiradora: todo general sabe que no debe beber vino en momentos de guerra. El queso, sin embargo, no se encuentra en los radares de un general en guerra. Si Iehudit hubiera traído sólo vino, su plan no hubiera prosperado. La única forma de seducir al general a beber vino era dándole primero el queso para despertarle la sed. El fracaso del general fue creer que podía comer queso sin tornarse sediento hasta el punto de necesitar una copa de vino para calmar la sed. Por eso conmemoramos el queso y no el vino.

Somos todos “generales” en la batalla por mejorar nuestro temor de Di-s y nuestro Servicio a Él. A veces nos enfrentamos a tentaciones que nos pueden hacer tropezar. Un pecado evidente es más fácil de superar que estas. A veces caemos en trampas que metafóricamente podemos llamar “quesos”, convenciéndonos a nosotros mismos de que “esto no tiene nada de malo”, “sólo una vez” o “yo conozco mis límites”. Estas y otras situaciones similares atraviesan las mentes de muchos “generales” en la batalla por los valores de la Torá.

Lo que debemos temer no es del “vino”, sino del “queso” que es mucho más dañino, pues somos propensos a convencernos de que es “solamente queso”.

 

Muerte exitosa

 

Un título así, sin duda llama la atención de muchos; no por eso lo elegí, sino porque la forma de entender el éxito varía entre las distintas personas. Al recitar el Halel en la sinagoga y decir אנא ה’ הושיעה נא… הצליחה נא, “Por favor, Di-s, envíanos pronto la salvación… y el éxito“, cada uno de los congregantes puede estar pensando en otra cosa. Por supuesto, están los que ni siquiera piensan, sin embargo, aun entre los que sí ponen intención en las palabras, la definición del “éxito” que aquí se pide, difiere en gran medida.

Un Avrej (estudiante de kolel) a quien estaba tratando de ayudar y orientar, se sentía próspero y exitoso en un cierto campo comercial. Él sentía que si en aquel ámbito estaba ganando dinero, entonces seguramente era lo que Di-s esperaba de él que realizara en su vida. Este es un pensamiento muy común; cuando la gente gana dinero o se hace famosa, siente que está cumpliendo la Voluntad Divina. Pues de lo contrario, ellos creen, Di-s no les hubiera concedido el éxito. Es un error, y el Jovot Halevavot lo expone con suma claridad: en muchas ocasiones, Di-s enriquece a la persona y su fortuna no es una bendición, sino una prueba. Resulta, entonces, que desde el punto de vista de la Torá, ganar dinero no es en absoluto la definición del verdadero éxito. Del mismo modo la fama, no es necesariamente un éxito, sino una prueba. Si prestas atención, verás que en las plegarias no hay un pedido de riqueza o fama (a menos que uno lo haga en forma personal, en el párrafo de שמע קולנו), ¿por qué? Pues para la mayoría de las personas ser rico o famoso no es una bendición e incluso puede ser perjudicial, pues los aleja de aquello que el Judaísmo considera realmente exitoso. Para nosotros, el único éxito es vivir y morir על קידוש השם, santificando el Nombre Divino en todo momento. Y por eso, la única forma aceptada de pedir a Di-s riqueza y honores es con la intención de utilizarlos para prosperar en nuestra santificación de Su Nombre. ¿Cómo es posible verificar si la intención es sincera? Si al ser respondidas las plegarias uno se jacta de “ser exitoso” o de que “Di-s me hizo prosperar”.

Esto me recuerda una anécdota personal que me ocurrió con mi Rosh Ieshivá, Rabí Natan Tzvi Finkel zt”l, un acontecimiento que realmente demuestra la esencia de lo que él era y de cómo logró estar a la cabeza de la Ieshivá más grande del mundo. Hace algo de seis años atrás, me enteré acerca de un próspero miembro de la comunidad, también amigo de mi familia, que se había enroscado en una complicación financiera. Dado que este individuo solía contribuir enormes sumas a importantes fundaciones de Israel, pregunté si era posible que  en la Ieshivá se leyera Tehilim por su éxito y su ישועה. El Rosh Ieshivá me respondió: “no sabemos cómo pueden desarrollarse los acontecimientos, debemos rezar solamente que el resultado sea un verdadero קידוש השם”. En aquel momento, no entendí lo que quiso transmitirme. Ahora, sí. Ahora me doy cuenta de que todas nuestras tefilot no son por aquello que nosotros consideramos exitoso; ni que los enfermos se curen, ni que los pobres se enriquezcan. Ni siquiera que podamos estudiar Torá con más fervor. No. Si bien eso es, de hecho, lo que pedimos en las plegarias, no es la esencia de lo que estamos diciendo. El dinero va y viene; las personas también van y vienen; pero lo que está en juego es el כבוד שמים, la honra de Di-s: o un kidush Hashem o un Jilul Hashem. La esencia de todas las plegarias es que podamos santificar el Nombre Divino; sí, pedimos cosas específicas, pues cuando Di-s escucha nuestras plegarias y las responde, se logra un verdadero קידוש השם, pues le pedimos y nos concedió, y a Él le atribuimos nuestro éxito. Así concluimos la primera bendición de la Amidá: למען שמו באהבה – no para nosotros, sino para Él. Estamos incluso  dispuestos a morir por Su Honra, (una de las intenciones que se debe tener al recitar estas palabras) y ese será el verdadero éxito, pues de eso se trata nuestra vida. Y aun así, tendemos a olvidarlo.

El Talmud en Sotá (10) dice que Iosef santificó el Nombre de Di-s en privado, al superar la prueba con la esposa de Potifar, y mereció que la letra ה del Nombre Divino sea añadida a su nombre: עדות ביהוסף שמו. Iehudá, quien santificó el Nombre Divino en público, mereció que todo su nombre sea el Nombre de Di-s. Al reconocer en el acto con Tamar, salió una Voz Celestial que anunció: “tú salvaste a Tamar y sus dos hijos, Yo salvaré a Jananiá, Mishael y Azariá de Nebujadnetzar”. Vemos, entonces, que la forma de santificar el nombre de Di-s es obrando y viviendo de acuerdo a Su Voluntad, tanto si lo hacemos en privado o en público. A veces nos olvidamos de que vivir como se espera de nosotros, con todos los desafíos que enfrentamos, pone en juego la honra de Di-s; o santificamos Su Nombre o lo profanamos, Di-s no permita. Vemos, no obstante, que Iosef fue el único en llamarse “exitoso” por la Torá: “ויהי ה’ את יוסף ויהי איש מצליח”, en la casa de Potifat y trabajando como esclavo. ¿Por qué? Pues Di-s estaba con Iosef y así él era capaz de santificar Su Nombre.

El Tzofnat Paaneaj escribe que la mitzvá de encender las velas de Januká es doble; está la conmemoración del milagro del aceite y la publicación del milagro de la victoria. La meticulosidad al encender las velas en un horario y lugar indicado para cumplir la obligación de pirsumé nisá, no es fanatismo, sino que es toda la esencia de Januká. Es mostrar que la victoria no fue solamente en la batalla, sino que fue una santificación del Nombre de Di-s.


Shabbat Shalom, Yosef Farhi

להצלחת אליהו בן סופי

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