spanish MIKETZ 2013
Lamentables pensamientos
En una conversación que recientemente tuve con un adolescente, le pregunté cómo pasa su tiempo libre. Su respuesta “aburriéndome”, me instó a seguir más allá. Le pregunté cómo se sentiría si habría de descubrir que terminaría aburrido por el resto de su vida. Él se tomó un minuto y medio para considerar la pregunta y luego soltó una síntesis de sus pensamientos: “sería la peor maldición del mundo”.
De hecho, la Torá menciona el aburrimiento como una de las maldiciones en la tojejá de Parashat Bejokotai (28,28): יככה ה’ בשגעון ובעורון ובתמהון לבב. El Targum, traduce תמהון לבב al arameo como שיעמום – aburrimiento. Lo cual es muy extraño, pues resulta entonces que incluso algunas de las maldiciones mencionadas en la Torá y apuntadas hacia los pecadores, son de hecho cosas que las personas se provocan a sí mismas. Es decir, cosas que sí están bajo nuestro control. Supongo, también, que en nuestra generación la humanidad ha alcanzado la cima de esta maldición de aburrimiento.
Otra maldición padecida por nuestra generación, que es mucho mayor y también implica un sometimiento activo de la persona misma a la maldición, es la autocompasión. Aun así, si tomamos las riendas sobre este punto específico, podemos no sufrir de él. Comencemos por el lado positivo: imagínate por un instante que en el medio de esta página hay un botón mágico que al presionarlo quedas feliz por el resto de tu vida. Aun en momentos difíciles; y te ayuda también a ser fuente de fortaleza para quienes lo necesitan. ¿Presionarías el botón mágico? Recuerda que no tiene vuelta atrás, y no podrás volver a estar triste, refunfuñar o quejarte. ¡Debes de estar loco si no lo presionas! Por más ridículo que suene, existen personas que preferirían no tocarlo y permanecer tristes por el resto de sus vidas. Si quieres estar feliz en la vida, necesitas querer estar feliz. Y no sólo querer, sino realmente quererlo. La fórmula secreta para adquirir la felicidad es planificar algo que puedes hacer – que disfrutarías hacer – y hacerlo. Disfruta. Así de simple. Existe una sola cosa que te puede impedir vivir de esta forma: la autocompasión.
Así es; hay gente que para sentirse querida necesita sentir que le tienen lástima. Esta es la técnica que implementan, por más que muchas veces estén disfrazando su verdadera identidad sin siquiera ser conscientes de ello. Se han acostumbrado a manipular el cariño, el amor, el interés, tiempo y demás en sus relaciones con las personas, por intermedio de la lástima que despiertan. A veces este síntoma comienza desde temprano, en la escuela o en casa con los hermanos. Los padres recompensan y prestan atención a algunos niños por portarse bien y a otros por tenerles compasión. Peor aún es cuando aquel a quien le tienen compasión recibe de los padres más que los demás. Si te portas bien, recibes un premio. Pero si lloriqueas, el premio es más grande aún. A veces, los maestros concentran toda su atención en el 30 por ciento de la clase de alcance y conducta mediocre, e incluso diseñan el modo de enseñar el material y el sistema de recompensa por lo logros en base a las necesidades del aquel grupo pobre – flojo en el estudio y en conducta. Esto despierta a la parte conductual del subconsciente a adoptar la idea que “para facilitarte la vida, es mejor que te tengan compasión”. Si eres suficientemente desafortunado como para encontrarte en la calle con alguien en el “dial” de la autocompasión, él te contará cuán lastimosa es su situación, aun si mirándola objetivamente posee más dinero, talento, inteligencia y todo lo necesario que tú. ¡Cuán lamentable! La autocompasión y la felicidad son mutuamente exclusivas; y esta clase de gente opta por la autocompasión.
Este es un factor de suma importancia en nuestra generación, que le impide a la gente vivir feliz, sentirse realizada, positiva y exitosa y, por supuesto, disfrutar de cada momento. Permíteme preguntar algo: ¿qué puede ser peor que experimentar una tragedia? ¡Sentir autocompasión por la tragedia! Como lo expuso un sobreviviente del holocausto que con gran éxito logró construir una hermosa familia: probablemente lo único peor que haber pasado el holocausto es la post-holocausto incapacidad de salir de aquel tiempo de dolor y sufrimiento y seguir adelante. La peor maldición es llenarse de autocompasión. El peor vecindario para habitar es el barrio de las víctimas. Nada es capaz de hacerte trizas mejor que la autocompasión. Una persona que padece de autocompasión, está constantemente sufriendo; las 24 horas del día, 7 días a la semana.
La autocompasión es otra de las maldiciones que, de hecho, se encuentra bajo nuestro control. Si deseas estar feliz y tener control de los éxitos en tu vida, la autocompasión no te lo permitirá, a menos que seas consciente de lo que esta te está provocando. ¿Cómo es posible superarla? Todo depende de la pregunta que optas por formularte. La pregunta en mente de quienes sienten compasión por sí mismos es: “¿acaso no merezco que me tengan compasión, después de todo lo que viví o estoy viviendo?”. Esta pregunta siempre será positiva para quien se la formula, pero su respuesta incorrecta, pues no es la pregunta indicada. Es una pregunta que nunca traerá efectos positivos. La pregunta correcta sería: “¿qué puedo hacer para que las cosas me vayan mejor?”.
Podemos aprender esto de Iosef. ¿Qué puede ser peor que ser secuestrado por los propios hermanos y vendido como esclavo a cambio de un par de zapatos? ¿Qué peor que ser tratado de seducir por la esposa de tu patrón durante un año, y luego de superar la prueba con valor y permanecer inocente, ser arrojado a prisión por 10 años? La respuesta: ¡sentirte mal por ti mismo y por tu pasado!
Imagínate a Iosef. Despertarse en la prisión, en medio de una pesadilla. ¿Cómo logró salir de esto? Mediante lo opuesto a autocompasión. Observando hacia fuera de sí mismo y mirando cómo le va a los demás. Cuando Iosef percibió los rostros pálidos y angustiados del ministro de los panificados y el de las bebidas, les preguntó: ¿por qué vuestros rostros reflejan hoy descontento y preocupación? Ellos respondieron que habían tenido sueños desconcertantes. Un momento, ¿acaso Iosef mismo no estaba en estado de tristeza? ¿Cómo pudo haber notado la tristeza de otros? Además, ¿acaso no era obvio que estaban tristes por su encarcelamiento?
Estar en cárcel no es motivo para entristecerse. Sentir autocompasión, sí lo es. Iosef no sentía compasión por sí mismo, y es por ello que se asombró de que ellos estuvieran tristes. Cuando le contestaron a Iosef que habían soñado feo, él no les contestó: “¡bah! ¡Un sueño feo! ¡Yo pasé en vida cosas mucho peores!”. Sino que los escuchó empáticamente. De haberse regodeado en la autocompasión, Iosef jamás hubiera debatido los sueños con los dos ministros egipcios. Él no se veía a sí mismo como objeto de lástima y, por ende, fue capaz de ayudar a otros. Mediante su ayuda a terceros terminó ayudándose a sí mismo.
Durante este último mes, estuve viviendo algo completamente nuevo para mí; algo que ocurre sólo en Jerusalén. Últimamente, al finalizar la amidá de Shajarit y darme vuelta para cerciorarme de que no hay nadie detrás de mí rezando todavía, y así poder dar los tres pasos atrás, veo a un hombre rezando detrás de mí con una devoción que envidio. Durante este último mes ha estado allí todos los días. Se trata de un hombre al final de su cuarta década, de buena apariencia, afeitado y con vestimenta informal; envuelto en su talit y tefilín. Sus plegarias demoran algunos minutos más que las mías, llora con lágrimas y una sonrisa a la vez, y aparenta estar sumamente agradecido a Di-s. Aun así, todo esto no llega a ser tan interesante como sus pantalones: la escritura en ellos es de lo más interesante que pude haber esperado de una persona tan agradecida a Di-s. “עיריית ירושלים אגף התברואה” – Municipalidad de Jerusalén, Sección Sanitaria. Así está estampado en sus pantalones. ¡Se trata ni más ni menos que de un basurero agradecido a Di-s!
¡Sigue soñando!
Uno de los más grandes dones con que Di-s dotó a la humanidad, es la habilidad de soñar e imaginar. La imaginación es una herramienta que, correctamente utilizada, puede transformar el presente en futuro, ayudándonos a pasar de un estado de sufrimiento a uno de placer, de reclusión a libertad. Puede desencadenar dentro de nosotros tanto la ambición como el impulso necesarios para hacer aquello que parecía imposible. Lamentablemente, muchos sueños son destruidos por no contar con el “apoyo” necesario. Aprender a apoyar los sueños de aquellos que nos rodean, no es menos importante que soñar e imaginarlos. Esta habilidad puede ser necesaria para un padre que no sabe bien cómo apoyar el sueño de su hijo, o para un cónyuge que no está seguro/a de cómo asistir al sueño de su pareja; del mismo modo que para un compañero o mentor que no desea avergonzar a quien acude a él con un sueño. A veces, con sólo escuchar uno ya puede ayudar.
Y si profundizamos un poco más; la imaginación está formada en su mayoría por ideas o información ya conocida o experimentada. Utilizamos experiencias personales e información previa para construir los proyectos de nuestro futuro. A lo largo de su vida, cada persona ha atravesado diferentes experiencias, percibiendo las cosas desde su propio punto de vista. Entonces, nunca dos sueños o metas pueden ser idénticas. Es por ello que cuando otra persona se acerca a contarnos un sueño o un futuro imaginario, es importante escucharlo/a hasta el final. Debemos buscar en el sueño algo posible de llevar a la práctica – aun si se trata sólo de un detalle mínimo. Esto puede sacar lo máximo del soñador y estimular enormemente su éxito.
Es posible notar esta singularidad de los sueños – tanto si uno los sueña despierto o dormido – en el relato de los sueños del Faraón y la gran dificultad para interpretarlos. El Faraón soñó que estaba parado a orillas del Río Nilo observando a siete vacas escuálidas devorar otras siete vacas robustas. Luego soñó con siete fardos de espigas delgadas que se tragaban siete fardos robustos. Estos sueños perturbaron al Faraón y pidió a sus consejeros una correcta interpretación. Un consejero sugirió que los sueños indicaban que el Faraón tendría siete hijas y todas ellas serían sepultadas. Otro consejero interpretó los sueños diciendo que el Faraón habría de conquistar siete países y luego otros siete países se rebelarían contra él. Aun así, estas interpretaciones no complacieron al Faraón, como lo escribe la Torá: “nadie era capaz de interpretarlos al Faraón” (41:8). En otras palabras, las interpretaciones eran válidas, pero no para los sueños del Faraón en particular. ¿Por qué no?
Otra pregunta: cuando el camarero principal por fin le informó al Faraón acerca de Iosef, el “revelador de sueños”, ¿no desperdició, acaso, una grandiosa oportunidad? Él podía haber ido a la cárcel y comunicarle a Iosef que había hecho todo lo posible para liberarlo, pero sin éxito. Y de paso, decirle inocentemente que había tenido un sueño muy extraño en el que se veía a sí mismo parado a orillas del Río Nilo, donde siete vacas flacas devoraban a siete vacas gordas y luego otro sueño con siete atados de espigas delgadas que se tragaban siete atados de espigas grandes. “Estaría sumamente agradecido a ti, querido amigo, si nuevamente podrías interpretármelos”, terminaría diciendo. Y con las respaldadas interpretaciones de Iosef en mano, el camarero principal regresaría lo del Faraón sin acreditar en absoluto al joven revelador de sueños. ¡Podría ganarse una recompensa digna del rey! ¿Por qué, entonces, no utilizó esta maniobra? ¡Podía haberse convertido en el héroe de la historia en lugar de Iosef!
La respuesta lanza una enorme revelación. El Faraón ya había oído suficientes interpretaciones, pero como Rashí lo explica, aún no había escuchado una interpretación digna para un Faraón. Este era el sueño del Faraón, y él estaba seguro de que si era su sueño, entonces la interpretación debía ser aplicable sólo para él. Si él lo había soñado, debía tratarse de algo que solamente él como rey podía llevar a cabo. Siete hijas y siete funerales pueden acontecerle a cualquiera, no sólo a un Faraón; y tampoco era algo que requería de su acción en el presente. Tampoco los siete países conquistados y los siete rebeldes. El Faraón no estaba dispuesto a creer que sus sueños habían sido insignificantes; estaba decidido a encontrar la forma de aprovecharlos al máximo. Ninguno de sus consejeros fue capaz de salirse de su propia perspectiva y situarse por unos instantes en la psiquis del Faraón; no fueron capaces de ver las cosas desde su punto de vista.
El camarero principal sabía que, de acercarse a Iosef y comentarle los sueños como si fueran propios, la interpretación sería amoldada a un camarero principal, no digna de un Faraón; y su plan no habría de funcionar. Por eso, sólo le quedaba por informarle al Faraón acerca del “joven judío” que sabía interpretar sueños.
Iosef mismo sufrió por no haber sido apoyado en sus sueños. Él les había revelado a sus hermanos los sueños donde había visto a todos ellos agachándose ante él, a pesar de saber que esto podía traerle problemas. Y lo hizo de todos modos pues estaba seguro de que sus sueños eran una profecía y, por ende, le estaba prohibido ocultarlos. Podemos explicar la conducta de Iosef en un nivel más profundo aun: en su sueño de los hermanos agachándose ante él, Iosef no advertía ningún tinte de honor o búsqueda de fama; ya que esta no era una interpretación posible de llevar a la práctica como un joven de diecisiete años viviendo en casa de sus padres. Él sí entendió de sus sueños, que algún día tendría que ser responsable por su padre y sus hermanos. Y esto sí era algo que requería acción en la situación actual, a pesar de su temprana edad y estado dependiente. Este es el motivo por el cual informaba al padre acerca de las malas conductas que veía en sus hermanos; él lo consideraba como parte de su responsabilidad por ellos. Sus hermanos, por otra parte, entendieron su proceder en forma errónea, y lo consideraron como un intento por parte de Iosef de dejarlos a ellos de lado. Ellos creyeron que Iosef estaba tratando de distanciarlos de su padre Iacov, a fin de convertirse en el único heredero y próximo Patriarca de la Nación Judía. Ellos temían que esto pudiera socavar su crecimiento espiritual y su futuro. Y es por ello que tomaron medidas preventivas contra él. Iosef, por el contrario, no veía su sueño de ascenso al poder como algo más allá de una toma de responsabilidad. Iosef fue castigado por no haber sido sensible a los sentimientos de sus hermanos.
Iosef, el Revelador de Sueños, fue traído ante el Faraón para escuchar los sueños. Debido a su propia y amarga experiencia, él habría de ser sumamente sensible al tratar de entender lo que los sueños podían significarle al Faraón; no lo que podían significarle a Iosef. Iosef escuchó los sueños y los interpretó de acuerdo a la vida y posición del Faraón. Asimismo, su interpretación le daba al Faraón una posibilidad de actuar: si habría de guardar producción en los años de abundancia, podrían con ella sobrevivir a los años de hambruna. La duplicación del punto central en ambos sueños se debía a la prisa que se requería en ponerse en acción. El Faraón aceptó esta interpretación y comentó que Iosef era la persona más sabia que alguna vez había conocido; pues Iosef fue capaz de escuchar los sueños desde el punto de vista del otro, no el propio. Él atendió tan bien al relato, que fue capaz de descubrir exactamente lo que el Faraón necesitaba entender.
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Nosotros también podemos hacer un mejor uso de nuestros sueños. ¡Imagínate si cada sueño exitoso que tenemos realmente se torna verdad! ¡Soñaríamos mucho más a menudo! Cada sueño tiene algo de verdad; debemos sólo saber aprovecharlo. Y debemos atender cuidadosamente a lo que podemos llevar a la práctica; y tratar de plasmarlo.