spanish KORAH 2013
Una buena esposa
Al comienzo de la Parashá de esta semana se enumera la lista de personas a quienes Kóraj convenció para sumarse a su lucha contra Moshé: Datán, Aviram y On ben Pélet. Nuestros Sabios señalan que On ben Pélet no es mencionado entre los que fueron castigados junto a Kóraj y el Talmud en el Tratado de Sanhedrín (110a) lo aclara contando el resto de la historia de On:
La esposa de On lo salvó. Ella le preguntó: “¿qué has de ganar con esta disputa? De cualquier forma seguirás siendo sólo un seguidor. Si Kóraj triunfa, serás su seguidor; y si Moshé triunfa lo seguirás a él. Entonces, ¿qué ganarás con todo esto?…”. Así logró deshacer el plan de su marido de rebelarse en contra de Moshé, nuestro líder. Y por eso cuando el Rey Salomón escribió en Mishlé “חכמת נשים בנתה ביתה” se refirió a la esposa de On.
Esto es sumamente desconcertante; pues la mujer no trató en absoluto el argumento principal contra Moshé que era “רב לכם כי כל העדה כולם קדושים ובתוכם ה’ ומדוע תתנשאו על קהל ה’” – Es demasiado para ustedes, porque toda la congregación es gente santa y dentro de ellos reside Di-s. Entonces, ¿por qué ustedes se enaltecen sobre la congregación de Di-s?. Ella ni siquiera intentó deshacer esta queja, entonces, ¿cómo logró calmar el impulso de su marido? ¿Y por qué mereció ser llamada una mujer sabia solamente por haberle preguntado que iba a ganar de todo eso?
La respuesta es que su sabiduría residía en saber reconocer lo que realmente le molestaba a su marido. Ella sabía que su reclamo era falso y provenía de una lucha por poder más que de cualquier otra cosa. Ella se dio cuenta de que no era una pelea por la justicia, sino que el honor era el factor subyacente. Y por ende su pregunta fue directamente al punto: “¿qué honor ganarás?”. Tu riesgo es enorme y la ganancia nula. Ella no le dijo “creo que estás equivocado”, sino que lo escuchó y reconoció el verdadero motivo detrás de la protesta declarada. Su sabiduría se expone aquí en dos diferentes puntos; primero, en no decirle nada a su marido ni sermonearle u ofrecerle consejos, sino solamente posarle una muy buena pregunta. Segundo, en saber formular la pregunta indicada. Ella no mencionó a Moshé y los obsequios sacerdotales, pues sabía que no tenían nada que ver con el impulso subyacente de su marido.
De este episodio podemos aprender dos métodos sumamente poderosos para ayudar a la gente más cercana a nosotros. Primero, escuchar y atender bien a lo que dicen, para poder reconocer cuál es el motivo principal que los lleva en la dirección equivocada. Segundo, no apresurarse a ofrecer consejos; pues un consejo no es tan efectivo como una buena pregunta que lleva a la otra persona a obtener la respuesta correcta por sus propios medios.
Sólo un recordatorio
Muchas de las cosas más importantes en la vida suelen pasarse por alto. No por ser de poca importancia a nuestros ojos, sino porque es tan obvio que son importantes que creemos que no es necesario dedicarles pensamiento. Por ejemplo, hay padres que saben que dedicar diez minutos de atención a cada hijo es la única forma de crear una relación sana y con buena comunicación, para ayudarle a sobrevivir los años de la adolescencia. Esto es tan importante y simple que simplemente cae en el olvido. Es irónico ver como en varios casos justamente los padres involucrados en tareas educativas se olvidan de mantener las normas con sus propios hijos.
Es importante hacerse un pequeño recordatorio para estas cosas tan substanciales y obvias a la vez, a fin de que no ocurran fracasos espontáneos e indeseados. Si una persona solamente dice ser consciente de que es malo calumniar y por ende no necesita destinar un tiempo para el estudio de las leyes del cuidado del habla; inevitablemente acabará hablando lashón hará. Si una persona dice saber que el enojo es tan malo a tal punto de no necesitar esforzarse por internalizarlo mediante el estudio de la “Iguéret HaRambán” (un recordatorio para no enojarse) o cualquier otro método para evitarlo; indudablemente terminará enojándose.
Este fue uno de los errores de Kóraj. Kóraj enfrentó a Moshé con las dos preguntas siguientes:
- ¿Por qué una prenda de cuatro puntas, completamente celeste (tejélet), necesita tener también tzitzit (hilos tejélet)?
- ¿Por qué una habitación llena de Sifré Torá necesita tener una mezuzá en la puerta, si los rollos de la Torá ya contienen el texto escrito en la mezuzá?
Una respuesta simple para estas dos preguntas es lo que acabamos de exponer: los hilos están allí para ser vistos y actuar como recordatorio; no importa cuán pequeño sea; de que debemos cumplir las mitzvot. La mezuzá en la puerta nos recuerda que Di-s se encuentra con nosotros en las habitaciones más recónditas de nuestra casa y nuestras almas. Es un recordatorio en el umbral de la puerta. Kóraj por su parte creía que si la persona es grande; como él mismo lo era; no necesita un recordatorio. No necesita llevar a cabo una introspección. Debemos aprender que a pesar de ser personas grandiosas, todavía somos seres humanos; somos propensos a cometer errores y a olvidarnos. Sin introspección, podemos acabar cometiendo errores en aquello que puede ser lo más importante en nuestras vidas.
Calmando querellas
Tras un primer desacuerdo, muchos recién casados se preguntan si realmente estaban destinados uno para el otro. En algunas parejas, este desacuerdo ocurre en el primer Shabat que pasan solos. Tarde o temprano, ocurre en todas las parejas. Un recién casado que recibió una debida orientación de un mentor competente, será capaz de evitar graves errores cuando aquel primer descuerdo (o los posteriores) ocurra, conservando el control de su reacción.
La agenda diaria muy llena a veces le impide a las parejas discutir las diferencias hasta bien entrada la noche, lo cual es un error, pues la mente ya está cansada y no piensa con claridad. Una situación así, es la receta perfecta para una explosión. Como regla general, es mejor no tratar temas de discusión después de las diez de la noche, pues al hacerlo se corre el riesgo de ir a dormir enojados, comenzando el día siguiente con la pata izquierda. Ningún daño puede surgir por postergar la discusión hasta mañana. Entonces, con la mente fresca y clara, uno de los cónyuges generalmente se da cuenta de que era un asunto insignificante o que el punto de vista de su pareja es legítimo.
Sin duda, tener diferencias de opinión con el cónyuge no es necesariamente algo malo. Por ejemplo, Rabí Akiva Eiguer tenía largas discusiones, incluso desacuerdos, con su estimada esposa acerca de los valores y principios de la vida. A través de ellos se benefició aclarando sus propias perspectivas. Después de muerte, la lloró enormemente.
Dado que los desacuerdos y conflictos son capaces de cumplir un rol positivo en la vida judía, ¿cómo podemos discernir entre los que son productivos y los que debemos evitar? Es más, ¿cómo podemos convertir las diferencias de opinión y puntos de vista opuestos en algo positivo y productivo? El secreto de la serenidad se encuentra en Pirké Avot:
Todo desacuerdo לשם שמים (por la honra Divina) perdurará – mas uno que no es לשם שמים, no perdurará. ¿Qué es un desacuerdo לשם שמים? – uno como el de Hilel y Shamai. ¿Qué es un desacuerdo no לשם שמים? – uno como el de Kóraj y sus seguidores (5:17).
El Bartenura explica que las discusiones entre Hilel y Shamai tenían por objeto llegar a la verdad – lo cual finalmente lograban. Por el contrario, la finalidad de la discusión de Kóraj contra Moshé era conseguir honor y poder. Al final fue contraproducente, provocando el efecto contrario. Ser conscientes de la diferencia entre estos dos motivos nos puede ayudar a analizar cualquier disputa, como veremos a continuación.
Kóraj enfrentó a Moshé con dos preguntas:
– ¿Cómo es posible que una prenda de cuatro puntas requiera de tzitzit (los hilos de color tejélet) a pesar de ser ya color tejélet la prenda en sí?
– ¿Por qué una habitación llena de Sifré Torá necesita una mezuzá en la puerta, si los párrafos escritos dentro de ella ya están escritos en los rollos de la Torá?
Kóraj trató de usar el poder de estas dos preguntas para hacer titubear la credibilidad de Moshé en los ojos del Pueblo Judío. Tratemos entonces de entender por qué Moshé sintió que no era necesario responder a estas preguntas. Moshé entendió que no estaban enfocadas como preguntas, sino como un refuerzo al argumento de Kóraj: “כל העם כולם קדושים ולמה תתנשאו על קהל ה'” – todo el Pueblo es santo, entonces por qué ustedes (Moshé y Aharón) habrán de imponerse sobre el Pueblo de Di-s. Las preguntas acerca del tzitzit y la mezuzá parten de la misma perspectiva: ¿acaso una nación tan sublime y cercana a Di-s a nivel personal necesita un representante de Di-s?
Como fue señalado anteriormente, existen dos clases de disputas. En una clase de discordia las dos partes discuten para aclarar un asunto, mostrando constantemente un respeto mutuo y no permitiendo que el orgullo propio interceda en el camino. Esta clase de discusiones es muy valiosa pues nos ayuda a aclarar cosas importantes. Cuanto más importante el asunto, más sinergia se crea. Así es como Hilel y Shamai, quienes se apreciaban enormemente, podían discutir acaloradamente sobre asuntos de Torá a los cuales valoraban más que cualquier otra cosa del mundo. En la actualidad, los estudiantes de Ieshivá en parejas representan esta clase de discusiones en el Bet Midrash, sin mezclar ninguna clase de orgullo propio o preferencia personal. Sin embargo, al despertarse el egoísmo de un elemento de la javruta, el otro puede tornarse defensivo y a veces también ofensivo.
Las preguntas de Kóraj estaban más bien enfocadas hacia la validez de la palabra de Moshé que a los asuntos que aparentemente apuntaban. Moshé percibió los motivos ocultos detrás de las preguntas y se dio cuenta de que si habría de responderle, surgirían otras preguntas en lugar de ellas. Cuando el ego cumple un rol en la discusión, el asunto debatido no perdura pues no es posible llegar a clarificarlo.
En lugar de refutarle, Moshé se dejó caer sobre su rostro. Él no quería tomar parte en esta discusión. Es por ello que la Mishná que tratamos ni siquiera menciona a Moshé, sino que habla del desacuerdo (לא לשם שמים) de Kóraj y sus seguidores. Moshé solamente le respondió desde una perspectiva לשם שמים.
Siempre que nos sintamos ofendidos o menospreciados, podemos aprender del brillante ejemplo de Moshé a no responder dándole rienda suelta al ego, sino preguntarnos a nosotros mismos: “¿cómo quiere Di-s que yo responda?”
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