spanish HUKAT 2013

Muerte concentrada


 Había una vez un hombre de negocios muy dedicado. Entregado a su trabajo, a su esposa e hijos, etc. Estaba tan ocupado trabajando, que ni siquiera encontraba un tiempo para rezar con minián en la sinagoga o para fijar una sesión diaria de estudio de Torá. Así continuó durante varios años. Esto realmente le molestaba, pero ¿qué podía hacer? El trabajo no le permitía ausentarse. La vida seguía adelante, él comenzaba a envejecer, su cabello se tornaba blanco y la siguiente pregunta no desaparecía de su mente: ¿Cómo podré regresar al Cielo sin haber estudiado Torá, sin haber rezado con un minián? ¿Qué habré de responder en el Cielo cuando me pregunten la primera pregunta del Juicio Final: קבעת עיתים לתורה – si destiné un tiempo fijo para estudiar Torá? Y este pensamiento no le daba descanso.

Necesitaba  a fuerzas realizar algún cambio en su agenda diaria. Y lo hizo. Por la mañana, lo primero que hizo fue dirigirse a la sinagoga para rezar con un minián. Luego, se quedó en la sinagoga estudiando durante dos horas y recién entonces partió hacia el trabajo.

Al llegar a la tienda, encontró allí a su esposa esperándolo. La tienda estaba llena de clientes y su esposa estaba bastante ansiosa manejando todo sola. Le echó una mirada con las manos en la cintura, y le preguntó: “¿no te das cuenta de que estas son las horas más atareadas? ¿Dónde has estado?”. Pero de algún modo el hombre logró escabullirse diciendo que estuvo ocupado con unos asuntos importantes y urgentes.

Lo mismo ocurrió durante algunos días más, hasta que a la mujer se le acabó la paciencia y salió a buscarlo por la ciudad. ¿Qué lo estaba entreteniendo tanto todas las mañanas? ¿A dónde desaparecía?

Grande fue su sorpresa al encontrarlo en la sinagoga sentado con un compañero de estudios y rodeado de libros. “¿Estás loco? ¿Qué ocurre contigo?”, gritó. “La tienda está llena de clientes que con tanto esmero conseguimos. ¿No te importa que perdamos nuestros fieles clientes por abrir dos horas más tarde que nuestros competidores?”, le dijo.

Nuestro dedicado y esmerado trabajador le respondió a su mujer: “dime, querida esposa. ¿Qué harías si una mañana no me levantara o si el Ángel de la Muerte me llevara con él? ¿Serías capaz de decirle que no tiene derecho a llevarme porque la tienda está llena de clientes? Entonces, a partir de hoy haz como si el Ángel de la Muerte me ha llevado por dos horas. Después de este tiempo, si regreso a la tienda, imagínate que fui resucitado, תחיית המתים”.

Esta es una parábola que el Jafetz Jaim solía contar para explicar el primer versículo de la Parashá de esta semana: זאת התורה, אדם כי ימות באוהל, esta es la Torá (las leyes) de una persona que muere en la tienda… Los Sabios nos enseñan en el Tratado de Berajot (63b): אין דברי תורה מתקיימים אלא במי שממית את עצמו עליהן – Las palabras de Torá se conservan sólo dentro de la persona que está dispuesta a morir por ellas. El Jafetz Jaim solía rescatar de la parábola anterior que la única forma de estudiar Torá y superar todos los asuntos mundanos y diarios, es viéndose a uno mismo como muerto; sin otra cosa en la mente. “No disponible”. Nada de celulares ni de emails. No necesito comer y nadie me necesita a mí. Imagínate, teóricamente, los pensamientos que atravesarían por la mente de una persona enterrada, cien años después de su muerte. Silencio. Este es el secreto y la única forma para poder sentarse a estudiar. Si tenemos el celular encendido, no estamos concentrados. Si estamos conectados a los emails, sin duda estamos desconectados del estudio. En la tumba no hay celulares ni emails. Sólo silencio.

Uno de mis hobbies favoritos es ayudar a estudiantes de Yeshivá a leer más rápido, a estudiar mejor y lograr mayor concentración. Un muchacho serio de 20 años a quien toda la vida le habían dicho que necesitaba medicación para concentrarse, intentó todos los medios pero nada le ayudó. En una sesión de estudio conmigo, apagué todas las luces de la habitación y le pedí que se maginara que estaba muerto y enterrado, a 200 años de hoy. Le pedí que pensara así durante cinco minutos, sin otra cosa en mente excepto a sí mismo de aquí a doscientos años, algunos metros debajo de la tierra. Lo dejé solo en la habitación. Cuando regresé, me dijo que hasta donde se acordaba, jamás había vivido cinco minutos tan pacíficos. Abrimos la Guemará y comenzamos a estudiar. Luego me dijo que esa fue la primera vez en su vida que sintió lo que es estar concentrado. Él fue capaz de tomar la  tranquilidad de aquel “lugar” de concentración en nuestra sesión y duplicar ese estado de ánimo; ascendiendo hasta la cúspide de su Yeshivá. Hoy en día, estudia mucho más de lo que  la gente esperaba según sus  posibilidades.

Esto es lo que sucede cuando aplicamos una enseñanza de la Parashá, cuando la vivimos…


MB+

 

Algunas personas se levantan por la mañana con esperanzas de prosperar y obtener un éxito absoluto en lo que creen que se llama “perfección”. Sea en su relación con los hijos, la relación conyugal, el sustento de la familia, las tareas domésticas, un perfecto Servicio a Di-s o perfección en los estudios… Aun así, 100% éxito, es decir la perfección, es mayormente una meta inalcanzable. Y cuando fracasan en el puntaje esperado, la palabra FRACASO les graba en el subconsciente a lo largo del día entero. Esta clase de personas raramente obtiene éxito y logra prosperar, pues la señal intermitente de “FRACASO” socava todas las energías, la autoestima y otras cualidades necesarias para prosperar. Al final del día, estas personas se quedan con la imagen de un 70% de éxito en lo que el éxito significa para ellas. Los llamados perfeccionistas. Un pensamiento extremista, si no es “TODO”, entonces es como NADA.

Existen también las personas que al levantarse se proponen lograr un poco más de su alcance promedio. Estas tienen menos probabilidades de fracasar en su meta. Y cuando se ven a sí mismas colmando las expectativas diarias, la señal de ÉXITO les brilla  en la mente. Esta señal les proporciona energía, autoestima y todo lo necesario para prosperar. Sin dudar o pensar demasiado, continúan haciendo aquello que les trae éxito, pues sienten que es una meta alcanzable y les complace sentirse de algún modo exitosas. Esto mismo los incentiva a invertir más esfuerzo y así es que al final del día terminan con una sonrisa y considerándose 85-90% exitosos en lo que el éxito significa para ellos. Día a día su logro promedio asciende, y ellos obviamente viven una vida muy próspera. Lo más gracioso es que el primer grupo de personas no es capaz de creer que sería más efectivo comenzar el día proponiéndose lograr sólo un poco más del éxito promedio y alcanzable. Por el contrario, ellos se concentran en la perfección y se la proponen como meta, y, así, terminan todos los días fracasando pues la perfección es algo humanamente inalcanzable. Si quieres saber, este es uno de los secretos que se esconde detrás de toda motivación y depresión.

Vayamos un pasó más adelante. El motivo de esta forma de pensar extremista, “todo o nada”, corre a la par del modo de pensar “generalizado”. Este es un estilo explicativo, es decir, una forma de explicar los acontecimientos de la vida, y se utiliza cuando verbal o mentalmente declaramos una idea generalizada, a pesar de no ser realmente precisa. Por ejemplo, no es 100% verdad si me digo a mí mismo o a otros que “no me fue bien en el examen”, cuando obtuve un 85. Sería más preciso decir “me fue 85% bien”. Al estudiar un texto muy difícil, uno puede llegar a decir “no entiendo nada”, cuando en realidad comprende un 35%. Una persona que rezó con kavaná, pero sólo en un 35% de las plegarias, este 35% le otorga gran mérito. Pues de lo contrario, no habría motivación para avanzar y tratar de mejorar nuestras plegarias. Si nuestros comentarios fueran más precisos y específicos en lugar de utilizar burdas generalizaciones al evaluar las cosas, probablemente manejaríamos mejor nuestras emociones y efectividad.

En la Parashá de esta semana el Midrash señala que Moshé tuvo miedo de pelear contra Og, el rey de Bashán, pues aparentemente tenía algún mérito que le había merecido la longevidad. ¡Vivió desde la época de Nóaj hasta el final de la vida de Moshé! El nombre de Og deriva del vocablo “ugá“, un bizcochuelo redondo, pues cuando huyó de la batalla con los cinco reyes para anunciarle a Abraham que Lot estaba en problemas, era Pésaj y Abraham estaba horneando matzot (galletas redondas). Existen dos posibles explicaciones para este comportamiento de Og: puede ser que su idea había sido que Abraham saliera a la guerra y muriera, y de este modo él podría casarse con Sará. O que quería transmitirle a Abraham una información vital acerca de lo ocurrido con su sobrino, Lot. La longevidad de Og perturbaba a Moshé, pues si fue tan ampliamente recompensado, aparentemente sus intenciones habrían sido correctas. Sin embargo, Di-s le dijo a Moshé que no debía temer, pues “colocaré a Og en tus manos…”. En otras palabras, Di-s le estaba transmitiendo a Moshé que las buenas intenciones de Og de ayudar a Lot estaban acompañadas de la mala intención de llevar a Abraham a una muerte segura, para que él, Og, pudiera tomar a Sará por esposa. Moshé, no debes preocuparte por el mérito de Og (véase el Keli Yiakar).

Creo que esta es una gran lección en lo que respecta a reconocer y valorar lo bueno, por más pequeño que sea el logro. ¡Vemos cómo Og fue recompensado con más de quinientos años de vida por haber corrido con Abraham para que salvara a Lot, a pesar de haber escondido también malas intenciones! Es más, la misma acción que lo puso en manos de Moshé no le quitó el mérito de ser también recompensado. Pues la recompensa que uno puede obtener por siquiera un porcentaje de bondad o buenas intenciones es impresionante. La Justicia Celestial no es generalizadora, sino que cada pensamiento es acreditado. Todo tiene valor, incluso los más mínimos porcentajes tienen precisamente ese valor.                       .

 

Un judío judío

 

וישמע הכנעני מלך ערד יושב הנגב כי בא ישראל דרך האתרים וילחם בישראל וישב ממנו שבי (במדבר כא:א) Cuando el rey cananeo de Arad, habitante del Néguev, oyó que los judíos viajaban por la ruta de Atarim, los atacó y tomó de ellos rehenes (Bamidvar 21:1).

¿Quiénes eran estos atacantes “cananeos”? Rashí (en base al Midrash) explica que realmente eran amalekitas que habían cambiado su idioma al de los cananeos a fin de confundir a sus víctimas. Ellos pensaban engañar a los judíos, quienes rezarían a Di-s para que entregue a los cananeos en sus manos y sus plegarias serían en vano. Empero, afortunadamente, los judíos descubrieron el engaño, pues a pesar de hablar como cananeos, vestías como amalekitas. Así fue que pidieron a Di-s que los salvara de quien fuera que los estaba atacando, y Di-s respondió a sus plegarias.

Ahora bien, cabe preguntar: si los amalekitas realmente trataban de ocultar su identidad y pasar por cananeos, ¿por qué no se vistieron también como cananeos?

La respuesta nos puede dejar pensativos: ¡pues de haber adoptado tanto la vestimenta como el idioma cananeo, ellos hubieran perdido su identidad, convirtiéndose realmente en cananeos! Entonces sí, al rezar los judíos por la victoria frente a los cananeos, sus plegarias habrían de funcionar.

Pues la realidad es que cuando la persona cambia su forma de hablar junto a su forma de vestir, toda su identidad cambia también. Este concepto es de suma importancia en varios aspectos, especialmente en la educación. Un niño bien formado necesita poseer un sentido de identidad, sentir a qué grupo pertenece. Cuando los padres no están conformes con sus propias tradiciones o entorno, esta crisis de identidad generalmente también es pasada a sus descendientes. El niño queda colgado, sintiendo que es preferible no poseer identidad que tener una doble identidad. Los padres consternados se preguntan cómo es posible que el niño a quien brindaron tanto amor todavía no sea capaz de encontrarse a sí mismo. Sin embargo, ¿cómo pueden brotar frutos cuando las raíces son tan endebles?

Seamos realistas; la forma en que nos presentamos ante el mundo no es solamente cómo somos identificados por los demás, sino también cómo llegamos a identificarnos nosotros mismos. Con sólo mirarnos por unos instantes frente al espejo, podemos darnos cuenta qué clase de auto-identidad estamos creando. La vestimenta diaria afecta al modo de pensar no menos que un traje de gala a una fiesta elegante. Cuánto más para un judío. Por ejemplo, alguien que se presenta sin cubrirse la cabeza o con un nombre no judío, muestra que su identidad judía se encuentra en una muy baja jerarquía de su escala de valores. Esto repercute negativamente en su identidad judía así como en la de sus hijos.

No es por nada que en el Berit Milá se dice: כשם שנכנס לברית כן יכנס לתורה לחופה ולמעשים טובים – Así como entró al pacto de la Nación Judía con Di-s, también tenga el mérito de estudiar Torá, casarse por Jupá y vivir una vida de buenas acciones (Shabat 137b). Observemos que se utiliza aquí la palabra כשם en lugar de כמו, más comúnmente utilizada en hebreo para decir ´como-cual´. Una forma de explicarlo es que el nombre judío dado en el Berit Milá le adjudica al niño una identidad judía ya desde el comienzo. Sin embargo, a medida que el niño llega y se enfrenta a las futuras etapas de su vida, a veces ocurre desafortunadamente que Mordejai se convierte en Max, Jaim se cambia a Víctor y Shemuel a Sami. El cambio de nombre puede anunciar – y sin duda refuerza – un cambio de identidad. Es por ello que decimos כשם y no כמו. Nos referimos no sólo a ´como´, sino a ´así como el nombre´. Pedimos que el pequeño Mordejai, Jaim o Shemuel sea capaz de conservar su identidad judía con orgullo a lo largo de todas las etapas de su vida. Pedimos que Di-s le conceda el coraje de enfrentarse al futuro manteniendo la identidad que tanto significó a sus ancestros a través de la historia judía.

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