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—-LA DISCIPLINA: UN ACTO EDUCATIVO O PERSONAL—-
—–TRATANDO DE CONSEGUIR ‘TEMOR A DI-S’—–

LA DISCIPLINA: UN ACTO EDUCATIVO O PERSONAL

Ocurre que los padres deben reprender o castigar a sus hijos. En estos casos, lo ideal sería que se detuvieran antes de actuar y repensaran la situación: ¿Estoy actuando por amor al niño o por algún otro motivo? Desafortunadamente, algunos padres se engañan a sí mismos o simplemente ignoran esta pregunta fundamental. Sin embargo, el Ben Ish Jai nos ayuda a ver cómo la Torá misma alude a la importancia de pensar bien antes de disciplinar a un niño:

En la parashá de esta semana (Devarim 8:8), la Torá dice: “Debes saber en tu corazón, que así como un hombre castiga a su hijo, Di-s te castiga a ti” (וידעת עם לבבך כי כאשר ייסר איש את בנו ה ‘אלקיך מיסרך). Sobre lo cual pregunta el Ben Ish Jai: ¿Acaso no sería más apropiado hablar de un padre que castiga a su hijo en lugar de un hombre que castiga a un hijo? A continuación nos ofrece una respuesta que transmite una valiosa idea:

 

Si bien por lo general el padre ama a su hijo más que cualquier otra persona, desgraciadamente no siempre tiene en mente el bien del niño. Por ejemplo, un padre puede estar motivado por la vergüenza de que su hijo haya hecho tal o cual cosa inapropiada. Por el contrario, cuando un padre adoptivo debe reprender a su hijastro adoptado por amor, probablemente lo hace únicamente de preocupación por el bien del niño, pues no se toma a mal la conducta errónea del niño al igual que el padre biológico.

Precisamente de este modo Di-s nos reprende y castiga a nosotros cuando lo merecemos. Él nunca castiga por “interés propio”, por así decirlo, sino que lo hace para ayudarnos a mejorar. Esto es lo que la Torá quiere transmitirnos cuando habla de un hombre castigando a su hijo en lugar de un padre que castiga a su hijo.

Antes de castigar a su hijo, el padre se debe preguntar a sí mismo: “¿Acaso lo que me molesta es mi vergüenza o el hecho que mi hijo no llegue a ser una buena persona si se acostumbra a actuar de esta manera?”. Si los padres habrían de cuestionarse siempre esta pregunta antes de reaccionar ante el mal comportamiento de sus hijos, serían mejores padres y criarían hijos mucho más exitosos.

 

TRATANDO DE CONSEGUIR ‘TEMOR A DI-S’

 

En la parashá de esta semana, Moshé Rabenu le dice al Pueblo en el último discurso previo a su fallecimiento: “ועתה ישראל מה ה’ אלוקיך שואל מעמך כי אם ליראה את ה’ אלוקיך” – ¿Qué exige el Todopoderoso de ti, Israel, sino que temáis de Él…? (Devarim 10:12). Sin duda, se trata de un importantísimo designio; como escribe el Rey Shelomó: “אם תבקשנה ככסף וכמטמונים תחפשנה אז תבין יראת ה’” – Si habrías de buscarlo cual la plata y los tesoros, recién entonces comprenderías el temor a Di-s (Mishlé 2: 4-5). A este tema le consagré muchísima reflexión, tal como estamos obligados a hacerlo.

 

El temor como ocupación

De estas palabras del Rey Shelomó resulta que la misión de obtener temor a Di-s es una tarea de por vida. El profeta Ioná nos confirmó esta idea cuando, al descubrirse él como causante de la tormenta que amenazaba contra las vidas de los navegantes del barco que viajaba a Ninvé y verse obligado a responder por su identidad y ocupación, contestó: “עברי אנוכי ואת ה’ אלוקי השמים אני ירא” – Soy Judío y temo a Ha-shem, Di-s de los Cielos (Ioná 1:9). Indudablemente, Ioná se refirió a su ocupación al decir “temo a Ha-shem”. Si bien a muchos de nosotros no suena extraño, incluir a Di-s en la vida personal y sentir Su Presencia tangible, era la ocupación e identidad de muchísimos judíos a lo largo de miles de años.

 

Originando el sentimiento

Si bien naturalmente respetamos el título de ‘temeroso de Di-s’ como una virtud, probablemente no poseamos una percepción clara de lo que este valor realmente implica. Como primer paso, es sumamente importante aclararlo.

De hecho, uno de los seis preceptos que todo Judío está obligado a cumplir en todo momento, sea donde sea que se encuentre, es el de temer a Di-s. Como vimos anteriormente, temer a Di-s es una obligación de la Torá; empero, si reflexionamos un poco acerca de ella, nos parecerá extraño: El temor es un sentimiento, ¿cómo podemos estar obligados a generar un sentimiento, especialmente tratándose del temor, si no tenemos miedo en absoluto? (La misma pregunta se despierta al hablar de un precepto similar; el de amar a Di-s en todo momento.)

 

‘Qué’ y ‘quién’ antes de ‘cómo’

Antes de debatir acerca de cómo temer a Di-s, debemos analizar qué implica este concepto. Parecería que el término “temeroso de Di-s” se utiliza sin demasiada precisión, dado que la gente posee diferentes puntos de vista respecto de cuáles son las cualidades necesarias para calificar a una persona como “temerosa de Di-s”. En nuestro intento de aclarar qué significa realmente temer a Di-s, primero debemos tener en mente a alguien a quien conferimos el título de “temeroso de Di-s” y definir exactamente qué es lo que hace para hacerse en nuestros ojos merecedor de semejante retrato. Tan sólo cien años atrás, hubiéramos escogido al Jafetz Jaim, el Ben Ish Jai y el Sfat Emet como paradigmas; sin embargo, necesitamos identificarnos con un modelo viviente y accesible a quien nos podemos referir como “temeroso de Di-s”. Como veremos un poco más adelante, es sumamente importante para nosotros conectarnos con estos personajes.

 

Cámaras de vigilancia

Sin duda, al tratar de buscar una persona conocida que indudablemente simboliza el atributo de temor a Di-s, nos topamos con muchos obstáculos. Dado que se suele adjudicar el “temor a Di-s” a una persona que actúa con la misma honradez al encontrarse sola que en compañía de otros, es difícil verificar quién es sincero sin la ayuda de una cámara oculta que vigile a la persona las 24 horas del día.

Asimismo, uno podría interpretar el esfuerzo de otra persona por no encontrarse a solas lo máximo posible y así no verse tentado a pecar, como un nivel elogiable de temor a Di-s.

 

El verdadero examen

Así es que de estas dos interpretaciones resulta que el temor a Di-s existe en distintos niveles. El Rav Iosef Jaim de Bagdad nos transmite la siguiente idea sobre uno de los más altos niveles, indicando hasta qué punto el temor a Di-s legítimo puede elevar a la persona, influenciando directamente sobre su comportamiento e infundiendo en ella un altísimo nivel del sentimiento de temor. Él comienza recurriendo al siguiente comentario:

 

 

¿Temor del ‘Cielo’?

En Hebreo, el temor a Di-s se denomina יראת שמים, que literalmente significa temor del Cielo. ¿Acaso el cielo no es el lugar donde mora Di-s? ¿No sería más preciso describirlo como יראת השם – ‘temor a Ha-shem’?

La respuesta que ofrece el Ben Ish Jai es que la palabra שמים – Cielo, según ciertas explicaciones, es una combinación de los vocablos אש ומים – fuego y agua. Los Sabios explican que el Cielo fue creado con fuego y agua, que por lo general son elementos extremadamente opuestos: al combinarse, normalmente el fuego evapora al agua y el agua extingue al fuego. Aun así, por temor al Creador, estos dos elementos se unieron, desafiando a su naturaleza inherente y resistiendo a las normas opuestas de su existencia; a fin de coexistir y cumplir con la Voluntad de Di-s. El Ben Ish Jai expone que justamente este es el motivo por el cual nos referimos al temor a Di-s con el vocablo “temor del Cielo”. La finalidad no es simplemente describir el objeto del temor en sí, sino más bien el grado de temor. El sentimiento de temor en este nivel es tan fuerte y real que todos los valores, instintos e intereses desaparecen en su presencia. Por supuesto, estamos hablando sobre un nivel de temor cercano al máximo y que no es fácil de lograr.

Entre los niveles de “temor a Di-s” descritos, encontramos muchos niveles más. Es la responsabilidad de todo Judío buscar el grado de temor a Di-s más próximo a él y proponerse intensificarlo. Esta debe ser nuestra meta cada día que vivimos y momento que respiramos…

 

Componentes del temor intelectual

El primer paso para interiorizar el sentimiento del temor es en un nivel intelectual. El Rambam escribe en el Moré Nebujim que “cuando la persona se concentra constantemente en el principio que el Rey Todopoderoso, Ha-shem, Quien colma la tierra, se encuentra encima suyo y observa su actuar, etc., inmediatamente comienza a temer de Di-s y se avergüenza delante de Él”. Así es como nuestros antepasados obtenían el temor a Di-s previo a la entrega de la Torá en el Monte Sinaí. Nuestros Sabios nos enseñan que mediante el estudio de la Torá y el apego a sus leyes somos capaces de inculcar en nosotros mismos el temor a Di-s. El hecho en sí de ser meticuloso en tratar de encontrar exactamente qué es lo que Di-s espera de cada individuo puede influir sobre nuestra sensación de temor y reverencia a Di-s. Pensar en el incalculable esfuerzo que invirtieron los Sabios que compilaron los escritos halájicos, desde la época Mishná hasta la actualidad, para esclarecer las leyes, así como la precisión de sus palabras en todo lo que concierne a estos temas, también puede originar un gran temor a Di-s, si se intrnaliza correctamente.

 

Temor de lo desconocido

No obstante, la internalización de este concepto quizás no despierte tanto el sentimiento de temor así como afecta al nivel intelectual.

Por ejemplo, una persona que se encuentra frente a un león rugiente siente instintivamente un tremendo temor, sin haber meditado anteriormente acerca de este. Si bien el saber que la situación es peligrosa es esencial para provocar temor, al encontrarse frente al león ya no hace falta infundir conscientemente ningún miedo.

Aun así, el temor debe ser inculcado intelectualmente en el caso de los peligros no inminentes o aparentemente no inmediatos; así como el de fumar cigarrillos, de la falta de cinturón de seguridad y del sobrepeso excesivo. En tanto que el peligro de encontrarse en la proximidad de un león rugiente y feroz o de una serpiente venenosa no necesita ser mencionado más de una vez; un niño pequeño no teme de estar al lado de un león tranquilo o de caminar en medio de una carretera transitada, más de lo que tiene miedo de un perro que le ladra. La responsabilidad de explicarle el gran peligro que esto implica recae sobre los padres. Al analizar cómo hace un padre para lograr este objetivo, aprenderemos cómo inculcar el temor a Di-s en nosotros mismos. Un Rabino compuso la siguiente metáfora: “el temor y la precaución de transgredir la palabra de Di-s no debe ser menor que el temor y la precaución de carretera muy transitada. Cada paso debe ser realizado con suma precaución”.

 

Sentimientos osmóticos

Si un padre responsable intenta inculcar el temor de correr hacia una carretera transitada a su hijo pequeño, primero debe programar el modo correcto de infundir este temor. Algunos padres no lo planean de antemano y prefieren esperar que el niño apoye el pie en la calle para luego reprenderlo severamente. Sin embargo, para lograr que el niño se abstenga de correr a la calle aun cuando el padre no lo está observando, este método posiblemente no funcione. El modo que yo encontré conveniente y efectivo con mis hijos es leerles cuentos educativos con ilustraciones, diseñados especialmente para mostrar el peligro de semejante acción y transmitir el temor a los niños.

Esto no contradice al castigo que deben recibir los niños por haber corrido solos a la calle, lo cual posiblemente infunda más temor del padre que de la calle. Al transmitir nuestro propio miedo de la calle, demostramos a nuestros hijos que tememos de que un niño pequeño corra a la calle y de algún modo este temor es asimilado por el niño. En otras palabras, los sentimientos son osmóticos. Los productores de películas utilizan esta idea para transportar a los espectadores a los sentimientos de la obra; colocando una lágrima en el rostro del actor, despiertan las lágrimas de los espectadores. Los productores de TV saben que cuando uno ve a otros llorar o reír, tiende a hacer lo mismo. Es interesante ver como lo mismo ocurre con los bostezos. En una habitación donde alguien bosteza, muchas veces se despierta una onda de bostezos entre los presentes. Esto se debe a que el bostezo es el modo que el cuerpo exterioriza su cansancio.

El sentimiento del temor también es osmótico. Así es que cuando el niño nota que los mayores tienen miedo de los autos que corren por la carretera, también él tendrá miedo de cruzar la calle descuidadamente. Por supuesto, esta enseñanza subconsciente y sutil puede perder la autoridad cuando el niño es expuesto a gente no tan temerosa, como transeúntes descuidados o incluso sus propios padres que no obedecen las leyes de tránsito.

Este concepto nos puede ayudar en nuestra misión de toda la vida de temer a Di-s. Para poder absorber temor a Di-s, uno debe conectarse con personas que lo manifiestan y abstenerse de quienes carecen de él. El sentimiento de temor es contagioso, al igual que la falta de él.

 

Experimentos con chimpancés

Un estudio fue realizado en una universidad israelí, donde se encerró a cuatro chimpancés en una casa de dos pisos. Los investigadores colocaron grandes cantidades de alimento de chimpancés en el piso de arriba. Allí también colocaron un aspersor de agua hirviente que se activaría automáticamente cuando el sensor notase la llegada de una persona o animal. Un chimpancé olió la comida atrayente, trepó las escaleras y, como era de esperarse, se quemó con el agua hirviente. La pobre bestia salió gritando hacia abajo. Otro chimpancé hizo el mismo intento y siguió el ejemplo del primero, con las debidas quemaduras. Los otros dos ni siquiera intentaron subir. Los investigadores sacaron a uno de los animales y colocaron a otro chimpancé en su lugar, este no intentó subir a pesar de no haber estado presente cuando los primeros dos se quemaron. Cuando reemplazaron a otro de los cuatro chimpancés, tampoco la nueva bestia se animó a subir. Lo mismo con el tercero y el cuarto; ningún chimpancé se atrevió a subir para probar la sabrosa comida. Si bien los investigadores cambiaban los animales todos los días, el temor permanecía presente en el aire.

No sé de dónde consiguieron tantos chimpancés, pero la premisa del estudio es muy buena. Si bien los animales no se comunican entre ellos verbalmente, cada uno no necesitó sufrir las quemaduras en carne propia para temer de subir; con sólo ver cómo sus compañeros tenían miedo, los nuevos chimpancés también tuvieron miedo.

 

En conclusión

Si bien no es tan simple apreciar o comprender el temor a Di-s que otra persona adquirió, ni siquiera hace tan sólo cien años, sin duda no debemos desesperarnos por temor a nunca poder lograrlo. Aquellas personas a nuestro alrededor a quienes personalmente estimamos como temerosas de Di-s, es con quien nos ayudaría conectarnos, observar y emular, a fin de lograr nuestro objetivo de temer a Di-s. Y aun así, constantemente debemos pensar y repensar cómo inculcar dentro nuestro este sentimiento, absorberlo, asimilarlo y vivirlo…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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