MATTOT/ MASEI spanish
Discutir por discutir
נקום נקמת בני ישראל מאת המדינים אחר תאסף אל עמך (לא:ב) Véngate de los Midianitas, y luego (morirás y) te reunirás con tu nación en el Mundo Venidero…
¿Por qué le fue ordenado a Moshé vengarse de los Midianitas y no de los Moabitas? Puesto que los Moabitas combatieron contra los Judíos por miedo a ser asaltados. Los Moabitas tenían miedo, pues la Torá ordena a los Judíos no encabezar una guerra contra Moab, resultando en un daño físico. Sin embargo, de un asalto, con daño monetario, Moab sí tenía mucho miedo del Pueblo de Israel, y por ello hizo desviar al Pueblo del Camino de Di-s mediante la idolatría e inmoralidad. Por otro lado, de Midián sí se debía tomar venganza, por haberse unido a Moab en esta trampa espiritual contra los Judíos, involucrándose en una pelea que no le incumbía. Midián no se encontraba bajo ninguna amenaza. (Sifrí, Rashí)
Contra Midián fue dada la orden de la venganza, por haberse metido en una pelea en la que no tenía nada que ver. Y por eso fue culpable, en tanto que Moab fue perdonado. Si bien Moab y Midián hicieron el mismo acto de hacer pecar al Pueblo de Israel y traer sobre ellos una plaga, de uno se debía tomar venganza y del otro no. La diferencia se esconde en el motivo detrás de la discusión.
Cada vez que nos vemos involucrados en una discusión, debemos preguntarnos sobre qué estamos discutiendo. Si el motivo no es suficientemente importante, se nos considera culpables de la pelea. ¿Cuántas veces nos enredamos en discusiones que no hacen diferencia alguna en nuestras vidas o nuestro futuro? Muchas discusiones que tenemos en nuestras vidas son sólo desacuerdos “teóricos”. Si nos preguntáramos qué paso deberíamos realizar en la práctica como resultado de nuestra opinión en la discusión, muchas veces nos daríamos cuenta que no hay nada para hacer. Es lo que se llama discutir por discutir. Cuando esto ocurre, estamos trasgrediendo una de las prohibiciones más severas de la Torá, entre una persona y su semejante. La de discutir, ולא יהיה כקורח ועדתו… uno no debe actuar como Kóraj y su gente.
Recordemos por un instante el episodio ocurrido con Kóraj, Datán y Aviram. Fue la primera vez en la historia que Moshé, al ser atacado por el Pueblo, reaccionó castigando en lugar de rezar. Con su poder proveniente de la Torá, él ordenó que la tierra de abriera y tragara a sus oponentes. El Ialkut Shimoní señala que Kóraj negó toda la Torá, refutó a todos los puestos nombrados por Di-s y Moshé, refutó acerca del Tzitzit y la Mezuzá, etc. Moshé estaba dispuesto a aceptar cualquier ofensa personal, pero no una oposición a la Torá misma. Esta fue la única discusión entre Kóraj y Moshé. Kóraj, con su destacado puesto de cargar el Arón Hakódesh, y viendo con inspiración Divina que habría de convertirse en Sumo Sacerdote, pensaba acercarse a Di-s derrocando a Moshé Rabenu. Sin embargo, su impulso de algún modo era espiritual. Aun así, una discusión para lograr niveles espirituales está prohibida.
Por otra parte, Datán y Aviram no fueron impulsados por esta meta espiritual. Ellos simplemente querían pelear. Discutir por discutir. Vemos en la Torá que así era su naturaleza, desde su primera mención hasta su muerte. La diferencia entre Kóraj y Datán y Aviram se ve en los descendientes – los hijos de Kóraj que fueron criados por el padre con espiritualidad, se arrepintieron y fueron salvados de la Boca de la Tierra. De ellos también salieron grandes personalidades (el profeta Shemuel). Datán y Aviram que sólo discutieron por discutir, terminaron perdiéndose tanto ellos como sus hijos. Es por ello que en Parashat Ékev, al recordarle al Pueblo el episodio de Kóraj, Moshé menciona únicamente a Datán y Aviram: את אשר עשה ה’ לדתן ואבירם. Kóraj no es mencionado; pues él actuó con una meta espiritual en cierto aspecto. No así Datán y Aviram, ellos no tenían motivo alguna para pelear, ellos discutieron por discutir.
SOMOS LO QUE DECIMOS
Cuando se acercaron a hablar con Moshé Rabenu las tribus que deseaban asentarse en el lado este del río Jordán – Gad, Reubén y la mitad de Menashé, Moshé Rabenu hizo una muestra de enojo un tanto extraña. En lugar de contestarles, les planteó una pregunta retórica: “¿vuestros hermanos saldrán a la guerra y ustedes se asentarán aquí?”.
El vocero de estas tribus respondió que de ninguna manera estaban considerando esquivar sus responsabilidades militares y derivárselas a sus hermanos, sino que estaban dispuestos a unirse a la guerra para conquistar Kenaan junto con las demás tribus. Aun así, señalaron que primero precisaban hacer ciertos arreglos para sus familias y sus posesiones: “Construiremos recintos para nuestro rebaño aquí en este lado del río, así como ciudades para nuestros hijos (y familias)”.
Al acceder al pedido de las tribus, Moshé hizo un cambio significativo en el orden de los arreglos por hacer: “…construyan ciudades para vuestros hijos y recintos para vuestro rebaño”. ¡Este cambio no fue accidental!
Cuando una persona menciona una serie de asuntos en cierto orden, lo que menciona en primer lugar suele ser, por lo general, de mayor importancia o de mayor valor que el resto de los asuntos. Al hacer su pedido, el vocero de las tribus primero mencionó cómo y dónde dispondrían su fuente de mantenimiento – sus rebaños – y sólo luego cómo se encargarían de la seguridad de sus hijos. Moshé los reprendió indirectamente por esto, primero mencionando cómo ubicar a sus hijos y luego la seguridad del rebaño.
¿Y nosotros? La gente puede invertir mucho tiempo, pensamiento y dinero en sus inversiones. Sin embargo por algún motivo, los hijos – la mejor inversión a futuro – generalmente pasa a segundo plano. Los hijos requieren tiempo, interés y pensamiento por parte de los padres. Por supuesto, también necesitan dinero. Pero el dinero proporcionado para satisfacer las necesidades de los hijos nunca puede ser un sustituto a su necesidad fundamental de tiempo y pensamiento por parte de los padres. ¡¿Acaso alguien se arriesgaría a invertir dinero en una causa, sin dedicarle el tiempo y pensamiento necesarios?!
Sólo un padre ingenuo puede convencerse a sí mismo de que el niño no percibe cuáles son sus prioridades. Subconscientemente, el niño percibe también los subtítulos, así como el orden que el padre usa al mencionar los valores de la vida. Y, por supuesto, los cónyuges también pueden olfatear estos detalles en el otro.
Moshé ayudó a las dos tribus y media a organizar su escala de valores, reordenando la “lista”. Si aprendemos de Moshé y nos ocupamos de organizar nuestras prioridades antes de mencionárselas a los demás, seremos mejores padres, esposos y mejores personas.
Decisiones de un leñador
Parecería que el exilio a la ciudad de refugio cumple el propósito de expiar por un pecado cometido sin intención. Sin embargo, podríamos preguntarnos, ¿por qué el asesino involuntario requiere expiación? ¿Cuál es su crimen? Su error fue simplemente no notar la presencia de un transeúnte, y al no corroborar que su hacha esté 100% clavada al astil, lo asesinó accidentalmente. .
La respuesta es que la Torá nos exige asumir responsabilidad plena de nuestra vida diaria. Lo que hacemos y dónde estamos; incluso sin intención; proviene de innumerables decisiones inconscientes que tomamos a lo largo del día. ¿Alguna vez te preguntaste cuántas decisiones tomas, consciente e inconscientemente, en una sola hora? Sólo para ilustrar este punto, me gustaría enumerar algunas de las decisiones que estás tomando en este preciso instante: Si deseas permanecer despierto, si terminar de leer estas líneas ahora o empujarlo para más tarde, si echarle simplemente un vistazo o dejarlo para leer en la mesa o en la cama. De hecho, es tu propia decisión si apreciar este artículo como interesante o no. Tú, y solamente tú, decides si estás de acuerdo con las ideas que aquí se presentan y si deseas recordarlas y aplicarlas.
Cada decisión que tomamos conscientemente puede afectar nuestras decisiones futuras; especialmente las subconscientes. En cierto sentido, nuestras numerosas decisiones en el presente nos “programan” de forma automática a tomar decisiones similares en el futuro. Cuanto menos conscientes somos de nuestras decisiones actuales, mayor es la probabilidad de que el “piloto automático” dentro nuestro nos mantenga en el mismo curso de siempre, sin darnos la oportunidad de considerar si quizás existe una forma mejor, más segura, más eficaz o eficiente de hacer las cosas.
A modo de ejemplo: muchas personas sienten que comúnmente postergan la toma de decisiones, y por lo tanto, se consideran a sí mismas indecisas. Ellas se olvidan de que, en gran medida, permanecer indecisas es su propia decisión. Si aprenderían a analizar más rápido y programarse mejor, serían capaces de tomar decisiones con cautela, lo cual es propio en ellas, y a la misma vez también tomarlas antes de que sea demasiado tarde. .
A la luz de lo que hemos dicho, podemos apreciar mejor que, en realidad, el leñador cuya hoja del hacha no estaba correctamente fijada al astil, está tomando la decisión de no ser cuidadoso. (Casualmente, esta persona tomó la decisión de buscar su sustento como leñador, un trabajo en el cual los accidentes son más factibles que, por ejemplo, en la venta o la escritura.) Empero, dado que él no mató con intención y conciencia, la Torá no lo castiga con pena de muerte, el castigo impartido a la mente consciente y al cuerpo a la vez, sino que se lo restringe a habitar en la ciudad de refugio, un lugar donde es ilegal poseer cualquier utensilio que puede llegar a ser mortal. Esto garantiza que no llegue a cometer otro error similar a lo largo de su estadía. Su libertad de elegir ser cuidadoso le es quitada por este período. .
Citaremos ahora un ejemplo sobre otra área. Consideremos la ‘ofrenda de pecado’ requerida para quien descuida involuntariamente ciertas trasgresiones de la Torá, como profanar el Shabat. Una persona que profana Shabat porque se olvidó que hoy es Shabat o que cierta actividad está prohibida en Shabat, debe traer una ‘ofrenda de pecado’. La Torá no considera a esta persona totalmente inocente, puesto que, en última instancia, el error fue resultado de su propia decisión. La realidad demuestra que nos acordamos de aquello que es importante para nosotros. Al no internalizar las leyes de Shabat, así como dónde y cuándo se aplican, uno inconscientemente está decidiendo que estas tiene poco valor e importancia para él. .