BEHUKOTAY – SPANISH

   Sobre los estudiantes de… Torá

אם בחוקותי תלכו… ונתתי גשמיכם בעתם… Si habréis de seguir Mis estatutos… os proveeré de lluvias en el momento apropiado… Rashí explica que este versículo nos enseña a esforzarnos por el estudio de la Torá (שתהיו עמלים בתורה). De hecho, el Jazón Ish señala (ק”א ח”א ס י”ב) que todas las bendiciones mencionadas en los versículos siguientes se reservan para quien se esmera por el estudio de la Torá. Este concepto, denominado en hebreo “amal baTorá“, es, como veremos a continuación, mucho más que un esfuerzo intelectual.

Una señal de quien realmente cumple el mandamiento de amal haTorá es la inmersión completa en el estudio de la Torá. Es posible verlo en un bet midrash serio, donde los estudiantes en parejas expresan su opinión en alta voz, sin molestarle esto a sus compañeros de banco. Comparémoslo a una biblioteca en el mundo secular, donde es sabido que la gente necesita silencio para poder concentrarse.

Esta es sólo una de las diferencias entre el  enfoque hacia el estudio en una Ieshivá y en cualquier otro lugar. De hecho, varios estudiantes de Ieshivá ni siquiera son conscientes de estas diferencias tan significantes, tomándolas por obvias. Hace algunos años atrás, un profesor israelí no religioso visitó la Ieshivá de Mir en Jerusalén, que alberga casi 6.000 estudiantes, y recalcó las diferencias que notó:

– El estudiante de Torá estudia y explica su punto de vista utilizando las manos.

– Frecuentemente se balancea mientras estudia.

– Mayormente estudia en pareja.

– Para preguntar, se levanta y se acerca al maestro. Por respeto, generalmente permanece de pie mientras que el maestro se queda sentado. A diferencia de una sala de estudio secular, donde el alumno generalmente levanta la mano y el maestro trata su pregunta mientras el alumno permanece sentado.

– En el estudio talmúdico, se espera del estudiante una concentración de varias horas, a veces incluso cuatro horas y media. A diferencia del sistema de estudio secular, donde el lapso de una clase no supera la hora.

– Las salas de estudio en las Ieshivot son sumamente ruidosas, lo cual no parece molestar a nadie. En lugar de estudiar con una lectura visual, lo hacen verbalizando la lectura, lo cual retrasa considerablemente el ritmo de la lectura.

– Comúnmente se utiliza el formato de pregunta y respuesta.

-En el bet midrash no se permite el uso de teléfonos celulares.

Después de considerar estas diferencias, el profesor llegó a la conclusión que el estudio en el bet midrash de una Ieshivá es el mejor en el aspecto educativo. “Educativo” proviene del vocablo latino “educor” – extraer. Eso es exactamente lo que hace el estudio en una Ieshivá. Expliquémoslo:

Al ser cuestionado por el maestro, el alumno extrae la respuesta de su propia mente y por sus propios medios, lo cual es en gran medida superior a recibir toda la información de boca del maestro. La verdadera educación consiste en llegar a las conclusiones por medio de una orientación externa, lo cual provee resultados mucho mejores que los de un estudiante responsable simplemente de absorber información. Al estudiar en parejas, se espera de los estudiantes que verbalicen sus deducciones y las expresen con sus propias palabras al transmitirlas. Al estudiar en parejas, cada estudiante estimula el intelecto de su compañero, maximizando los resultados.

Verbalizar la información y las ideas con entusiasmo (aun si a veces es artificial) ayuda a concentrarse y a memorizar por más tiempo. Las investigaciones han demostrado que los estudiantes absorben mejor la información en aulas ruidosas que en silenciosas. La técnica comúnmente utilizada de comenzar en un tono de voz bajo, alzándolo gradualmente, aporta al entusiasmo del oyente para la información y las ideas que están siendo tratadas.

El balanceo durante el estudio afecta al calor corporal y ayuda a la circulación de la sangre, enviando oxígeno al cerebro, lo cual contribuye a la concentración y la claridad de pensamiento. El ritmo del balanceo también realza la concentración. Por eso es más efectivo estudiar de pie o caminando. (¡No es para sorprenderse, que la teoría de la relatividad fue concebida al caminar!) Los movimientos del cuerpo mantienen la mente despierta y enérgica y aportan entusiasmo al estudio.

Si bien las observaciones de este profesor dicen mucho, hay muchas cosas que no pudo haber notado. Detrás de la escena, la primera decisión que el verdadero estudiante de Ieshivá debe tomar es en qué nivel de su escala de valores desea que el estudio de la Torá se encuentre. Para un estudiante juicioso, una buena fuente para la forma correcta de estudiar Torá se encuentra al final del Pirké Avot (6:5), donde se enumeran las 48 técnicas necesarias para tener éxito en la adquisición de la Torá. Todas las bendiciones que se merece la persona que se esfuerza por el estudio de la Torá, se deben al estudio mediante estos 48 “modos”. Primera en la lista está la persistencia. Lo vemos claramente en la caracterización de una correcta sesión de estudio que propone el  Jafetz Jaim: el estudio de Torá debe ser ininterrumpido, a menos que surja algo que necesita de la atención inmediata y específica del estudiante (Mishná Berurá, Shaar Hatziún 250:9). El ejemplo ideal de un estudio continuo (aparte de Moshé Rabenu) fue el de Rabí Akiva.

Rajel, la esposa, incentivó a Rabí Akiva a maximizar su potencial estudiando Torá lejos de su hogar durante doce años consecutivos. Rabí Akiva creció así y se convirtió en Rosh Ieshivá de 12.000 alumnos. Al completarse los 12 años, Rabí Akiva regresó a su hogar con sus discípulos, expresando sin cesar la gratitud que sentía por su esposa. Todo nuestro estudio es gracias a ella, les dijo. Antes de entrar a su casa, oyó por casualidad cómo su esposa le comentaba a una amiga que si fuera por ella, estaría dispuesta a que su marido se fuera a estudiar por doce años más. Al escuchar esto, Rabí Akiva regresó a su Ieshivá para completar el total de 24 años de estudio de Torá ininterrumpido. (Ketuvot 63b)

Rav Jaim Shmuelevitz sugiere una pregunta obvia: ¿por qué Rabí Akiva no entró a su casa para tomar un té con su esposa antes de regresar a la Ieshivá por doce años más? Su respuesta es legendaria: ¡en este contexto, doce más doce no es igual a veinticuatro!

Aun así, la pregunta prevalece. Si Rabí Akiva ya se había ido de la Ieshivá para regresar a su casa, ¿acaso la continuidad no había sido interrumpida ya?

La respuesta a esta pregunta nos provee una importante regla en el estudio. Siempre que Rabí Akiva estaba haciendo lo que la Torá esperaba de él – como volver a su hogar para cumplir sus obligaciones – seguía el mismo flujo continuo de estudio de Torá, al vivir de acuerdo a sus enseñanzas. Sin embargo, al oír que su esposa decía que prefería que estudie doce años más, entonces entrando a su casa por razones propias, interrumpía el lapso de 24 años seguidos.

Cualquier cosa que interrumpe la continuidad, como ser el uso de teléfonos celulares, es una brecha en el espíritu de una sesión de estudio ideal. Recuerdo una aplicación más sutil de este principio tan importante: en una Ieshivá donde estudié, no había vasos para beber al lado de la fuente de agua. A fin de brindar a mis compañeros una comodidad para beber, organicé un “fondo de vasos”. Sin embargo, cuando el Rosh Ieshivá se enteró, se me acercó con la propuesta de donar la cantidad total de vasos necesaria. Su objetivo era que la Ieshivá siga siendo un lugar donde no se hace nada más que estudiar – ni siquiera prestar vasos.

Especialmente durante esta época del año – el período de Sefirat Haomer – debemos tener presente que el verdadero enfoque sobre el estudio de la Torá se remonta hasta la entrega de la Torá y la construcción del Mishkán. El Baal Haturim escribe que los dos Kerubim enfrentados encima del Arca Sagrada simbolizan (entre otras cosas) dos personas estudiando en pareja, preguntando y respondiéndose mutuamente (Shemot 25:18). Es más, el entorno en que recibimos la Torá en el Monte Sinaí – con truenos, relámpagos y fuego – nos indica cómo debe ser transmitida a través de las generaciones. En la práctica esto significa que toda clase de entusiasmo o “fuego” que puede ser inculcado en el estudio de la Torá es esencial para revivir el momento de su entrega. La unión y la responsabilidad mutua, así como todos los 48 requerimientos enumerados en el Pirké Avot, son indispensables para el estudio de la Torá; pues también ellos fueron cruciales al aceptar la Torá en el Monte Sinaí (כאיש אחד בלב אחד). Así es como recibimos la Torá, y solamente en su forma original puede ser transmitida. Estas cualidades son tan importantes, que todos los 24.000 alumnos de Rabí Akiva murieron por no poseerlas en el nivel que se esperaba de ellos. Es por ello que, a pesar de su nivel de estudio superior, no se les permitió ser los transmisores de la Torá para las generaciones futuras.

Quienes estudian la Torá Shebeal pé (oral) saben que frecuentemente la Guemará utiliza el formato de preguntas y respuestas. De hecho, nunca duda en cuestionar incluso la suposición más básica. Una pregunta fuerte que todo judío se debe cuestionar, es la que se preguntó Rabí Akiva, cuando todavía era un pastor, y notó que un flujo constante de gotas de agua había perforado las rocas. ¿Acaso una roca siempre seguirá siendo roca, o quizás un cambio pequeño y constante, tan sutil como las gotas de agua, puede causar una gran revolución – tanto en una suposición firme como una roca como en la persona que actúa acorde a ella? En palabras simples: ¿puedo lograr en mi vida un nivel más alto que el que llevo; puedo mejorar y realizar todo mi potencial?


La maldición más penosa


Todos tenemos cosas que nos enojan y existen distintos niveles de enojo. Sin embargo, detrás de cualquier sentimiento de enojo se esconde un pensamiento. Cuando por la mente se cruza un pensamiento “que las cosas no funcionan como me gustaría”, incluso por una milésima de segundo, puede desencadenarse el sentimiento llamado “enojo”.

Es interesante, pero he tenido el mérito de conocer personas que no recuerdan “cosas que no les fueron como hubieran querido” y, con todo eso, estaban enojadas. Aun cuando la vida les sonríe – encuentran un motivo para estar amargados. Estas personas quizás no quieren alegrarse, o tal vez creen que en la vida las cosas siempre tienen que estar mal. Y para esto existen varias razones. Quizás piensan que no son dignos o no se merecen estar alegres o tal vez sienten que su vida podría mejorar si no la aceptan como es, etc., etc. El denominador común de todos estos motivos es creer que las cosas nunca llegarán a ser tan perfectas. Esta gente, por ideología, jamás será alegre, de modo que nada les ayudará a sentirse satisfechos de la vida. La conversación con esta clase de gente es más o menos así: uno les pregunta: “¿Qué hay de nuevo?”. “Nada”. “¿Cómo va todo?”. “Bien”. “¿Algún plan?”. “No”. “¿Novedades?”. “Tampoco”. “¿Las cosas podrían andar mejor?”. “Quizás”. “¿Cómo?”. “No sé”. “¿La vida te sonrió en algún momento?”. “No lo recuerdo”.

Esta clase de persona escogió por vivir una vida sin sentido. Nada las motiva a hacer o actuar, pues de todos modos no estará bien. No se justifica una sonrisa, pues la vida podría ser mejor. No se justifica programar, porque de todos modos algo no va a salir bien. Estas personas encuentran constantemente motivos para frustrarse. Para que una persona así se sienta alegre, no alcanza con que las cosas le vayan bien, sino que necesita constantemente un estímulo de eventos maravillosos. E incluso entonces, su alegría no se debe a que la vida les sonríe, sino a que puede ser ignorada por unos instantes. Qué triste.

Interesantemente, los grafólogos sostienen que cuando una persona firma su nombre y luego lo tacha con una línea, significa que está sufriendo de pensamientos de auto-rechazo o auto-destructivos. Ellos opinan que si bien esta no es una conclusión segura, algo quiere decir. Muchos también sostienen que en el momento que la persona deja de pensar de una forma auto-destructiva, deja de tachar su nombre en la firma. Una persona que tacha su nombre con dos líneas o con una línea muy fuerte, manifiesta agresivamente sus pensamientos de auto-rechazo.

Me di cuenta que esto es cierto, e incluso aterrorizante. Una persona así que conocí, estaba segura que la vida jamás le sonreiría; este pensamiento comenzó a desarrollarse en su interior cuando comenzó a tachar su nombre en la firma. Otro individuo tenía un hábito agresivo de auto-criticarse en asuntos religiosos. Un tercero se había formado una idea que necesitaba hacerse la fortuna (una suma de $ con nueve dígitos) para lograr la felicidad. Él consideraba que hasta no alcanzar su meta, estaba simplemente “perdiendo el tiempo” al trabajar con el mismo salario que la gente común. Aunque no lo creas, estas personas son normales, pero no felices.

¿Qué tiene que ver todo esto con la parashá de esta semana? Todo. La Torá enumera todas las bendiciones de las cuales seremos merecedores por cumplir la voluntad de Di-s, en tan sólo once versículos. Frente a los treinta versículos aterrorizantes de maldiciones que habrán de ocurrir si no cumplimos la voluntad de Di-s, los nueve anteriores parecen poco. ¿No es acaso injusto, por así decirlo? Si Di-s recompensa por la integridad y rectitud con mucho más generosidad que lo que castiga por la maldad, ¿por qué aquí aparentemente es al revés?

El Eben Ezra propone esta pregunta y responde que las maldiciones vienen a asustarnos para impedir que pequemos. Podemos sugerir otra respuesta. Cuando Di-s nos promete el “bien”, una buena vida, todo está incluido: hay tantas cosas que las personas necesitan para sentirse bien y estar felices; un buen sustento, armonía en el hogar, hijos, salud, tanto física como emocional, etc. Si a uno le falta siquiera uno de ellos, ya se enfrenta al desafío de conservar la felicidad en su vida. Di-s nos bendice que al obrar el bien, tendremos una buena vida, lo cual se obtiene sólo con la bendición de Di-s en todos los aspectos de la vida – que son numerosos. Por ello que no es necesario mencionar detalladamente todas las bendiciones en los versículos.

No es así con las maldiciones. Cada cosa que no sale bien, torna la vida más frustrante y estresante. Es por ello que las bendiciones son cortas y concisas, mientras que las maldiciones son minuciosamente detalladas y amenazadoras. Aun así, existen personas incapaces de lograr la felicidad aun recibiendo todas las bendiciones de Di-s. A ellas, nada de lo que Di-s les de puede alegrarlas. Ellos creen que no se merecen la felicidad. Probablemente, esta forma de pensar auto-destructiva sea la peor de todas las maldiciones.

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