spanish NITZAVIM 2013

    Un Baal Teshuvá de Jélem


Los Grandes de Musar nos enseñan que Teshuvá no significa mejorar, sino cambiar. Ser distintos. Una persona que se da cuenta de que subió al tren equivocado, no gana nada sentándose en el asiento opuesto para enfilar así en dirección a su meta. Debe descender del tren, necesita encontrar el origen de su error y comenzar un nuevo camino. Cuando nos damos cuenta de que estamos formándonos un hábito perjudicial para nosotros mismos, nunca debemos buscar la solución en la misma planicie donde se encuentra el problema. Sólo desarraigar y volver a comenzar puede hacer la diferencia.

Esta idea la encontramos en la “Iguéret Hateshuvá” de Rabenu Ioná. Existe una sola fórmula para hacer teshuvá: imaginarse a uno mismo como una nueva persona y comenzar de nuevo. Concentrarse en el presente y asegurarse de actuar de la mejor manera para que ningún error pasado se vuelva a repetir. No significa vivir en el pasado y en el arrepentimiento. El pesar, el arrepentimiento, es un sentimiento muy doloroso y muy específico para un lugar y momento indicados. El arrepentimiento es positivo sólo DESPUÉS de que la persona cambió. Si bien la Teshuvá es una combinación de חרטה y קבלה לעתיד, arrepentirse sobre el pasado y asumir un nuevo camino para el futuro, esta no comienza por el arrepentimiento.(Quizás sea esta la razón por la cual Di-s dispuso que Rosh Hashaná esté antes de Iom Kipur: para enseñarnos que antes de trabajar sobre nuestro perdón, frotando los pecados del pasado con pesar y arrepentimiento, debemos iniciar un nuevo camino.) Y aun así, muchos están tan ocupados arrepintiéndose que aunque realmente lo intentan, nunca llegan a hacer teshuvá.

Esto es cierto con respecto a la mayoría de los errores sobre los cuales nos gustaría volver en teshuvá. Solemos encauzar nuestra teshuvá a aquellas cosas sobre las cuales nos sentimos mal. Y entonces estamos tan ocupados apenándonos por ellas que nos distraemos y terminamos sin corregirlas. Rabenu Ioná nos dice que el arrepentimiento se debe guardar para después del cambio. Cuando uno descubre un comportamiento defectuoso en sí mismo, lo primero que debe hacer es tratar de pensar qué nuevos hábitos necesita adoptar. Luego llevarlos a la práctica y recién entonces, cuando el cambio fue realizado, estará listo para someterse al tormento del arrepentimiento. ¿Por qué en este orden? El Rav Hutner escribe que la mitzvá de hacer teshuvá es un precepto “temidí“, constante, para ser realizado en todo momento y lugar. Esto se aprende de las palabras del rey David וחטאתי נגדי תמיד. Aun así, lo escrito se refiere únicamente a la parte de la teshuvá que entraña un cambio para el futuro, no al arrepentimiento. En su esencia más profunda, el arrepentimiento encuentra sus raíces en el enojo, en no aceptar el pasado o a uno mismo y su conducta. Esta es una idea muy cercana al reprender. La palabra reprender mayormente se comprende como reprochar a otros. El Rav Hutner señala que arrepentirse es de hecho reprenderse a uno mismo. Y agrega que así como reprender es una mitzvá, también arrepentirse lo es. El problema reside en que así como reprender es algo que muy pocos son capaces de hacer correctamente, lo mismo es cierto con respecto al arrepentirse por un pecado. Si bien el arrepentimiento es necesario, debe ser enfocado y sentido correcta y cuidadosamente. Es muy difícil reprender a otros como se debe, y no menos difícil es reprenderse a uno mismo. También es difícil reconocer las propias fortalezas mientras uno se arrepiente por actos resultantes precisamente de lo opuesto: de las propias debilidades. Entonces, termina diciendo el Rav Hutner, arrepentirse no puede ser una mitzvá temidit, constante. Lo cual es irónico, pues la mayoría de la gente que desea volver en teshuvá por algo del pasado, parece no lograr quitarse el arrepentimiento de la mente, convirtiéndolo en algo temidí, constante. ¡Esta es justamente la única parte que no debería ser constante!

Los habitantes de Jélem decidieron construir una sinagoga nueva. Para ello, varios hombres robustos fueron enviados a la cima de la montaña para hachar árboles y así obtener las altas vigas necesarias para la sagrada construcción. Los hombres cargaron las leñas sobre sus hombros, de a cuatro a la vez, y caminaron fatigosamente cuesta abajo hasta el pueblo. Al llegar allí, el jefe de la aldea les gritó: “¡necios! Debían haber hecho rodar las leñas por la montaña”. El jefe escaló hasta la cima de la montaña y pateó el último tronco, que rodó sin problemas hasta abajo. Todos estuvieron de acuerdo con la buena idea, de modo que subieron una vez más hasta la cima con los pesados troncos al hombro para poder hacerlos rodar hacia abajo.

Dejemos que los errores del pasado sean la lección para el futuro, pero no perdamos el futuro sintiéndonos mal por aquello que debíamos haber sabido. Pues podemos llegar incluso a perder la creatividad para cambiar nuestra conducta debido a este sentimiento de ineptitud, por culpa de este sentimiento de arrepentimiento por las caídas y necios errores que tuvimos. Necesitamos esa creatividad para encontrar un nuevo camino, para idear un distinto camino a seguir en el futuro. Es difícil planificar una nueva dirección e imaginarte a dónde quieres llegar, cuando miras por el espejo retrovisor.

Siguiendo este mismo hilo, creo que lo siguiente es también correcto en mi trato de “coach” con la gente. Cuando alguien trata de destruir un hábito negativo, frecuentemente se encuentra a sí mismo en medio de una batalla perdida. Sus decisiones lógicas y conscientes son vencidas por el hábito y la subconsciencia. “¡Deja de fumar! ¡Deja de consumir alimentos insanos o engordantes! ¡Deja de pensar pensamientos negativos o inadecuados!”. Ninguna de estas órdenes parece funcionar. Tampoco los “¡deja de tener miedo! ¡deja de marearte! ¡deja de sentirte desanimado! ¡deja de reírte! ¡deja de llorar!”. Cuando uno se ordena a sí mismo lo que no debe hacer, o mejor dicho, envía una orden negativa a su subconsciente, este tiende a desobedecer. ¿Por qué? Puesto que el subconsciente acepta solamente propuestas de qué sí hacer, no de qué dejar de hacer o no hacer. Lo que hace simplemente es eliminar el “no” y seguir adelante con el resto…

Existen dos formas de volver en Teshuvá en el mes de Elul: ¡deja de pecar! ¡Deja de hablar lashón hará! ¡Deja…! O comenzar a hacer otra cosa. El subconsciente sabe cómo lograr que la persona continúe haciendo algo a pesar de haber tomado una decisión lógica de dejar de hacerlo. Entonces, en lugar de ordenarle a tu cuerpo que cese de cierto hábito u obsesión, de cierta forma de pensar o sentir, dile qué sí hacer, pensar o creer. Una persona en dieta que tiene hambre, no debe decirse a sí misma deja de ambicionar aquella crema de chocolate y dulce de leche, aquella pasta de maní o lo que fuere, sino busca una zanahoria en su lugar. El asiduo fumador no debe decirse a sí mismo que el fumar es perjudicial para la salud y que puede llegar a morir joven o cualquier otro pensamiento que implica desistir y no le ha ayudado por el momento a dejar de fumar. En lugar de ello, debe mascar un lápiz o cualquier otra cosa. Una persona con miedo no deja de temer cuando se ordena a sí misma hacerlo. (Llega un momento que comienza a temer de no poder controlar sus temores.) Pero si se pregunta a sí misma preguntas lógicas como “¿cuál es la probabilidad de que esto ocurra? ¿qué gano teniendo miedo?”, las probabilidades de vencer este temor son mayores. ¿Por qué? Porque el subconsciente no obedece órdenes tan fácilmente, pero sí aprenderá de una nueva conducta, un nuevo lenguaje o acción. Obedecerá a una propuesta positiva donde no existe ya una resistencia o hábito.

Si nos quedamos en el arrepentimiento, si nos quedamos en el signo de detención, jamás habremos de cambiar. Si buscamos el cambio, debemos idear nuevas conductas, nuevos pensamientos, nuevas tácticas y nuevas creencias.   


El Shofar: abriendo el paso hacia nuestra verdadera identidad


Me gustaría compartir tres asombrosas enseñanzas de nuestros Sabios acerca del shofar que se toca en Rosh Hashaná y unirlas mediante un concepto fundamental que deseo transmitir.
En primer lugar, ¿por qué se utiliza el cuerno de un carnero y no el de algún otro animal? Los Sabios nos dicen que esto “despliega delante de Di-s el recuerdo de Itzjak atado sobre el altar, listo para ser ofrecido como sacrificio”. Entonces, Di-s promete considerar como si nosotros mismos nos preparamos para ser ofrendados delante de Él (Rosh Hashaná 16b). Siendo así, nos preguntamos ¿acaso Di-s realmente necesita recordatorios simbólicos del sacrificio de Itzjak? Sabemos que los acontecimientos históricos están claros ante Él como las letras de un papel ante los ojos del lector… Di-s no necesita un cuerno simbólico para recordarle a Itzjak atado sobre el altar y al carnero que finalmente lo sustituyó.         .

Otro enigma: Nuestros Sabios explican que el motivo por el cual en Rosh Hashaná se toca el shofar dos veces, una mientras los congregantes están sentados y otra de pie, en medio de las plegarias, es para confundir al Satán. Esta situación lo atemoriza, haciéndole creer que la Redención Final ha llegado, de modo que se acerca el fin de su profesión. Nuestra intención es confundir al Satán para que no atestigüe en nuestra contra durante estos momentos de Juicio tan cruciales. Nuevamente nos preguntamos, ¡¿cómo es posible que el cuerno de un carnero confunda a un ángel, justamente al ángel especialista en confundirnos a nosotros durante todo el año?! ¿Acaso no se ha dado cuenta aún, después de miles de Rosh Hashaná, que no se trata del shofar de la Redención Final, sino del de los Judíos que tocan en la sinagoga en el día del juicio?

Y la tercer pregunta: En el Musaf de Rosh Hashaná, bendecimos a Di-s de la siguiente manera: כי שומע קול שופר אתה ומאזין תרועה ואין דומה לך (porque Tú escuchas el sonido del shofar y oyes el sonido de la Teruá, y no hay otro como Tú)… Lo cual parece implicar que Di-s tiene una capacidad especial de escuchar algo en el sonido del shofar que nadie otro puede hacerlo. ¿A qué se refiere?

La clave para estos tres enigmas es la capacidad singular  que posee el shofar de despertarnos espiritualmente y conectarnos con nuestro deseo esencial de actuar acorde a la voluntad del Rey Supremo y servir a Di-s con todo nuestro ser, al igual que nuestro patriarca Itzjak. Este deseo es mucho más profundo que cualquier deseo, voluntad, o inclinación que podamos tener. Si bien durante el año no somos plenamente conscientes de su existencia (en nosotros mismos o en otros), este permanece bien profundo dentro de nosotros. Es una emoción silenciosa, que sólo puede ser despertada y expresada a través del sonido del shofar; un sonido que emana de la propia alma. No todos pueden oírlo, y nadie puede oírlo como Di-s. En los instantes decisivos en que Di-s nos juzga de acuerdo a lo que somos en aquel momento y lugar, lo que más deseamos es conectarnos a esta emoción y voluntad tan esencial e innata.

Probablemente durante el año nos hayamos comportado con indiferencia frente al secreto del shofar. Es posible que hayamos actuado en contra de este deseo esencial, pero aun así él está allí. Rabí Najman de Breslev solía decir que un Judío se asemeja a una cebolla: cuanto más se pela, más lágrimas fluyen. Como Judíos, podemos tener muchas capas que cubren nuestra verdadera identidad, sin embargo, el shofar logra pelarlas. En Rosh Hashaná y Iom Kipur, cuando nos hubiera gustado haber podido ser mejores, más sinceros, más espirituales; y sentimos una lágrima que cae al Majzor; esa es una expresión de nuestro verdadero ser. Y es justamente eso lo que nos gustaría que Di-s vea al iniciar nuestro Juicio.                       .

A lo largo de todo el año, el Satán trabaja horas extras para asegurarse de que esto no suceda. Su función es confundirnos y desconectarnos de nuestro verdadero ser. Al ver que la esencia del Judío – una voluntad interna que irrumpe en Rosh Hashaná – es pura e inaccesible para él, se asusta  y cree que ha llegado su fin. Él sabe que si llegamos a descubrir esa capa de nuestra verdadera identidad, entonces realmente llegará la Redención Final acompañada por el poderoso estruendo del gran cuerno del carnero.             .

El anuncio          .
En el guardarropa de una sinagoga muy concurrida a la que a veces acudo, noté cierta vez un cartel donde decía: “¡Cuidado con los carteristas!”. Unos días después, apareció otro cartel: “¡Querido ladrón! La bolsa que usted llevó contiene cuchillos y piedras de gran valor para mí, pero absolutamente inutilizables para usted. ¡Por favor devuelva la bolsa a su lugar!”. Me imaginé que el propietario habrá de ser shojet. De todos modos, por algún motivo, no logré borrar de mi mente la imagen de los carteles                  .

Finalmente me di cuenta de que este es el tipo de mensaje que todos debemos estar transmitiendo a nuestro Instinto del Mal durante los días previos a Rosh Hashaná. Él nos robó nuestra preciosa identidad; aquello que realmente somos en el interior. De hecho, el peor crimen del Instinto del Mal es hacernos sentir ‘ajenos’, disminuyendo nuestra autoestima y, consecuentemente, las expectativas que tenemos de nosotros mismos, lo cual nos hace sentir cómodos con nuestro nivel ético actual. ¡En estos días, especialmente, deberíamos forzar al Iétzer Hará a devolvernos nuestra verdadera identidad, más valiosa que cualquier otra cosa!

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