spanish KI TAVO 2013

       “Yo amo Nueva York”(¡o al yanqui!)


Para indicar cuándo un pecador es considerado un verdadero Baal Teshuvá, el Talmud nos da un ejemplo: Si se abstiene de pecar por segunda vez cuando se encuentra con la misma mujer en el mismo lugar y hora que pecó en el pasado (Iomá 86b ).

Estaba haciendo “coaching” con un hombre en su oficina en Nueva York. Él me contó que sus negocios se habían detenido un tanto en los últimos cuatro años. Ya hacía tiempo que no estudiaba Torá ni rezaba con Minián, se sentía un mal padre de sus seis hijos y la armonía en su hogar estaba bastante tambaleante. Le pregunté qué le molestaba más de los tres problemas. Con su respuesta, propuso su propia vía a la raíz de sus problemas: la religión. Ese era el motivo de los tres problemas. Se explicó por sí mismo. Él agregó que recientemente había estado pecando enormemente, se había tornado menos espiritual y estaba seguro de que Di-s lo había capturado. Di-s ya no lo quería. “Me merezco un castigo y Di-s me ha abandonado“.

Guau. Una simple pregunta de un “coach” y este judío ya se estaba confesando cual un niño. Todo esto en sólo cuatro minutos; luego no quiso seguir conversando más sobre este asunto. Le pregunté qué le ocurre cuando se le cruza este pensamiento por la mente, ¿acaso le produce un cambio positivo o sólo se siente peor? Él permaneció en silencio.

Pongamos las cosas en sus verdaderas dimensiones. Pase lo que pase, Di-s ama a Sus hijos. Las primeras palabras que mencionamos al recitar los Trece Atributos de Misericordia son: ה’ ה’ – Di-s no modifica en absoluto Su amor hacia nosotros de antes a después del pecado. El motivo por el cual uno puede llegar a pensar que Di-s no lo ama es por el castigo que se recibe posterior al pecado. Tendemos a pensar que si Di-s escribió en la Torá, como lo hizo en la Parashá de esta semana, todo lo malo que acaecerá a quien no sigue el camino de Su Torá, esto indica que nos “acecha” y está listo para lanzarnos rayos ardientes de dolor y sufrimiento. Pero esto está lejos de ser verdad. En la Torá Di-s no busca aterrorizarnos, sino advertirnos que de este modo funciona el mundo. El fuego quema, el agua se evapora y el pecado trae sus consecuencias. Así es la realidad del mundo, y Él, nuestro Padre, simplemente nos advierte que no crucemos la calle “con los ojos cerrados”. Aun así, Su amor hacia nosotros permanece y seguirá eternamente siendo innegociable.

El hombre allí en la oficina de Nueva York no es el único que se siente así. Muchos poseen sentimientos mezclados acerca de en qué medida Di-s se encuentra a su lado, si siquiera creen que lo está. Durante el mes de Elul nos levantamos para recitar Selijot. Comenzamos diciendo לך ה’ הצדקה ולנו בושת הפנים – De Ti, Di-s, es la rectitud y de nosotros la vergüenza… Di-s nunca toma ni tomará a alguien “de punto”. Él no posee preferencias ni es esa Su forma de conducirse. Él ama a todos Sus hijos, mucho más que lo que cualquiera de nosotros se puede imaginar. Más que lo que un padre ama a su hijo y más que cualquier otra clase de amor que pueda existir. Mucho más. Cuando en la vida las cosas no van bien y uno se pone a calcular su “puntaje” frente a Di-s, descubriendo cuán mal se comportó y suponiendo si este es el castigo que se merece; no enfoca hacia la realidad. Di-s es siempre justo y cariñoso.

En las plegarias diarias rezamos סלח לנו אבינו כי חטאנוperdónanos Padre nuestro, pues hemos pecado.  Posteriormente mencionamos las palabras del rey David: למען שמך ה’ וסלחת לעווני כי רב הואPor la honra de Tu Nombre, oh Di-s, perdona mi pecado porque es muy grande. Los Sefaradim también cantamos en Selijot חטאנו לפניך רחם עלינוhemos pecado delante de Ti, apiádate de nosotros. ¡Cuán extraño! ¿Por qué alguien habría de perdonar porque lo han agredido? ¿Por qué un rey habría de tener misericordia porque su gente pecó? Y, ¿por qué la enormidad del pecado habría de ser un motivo para que fuera perdonado?

Espero que el hombre de Nueva York lea estas líneas, pues pueden llegar a cambiarle la vida: El Nombre de Di-s indica cómo nos referimos a Él y cómo Él se retrata ante el universo. El primero de los Trece Atributos, el Nombre de Di-s, indica que Di-s siempre nos amará, que Su Nombre es firme y que no lograremos hacerlo cambiar. Por la honra de Tu Nombre, oh Di-s, perdona mi pecado porque es muy grande. Cuanto más grande el pecado, más Di-s nos demuestra que no lograremos hacerlo cambiar, pues Él aún puede encontrar en Su cualidad de amor un rincón para perdonarnos y pasar por alto las cosas después de que nos hemos arrepentido. Perdónanos Padre nuestro, pues hemos pecado… Perdónanos, Padre nuestro, porque reconocemos que hemos pecado. Existe que uno no pida perdón cuando agrede a su compañero, por uno de los siguientes motivos: ó porque cree que lo que hizo no es tan terrible, ó porque siente que lo que hizo es tan grave que la persona agredida no podrá perdonárselo. Nuestro enfoque hacia Di-s al pedirle perdón es admitiendo y reconociendo que el pecado es tan severo que ningún otro aceptaría perdonar. Sólo Di-s es capaz de perdonar semejante pecado. Y al hacerlo, Su Nombre se santifica. Es así, entonces, que en Selijot los Sefaradim cantamos que hemos pecado, porque sabemos que Di-s es el más grande Perdonador y contra Él hemos pecado.

La idea que sigue se me vino a la mente mientras escribía este artículo: Un joven adolescente fue descubierto robando; la alarma se encendió cuando salía de una tienda y la policía inmediatamente lo aprisionó. Fue presentado a juicio. Lleno de temor, alzó la mirada para ver al juez, quien no era otro que su padre. El padre miró a su tembloroso hijo y le dijo: “hijo, vacía tus bolsillos y vete a casa”. ¿Existe acaso un padre que ama a su hijo más que este? Otro padre podría tomárselo personalmente: “¿mi hijo, un ladrón? Yo le enseñaré una lección”. No así  אבינו מלכנוnuestro Padre, nuestro Rey.

De eso se trata Tashlij. Nos presentamos con culpa en el Día del Juicio y Di-s nos dice: “no hay problema, sólo vaciad vuestros bolsillos”. Y entonces nosotros decimos allí parados frente al agua: מי א-ל כמוך נושא עוון¿Quién es como Ti, Di-s, Quien carga el peso del pecado…?

Di-s nunca está a nuestro acecho… Él siempre es אלול – אני לדודי ודודי לי Yo soy para mi Amado y mi Amado es para mí.

 

Escala de valores


Para indicar cuándo un pecador es considerado un verdadero Baal Teshuvá, el Talmud nos da un ejemplo: Si se abstiene de pecar por segunda vez cuando se encuentra con la misma mujer en el mismo lugar y hora que pecó en el pasado (Iomá 86b ).                                                                                                         Esta es una prueba bastante sorprendente.  ¿Realmente un Baal Teshuvá necesita volver al mismo lugar y a la misma tentación para poder probar su sinceridad? Más desconcertante aún es la mención del Talmud de volver al momento del pecado. ¿Cómo es posible lograrlo?

El Klí Iakar nos ayuda a entender las palabras de los Sabios, desviándonos a dos versículos claves de la parashá de esta semana: “Pues esta mitzvá no está en los cielos… ni del otro lado del mar, como para decir: ‘¿Quién nos cruzará el mar y nos la acercará para que podamos cumplirla?’ Por el contrario, está muy cerca de ti, en tu boca y tu corazón para poder llevarla a cabo” (Devarim 30:12-13). En otras palabras, uno no debe abstenerse de hacer teshuvá, por miedo a no poder superar las pruebas que tendrá por delante. Ni tampoco necesita viajar al extremo más remoto del mundo, a la situación del pecado anterior, para demostrar que no volverá a pecar. Por el contrario, el lugar del pecado es el corazón. Un intenso arrepentimiento puede devolver a la persona al lugar y al momento del pecado, para poder desarraigarlo. La pena y el remordimiento positivo pueden cambiar al corazón. Pueden transformar los fracasos del pasado en lecciones para el presente y el futuro. Un cambio de percepción por parte del Baal Teshuvá puede finalmente resultar en un cambio de comportamiento y personalidad. Y esa es la forma en que somos juzgados en Rosh Hashaná; Di-s mira la situación actual y su posible resultado en un cambio positivo para el futuro. Lo que sucedió en el pasado no determina el veredicto final, sino que el punto decisivo al encontrarnos ante el Juez Supremo en Rosh Hashaná, es nuestra personalidad y nuestra “re-programación” del corazón.

Encontramos un precedente a este enfoque en la respuesta de Di-s a las plegarias de Ishmael, cuando él y su madre Hagar parecían haberse quedado sin agua en el desierto. Cuando Ishmael se sintió a punto de morir de sed, elevó sus ojos a Di-s y clamó por misericordia. Di-s estaba por crear un manantial de agua, pero los ángeles trataron de intervenir, diciendo: ¿Cómo puedes darle agua al joven cuyos futuros descendientes matarán a Tus hijos de sed? Di-s les respondió: En este momento, ¿qué es Ishmael, un tzadik o un rashá? ¡Ahora es Tzadik! Él ha de ser juzgado según lo que es ahora –                    באשר הוא שם”    –

¿Por qué así? Pues la esencia de la persona es lo que está en su mente y corazón en el momento actual.    .

Esta idea nos puede ayudar a entender una curiosa solicitud que le hacemos a Di-s numerosas veces durante los Días Solemnes:כתבנו בספר צדיקים וחסידים  – inscríbenos en el Libro de los Justos y Piadosos. La pregunta es obvia: si somos justos, no necesitamos pedir. Si no lo somos, entonces ¿por qué imploramos a Di-s que nos inscriba en un Libro donde no pertenecemos? ¿Cómo se explica este pedido?

Rabí Moshé Jaim Luzatto explica cómo funciona el proceso de la teshuváCuando el pensamiento de placer y deseo se arranca del pecado, el pecado mismo se borra y se anula (Mesilat Iesharim, capítulo 4). El pecado es generado por un pensamiento perverso. Cuando afrontamos las motivaciones internas y negativas, mental y emocionalmente, Di-s está dispuesto a vernos como personas diferentes. A pesar de haber pecado durante todo el año, los pensamientos sinceros de arrepentimiento nos permiten presentarnos delante de Di-s en Rosh Hashaná y decir: “Ahora reconozco que todo el placer obtenido de los pecados no es sino una pena. No quiero reincidir en esos actos. No soy el “yo” pecador de ayer ni el “yo” de mañana, donde quizás fracase en otra prueba. Ahora mismo soy una mejor persona; el “yo” que realmente quiero ser“.        .

Hay un midrash que nos puede ayudar a convertirnos en esa persona que realmente queremos ser (Midrash Aséret HaDibrot en לא תגזול). Cierta vez acudieron al rey Salomón tres comerciantes que sospechaban uno del otro de haberse apropiado de las ganancias de su exitoso viaje de negocios. El rey Salomón respondió que estaría listo para juzgar el caso recién al día siguiente. Cuando los tres comerciantes regresaron al día siguiente, el rey les comentó acerca de una consulta enviada por el emperador romano sobre un niño y una niña que se habían comprometido a casar al alcanzar la edad indicada. Entre ellos estipularon que en caso que uno decidiera casarse con otra persona, primero debería pedirle permiso al otro. El tiempo pasó, y la joven encontró a un hombre propicio con quien quería casarse. Fiel a su palabra, llevó a su novio a la casa del hombre con quien se habían comprometido a casar, para obtener su permiso. El hombre aceptó amablemente la decisión de la mujer y se negó a recibir el hermoso presente de oro y piedras preciosas que el novio había traído para apaciguarlo. Con gran sinceridad le deseó a la joven pareja una vida feliz. Desgraciadamente, en el camino de regreso la pareja fue capturada por una banda de ladrones despiadados. El botín fue repartido entre ellos y la joven muchacha fue llevada al líder de la banda. Ella le suplicó que escuchara su historia. Por algún motivo, el jefe de los ladrones decidió apiadarse y devolvió a la novia a su novio, junto con todo el oro y las piedras preciosas.

El rey Salomón se dirigió a los tres mercaderes, pidiéndoles que le ayudaran a resolver la pregunta enviada por el emperador: ¿Cuál de los tres actuó más noblemente: la mujer que cumplió la promesa de su juventud, el hombre que dio permiso para que se casara con otro e incluso se negó a recibir el ostentoso presente, o el jefe de los ladrones que podría haberse quedado con el dinero y la novia, de no haberlo dominado la sensación de piedad?

Cada uno expresó una opinión diferente, pero el rey Salomón ordenó atar y azotar al que elogió al jefe de los ladrones, aclarando que si este elogió al ladrón que no tenía ningún derecho legal sobre la novia o sus posesiones, ¡entonces seguramente él mismo habría de ser un ladrón! Por supuesto, el hombre luego confesó.       .

El rey Salomón así lo transmitió en el libro de los Proverbios: “…la persona es aquello que alaba” (Mishlé 27:21). Si alabamos las buenas acciones, entonces eso es lo que somos. Si pedimos ser inscritos en el Libro de los Justos, significa que realmente queremos ser justos. Y si somos sinceros, Di-s también nos considerará como tal. כן יהי רצון

 

 

                                                           Shabbat Shalom, Yosef Farhi

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