SPANISH TAZRIAH METZORAH
El hombre mudo
Hace tan sólo tres años acudí un sábado por la noche al funeral de un hombre anciano de Jerusalén que yo creía haber conocido. Doce años antes de fallecer, el difunto había atravesado una extracción de sus órganos vocales como medida de prevención médica. Era casi imposible comprenderlo cuando hablaba y él siempre trataba de susurrar bendiciones a los conocidos que lo rodeaban. La gente solía seguir de largo o tratar de terminar la conversación con él, pues era muy difícil comprender lo que decía; en tanto que él seguía dando sus bendiciones. Tenía un agujero en la garganta, en el lugar donde se le extrajo la caja vocal, lo cual dificultaba aun más mirarlo mientras trataba de susurrar las bendiciones lo más fuerte posible. Antes de fallecer, él pidió ser enterrado antes de la medianoche, lo cual nos dio tiempo sólo para un rápido elogio. La única historia relatada dejó a todos estupefactos y llorando por haber subestimado la grandeza del difunto.
Dos años después de haberle sido extraída la caja vocal, los doctores informaron a los familiares del hombre que le sería posible recuperar la voz sometiéndose a un tratamiento quirúrgico de bajo costo, el cual le exigiría una hospitalización de un sólo día, sin riesgo alguno. Los familiares supusieron que el hombre habría de aceptar gustosamente la oferta. Sin embrago, este la rechazó, explicando que mientras se había visto obligado a hablar con moderación y gran esfuerzo, y aun así nadie lo comprendía, no había hablado lashón hará (chismerío) durante dos años. Obligado a permanecer en silencio mientras los demás hablaban, también se dio cuenta de cuanto la gente suele hablar chismes. Él prefería no poder hablar para no exponerse nuevamente a la prueba que muchas personas no logran superar. Vivió diez años más optando por no hablar, sólo por temor a hablar mal de los demás, difamaciones y demás conversaciones prohibidas. Su satisfacción provenía de obrar correctamente. Irónicamente, las personas que asistieron al funeral quedaron mudas. Sentían que si tan sólo hubieran sabido sobre su grandeza, hubieran querido recibir al menos una bendición más de este gran hombre. Pero ya era tarde. Realmente existen personas de este calibre, sólo debemos abrir los ojos para encontrarlos y aprender de ellos antes de que ya no estén más.
Doblegando al humilde
Entrenando a un joven a optimizar la capacidad de la memoria, él me preguntó cierta vez si podía ayudarle a recordar que no debía enojarse en situaciones que le provocaban tal reacción. Yo le respondí que al enojarse, él no se olvidaba de que estaba actuando en contra de sus valores; él sí tenía presente y recordaba, consciente o subconscientemente, que estaba actuando incorrectamente. El enojo es una emoción que surge como reacción cuando la persona siente que su ego está siendo violado o damnificado; es un desenfreno con una manifestación negativa. Esta emoción causa a la persona exteriorizar una conducta incontrolable, ignorando sus verdaderos principios y su oposición al enojo. El enojo, al igual que cualquier otra emoción, es provocado por un pensamiento, puede incluso ser uno proveniente de la subconsciencia. A pesar de su irracionalidad, este pensamiento “automático” (es decir, no necesariamente intencional) frecuentemente sale a flote cuando el ego de la persona se ve desafiado. La aparición de los pensamientos automáticos es una especie de reflejo generado por alguna creencia fundamental y subyacente. Si cuestionaríamos esta creencia fundamental, los pensamientos serían más racionales. A esto apunta en la Igueret HaRambán con la estrategia de hablar con calma a toda persona para evitar el enojo. Ninguna estrategia es efectiva para detener el enojo una vez que la persona ya entró en este estado emocional y se encuentra definitivamente fuera de control. El único método efectivo para tratar el enojo y corregirlo es evitando su aparición mediante la modificación de nuestra creencia básica acerca de lo que esperamos de nuestro entorno. Al acostumbrarnos a hablar con un tono de voz bajo, estamos estabilizando nuestro ego y también manifestando nuestro reconocimiento de que no somos más grandes ni importantes que quienes nos rodean. Entonces, el ego generalmente se equilibra de modo que no está tan vulnerable a la sensación de ser menospreciado. Cuando no están presentes los pensamientos de superioridad, es posible mantenerse dentro de los límites anti-rábicos. La memoria no es el problema ni la solución.
Este método es válido también para tratar las calumnias y el chismerío. Todos recordamos que estas formas de hablar están prohibidas. Aun así, en ciertas situaciones, cuando se despierta dentro de nosotros un pensamiento automático y negativo en contra de otra persona, solemos caer en esta clase de habladurías. Este pensamiento provoca una emoción que nos supera, impidiéndonos la retención del pensamiento. La forma de controlar nuestras emociones es mediante el control de nuestras creencias fundamentales – aquellas que generan los pensamientos automáticos. Para controlar las creencias fundamentales es necesario reconocerlas y desafiarlas. Para ello, la Torá nos dice exactamente cuáles son las creencias fundamentales que nos causan hablar calumnias y chismerío.
Nuestra Parashá trata acerca del calumniador que se tornó metzorá, leproso. Después de arrepentirse, debe someterse a un proceso de purificación en el cual trae al cohén dos aves casher, una madera de cedro, una cinta de lana carmesí y un atado de hierbas de ezob (hisopo). Un ave era sacrificada sobre un vaso de agua y el otro quedaba en vida; junto a la madera de cedro y la lana carmesí, era sumergida dentro del vaso de sangre y agua y salpicada al metzorá.
Nuestros Sabios nos explican el significado oculto detrás de los componentes de este ritual. Los pájaros vienen a recordarle al calumniador que obró cual un pájaro que “pía” sin cesar. La madera viene a recordarle que el cedro, por ser el más alto de los árboles, representa la arrogancia de la persona que habla calumnias o chismerío. Esta es la causa principal de todos los chismes. La presencia del ezob, el hisopo, se debe a que se trata del más bajo de todos los arbustos. Rashí comenta que la lección a enseñarle al metzorá es que a fin de curarse de su conducta indeseable, debe primero descender de su arrogancia y orgullo propio, al igual que el humilde ezob y el gusano (del cual se extrae el carmesí).
El Avné Nézer pregunta: Si en esta etapa de la purificación el metzorá ya se había arrepentido y su autoestima ya era más modesta, ¿por qué la Torá le dice que debería haber sido más humilde? ¿Acaso no había corregido ya su arrogancia?
A lo cual responde que el sentimiento de humildad que siente el metzorá quizás no sea de alto grado, puede llegar a ser sólo pasajero y externo. Si resulta del dolor o sufrimiento que le acontecen en la vida, la humildad puede desaparecer en el momento que el sufrimiento y el dolor se van. La Misericordia de Di-s es tan grande que este nivel de humildad es aceptado como arrepentimiento. Sin embargo, la humildad duradera no se logra hasta que la persona llega al reconocimiento de la Grandeza de Di-s y la pequeñez del ser humano. Este sentimiento de humildad es mucho mayor, ya que no depende de las circunstancias. Este permanece aun cuando se calma el dolor. Esta humildad más profunda le ayudará al leproso a no hablar cosas prohibidas en el futuro, aun después de pasar esta etapa degradante de impureza y aislamiento. Así lo asegura el Avné Nézer.
La diferencia entre estas dos clases de humildad reside en que una es pasajera y la otra es duradera. La humildad lograda mediante dolor y sufrimiento no tiene relación alguna con la forma en que uno observa a su entorno y a los demás seres humanos. Por el contrario, cuando uno se considera a sí mismo diminuto delante de Di-s, se da cuenta de que todas las personas también lo son. Somos todos seres humanos y, los seres humanos cometen errores. Al lograr esta máxima y fundamental creencia, el calumniador se da cuenta de que si bien se siente perfecto en comparación a su compañero, en comparación a Di-s está lleno de defectos, no menos que su compañero. Al trabajar sobre esta clase de humildad, es más fácil superar el “hábito” de hablar de una forma que uno mismo desaprueba.
La mentira verdadera
Nuestra parashá trata acerca del leproso, el metzorá. Si bien nuestros Sabios nos enseñan que la lepra aparecía por hablar lashón hará, chismerío, este motivo no es mencionado específicamente en las dos parashiot que hablan sobre el leproso y su purificación. Nuestros Sabios nos explican que el nombre metzorá es una versión sintetizada del concepto מוציא שם רע , quien difama y propaga rumores sobre los demás. Mayormente, el concepto lashón hará se refiere a hablar cosas verídicas y negativas sobre los demás. Por el contrario, motzí shem ra es propagar rumores negativos y falsos sobre otros.
Cuando decimos cosas negativas sobre los demás, generalmente no las inventamos. Entonces, ¿por qué se utiliza aquí el título principal de motzí shem ra, que se refiere a los rumores falsos?
La respuesta se encuentra en parashat Shelaj, cuando regresaron los espías y hablaron negativamente sobre la Tierra de Israel. Allí Rashí comenta que “una mentira que no es precedida por algo verídico no suele ser creída”. Por ello, los espías primero mencionaron la verdad: el poder de la Tierra y sus habitantes, así como sus maravillosos frutos; y recién después de haber elogiado la Tierra, mintieron diciendo: “No podremos conquistarla”. Aquí, Rashí cita el Midrash casi literalmente, excepto que el Midrash dice que “un lashón hará que no es precedido por algo verídico no suele ser creído”. ¿Cómo se entiende este cambio de terminología en Rashí?
La respuesta posiblemente reside en que, en última instancia, el lashón hará siempre es falso, aún si la información es precisa. Por ejemplo, si ves a una persona robando y se lo cuentas a un amigo, probablemente éste se forme la idea de que aquella persona es un “ladrón”. ¡Generalmente, esto no es correcto! El supuesto “ladrón” tal vez haya sido dominado por un impulso del momento y ahora se lamenta amargamente por haberlo hecho. En otras palabras, la información “verídica” que propagamos creó una falsa impresión. Probablemente Rashí aluda a esto al sustituir el concepto lashón hará por el vocablo mentira.
Existen varios motivos por los cuales un relato negativo puede ser considerado falso o incluido dentro del concepto motzí shem ra, a pesar de no ser inventado. Lo comprenderemos utilizando el mismo método que nuestros Sabios quienes en sus enseñanzas utilizan comparaciones con los diferentes medios de comunicación. Di-s nos presenta estos ejemplos para que podamos entender mejor los mensajes que nos transmiten las mishnaiot. Los Sabios nos dicen que cuando la persona habla chismes, un ángel registra cada palabra pronunciada. Quizás sea con este propósito que Di-s permitió a la humanidad inventar los dispositivos de grabación.
Si bien no hay demasiadas cosas buenas para aprender de los abogados, ésta es una excepción: Si te ofrecieran $10000 por encontrar una forma de justificar a un ladrón, probablemente encuentres algún argumento válido y razonable. Seguramente no sea cien por cien verídico, pero con él probablemente logres analizar al “ladrón” desde otro punto de vista. Esto es exactamente lo que hace quien habla negativamente de los demás, pero al revés. Él procura de alguna forma estudiar a la persona de quien se habla desde un punto de vista negativo, convirtiendo a quien pecó en un pecador, no simplemente en quien pecó una vez, implicando que en él los pecados son algo habitual. El peor castigo para una persona que se equivocó y obró mal, es ser catalogado como un malhechor habitual.
Shabbat Shalom, Yosef Farhi
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