SPANISH – MISHPATIM 2013

Avalancha de odio

 

¿Cuántas personas con quienes no te llevas bien puedes contar? (Prueba y cuéntalas) Con sólo imaginártelas en la mente ya te pones tenso. Pensamientos de desconfianza y deslealtad inundan tu meditación acerca de estas personas. Algunas relaciones con las cuales no estamos muy conformes, nos provocan tensión, nos hacen desperdiciar oportunidades y pueden llegar a ocupar gran parte de nuestros sentimientos y pensamientos. Esto sucede entre buenos amigos, entre hermanos y hasta entre padres e hijos o incluso entre cónyuges. En este artículo, me gustaría frenar la “cadena de pensamientos”, para impedirle así que maneje nuestras vidas.

En la Parashá de esta semana encontramos una importante lección acerca del odio: כי תראה חמור שנאך רובץ תחת משאו וחדלת מעזוב לו, עזב תעזוב עימו – Si vieres un asno de quien tú odias postrado debajo de su carga, ¿acaso te abstendrás de ayudarlo? Ayúdalo a descargar. Si la Torá prohíbe odiar gratuitamente (לא תשנא את אחיך בלבבך – Vaikrá 19), ¿a qué enemigo se refiere el pasuk de nuestra Parashá? El Talmud en Pesajim (113b) explica que este versículo trata acerca de una persona que tú, y solamente tú, sabes que ha cometido un pecado inmoral y aún no se ha arrepentido. Una persona así es titulada “tu enemigo” y, de acuerdo a la Torá, es la única persona a quien tienes permitido odiar. El Talmud en Bavá Metziá (32b) escribe que este versículo nos viene a enseñar que la mitzvá de ayudar específicamente a esta persona que odias, es mucho mayor que la de ayudar a cualquier otro. Y si dos personas necesitan ayuda, de las cuales sabes que una ha pecado y no te llevas bien con ella, la mitzvá es ayudar justamente a quien pecó. El Tosafot en Pesajim pregunta: ¿por qué es una mitzvá ayudar a una persona a quien estamos obligados a odiar?

La respuesta es que si tú lo tratarás con desaire, él comenzará a odiarte, lo cual no le está permitido pues no has pecado. Es decir, que lo estarás induciendo a pecar, pues así es la naturaleza humana. Como lo explica el Rey Salomón: כמים פנים אל פנים כן לב האדם לאדם – al igual que el agua (que refleja la imagen de la persona que mira adentro) son los rostros del uno con el otro, y así también es el corazón de la persona (que refleja los sentimientos). (Mishlé 27) Entonces, este hombre dejará de sonreírte y ser amistoso contigo, y como consecuencia tú realmente comenzarás a odiarlo y ya no solamente por el pecado que cometió, sino que empiezas a encontrar otros justificativos más para tu odio. Por eso, a fin de evitar este ciclo decadente de odio, siempre que sea posible la persona debe tratar de mostrar amor y cariño para que el odio no exceda los límites permitidos. Hasta aquí la explicación del pasuk.

Un judío observante no tiene la opción de querer o no mejorar sus relaciones. La Torá no nos da la posibilidad de odiar a alguien, excepto en el caso que haya pecado. Y aun entonces el permiso se limita únicamente a la acción del pecado cometido, sin extenderse a la persona misma. Si no prosperamos en aquellas relaciones con potencial de prosperar, debemos preguntarnos si el motivo subyacente no es quizás un odio de la clase no-permitida a la otra persona.

El Rey David, quien poseía razones válidas para odiar, dijo: יתמו חטאים מן הארץ – sean exterminados los pecados de la tierra, y no יתמו חוטאים מן הארץ – sean exterminados los pecadores de la tierra. No son los pecadores quienes deben ser odiados o maldecidos, sino sus pecados. (Berajot 10a, Tehilim 104) Y la enorme diferencia que existe entre estos dos, es lo que la Torá busca destacar. La Torá requiere que nos molestemos y hagamos un esfuerzo, a fin de mostrar que no guardamos rencor contra la persona misma, sino contra sus acciones.

En lo que respecta al odio, cualquier pequeñez se engrandece. Y esto se debe a que el odio es un sentimiento autopropulsado: con sólo tener un motivo para enojarse con alguien, sea justificado o no, ya nos está permitido poner mala cara. Entonces, el receptor de la cara amarga se la devuelve a su emisor al igual que el reflejo del agua, y así se desata una contienda. Si bien el motivo original que enciende la fricción puede ser diminuto, al pasar de un sentimiento al otro y de un rencor a otro, sin que uno se de cuenta termina generando una “avalancha de odio”, a una velocidad tal que nada puede frenarla y salvar las relaciones. Debemos preguntarnos a nosotros mismos qué porcentaje de nuestro odio proviene de la “avalancha de odio” y qué porcentaje es resultado de un “pecado” u otro motivo que originó el odio. (Muchas veces, el motivo original tampoco es verdaderamente una base para el odio.) Debemos preguntarnos también si existe algún motivo libre de stress, (real y justificado) para continuar odiando al objeto de nuestro odio.

Algunos dicen: “sólo quiero terminar con este vínculo”. A veces es posible, pero muchas veces, y quizás mayormente, en lugar de terminar con el vínculo estamos creando en su lugar una relación de odio. Pues cuando decidimos no hablarle más a un hermano o padre, no estamos acabando una relación, sino solamente dándole la espalda.

La raíz de todo odio en una relación es el “juego de culpas”. En toda pelea, especialmente dentro del matrimonio, solemos culpar al otro o a nosotros mismos, insistiendo que algún culpable debe haber. Alguien debe tener la razón y alguien debe ser culpable o estar equivocado. A quien sea que culpemos, tanto al otro como a nosotros mismos, la relación no acabará bien. La única forma de detener la avalancha y comenzar a tomar las riendas, es dejar de echar culpas y comenzar a cambiar las acciones que causan la contienda. El Rey David nos enseña: יתמו חטאים ולא חוטאים – sean exterminados los pecados y no los pecadores Tomemos su consejo y nuestras relaciones serán mucho más llevaderas.


 


Audición tridimensional

 

Una mañana, me senté al lado de mi compañero de estudio que estaba actuando de una forma muy extraña: con un ojo cerrado y el otro abierto, observaba sus manos que alejaba y acercaba lentamente una de la otra. Cuando le pregunté qué estaba haciendo, me explicó que alguien le había enseñado este truco tridimensional: “cuando observas con un solo ojo, no logras percibir la profundidad, pero con ambos ojos abiertos es posible notar la tercera dimensión de los objetos que se encuentran en tu campo visual. Un ojo solo no te da la profundidad de las cosas. Con un ojo cerrado estoy tratando de comprobar si noto cuál de las dos manos está más lejos”, me dijo. Lo intenté yo también, y realmente funcionó. ¡Ahora éramos dos bichos raros en la sala de estudio, moviendo las manos con un ojo cerrado!

Así de interesante como suena, esta semana encontré un Midrash en la Parashá que también arroja una nueva dimensión de profundidad hacia nuestras vidas diarias. La Torá prohíbe hacer sufrir a las viudas y huérfanos. Si los hicieres sufrir, cuando hubieren clamado a Mí, habré oído su clamor. שמוע אשמע צעקתו (Shemot 22:22). El Yalkut (Tehilim 783) nos enseña que un ser mortal no es capaz de oír simultáneamente al llanto de dos personas distintas. No así el Todopoderoso, que aun si todos los creados del mundo claman a Él a la misma vez, puede oír sus llantos.

Por supuesto, esto no significa que un ser humano no puede oír dos sonidos a la vez. Sino que, si bien oye el sonido, no es capaz de interpretar y comprender el significado de cada sonido. Para comprender el verdadero significado detrás de una voz y el mensaje subyacente que busca transmitir, es necesario escuchar con el corazón. Tenemos un solo corazón, y si este se reparte entre dos distintos asuntos a la misma vez, ninguno de los dos recibe nuestra atención completa. Un ser humano no es capaz de atender a dos diferentes llantos y oír ambos con todo su ser y todo el corazón a la misma vez. Por el contrario, Di-s puede oír todos los llantos del universo y contemplar el profundo significado de cada uno de ellos en el mismo momento.

Tenemos dos ojos en lugar de uno, para poder ver y comprender la profundidad. Supongo que Di-s nos dio también dos oídos con un propósito similar. Oímos muchas cosas, pero escuchar con profundidad, lo que podríamos llamar una “audición tridimensional”, es completamente otra cosa. Percibir el mensaje y la perspectiva detrás de las palabras, no es lo mismo que simplemente oír un sonido y comprenderlo en su nivel superficial. Tenemos dos oídos y podemos oír muchísimos sonidos a la vez, pero sólo podemos escuchar y atender a uno por vez. Sólo un sonido puede ser comprendido profundamente. Es posible escuchar sólo a una persona a la vez. Tenemos un solo corazón, y cuando escuchamos a otro sin el corazón completamente concentrado en él, no lo estamos escuchando correctamente ni comprendemos realmente lo que quiere decir. Es simplemente un “ruido”, y sin duda sentirá que no tuvo el contacto entre corazones que pretendía y necesitaba.

A los dos años aprendemos a hablar y a los cinco o seis a leer y escribir, pero nunca nos enseñaron a escuchar. Oímos sonidos; la audición es un acto básicamente involuntario. Cuando un sonido es emitido, lo oímos aun en contra de nuestra voluntad. Pero escuchar es algo distinto, escuchar involucra nuestra atención que debe ser voluntariamente dirigida hacia el sonido. La audición puede ser muy cansadora si se lleva a cabo correctamente. Cuando nos cuidamos de no interrumpir o contestar una pregunta antes de que la otra persona termine de hablar, para mostrarle respeto, le estamos demostrando sin palabras que consideramos importante escuchar el mensaje que busca transmitir. La mayoría de las personas están demasiado ocupadas como para escuchar: un padre a su familia, una persona con sus compañeros. Tratamos de concentrarnos en demasiadas cosas a la vez y esto muchas veces nos impide afinar los oídos para lo que a veces puede ser el tema más importante de nuestras vidas. La única forma de dedicar la atención necesaria a los asuntos realmente importantes es destinándole un momento a cada asunto y pregunta y concentrando nuestra atención en una sola cosa a la vez.

Encontramos este punto con respecto al esclavo mencionado al comienzo de la Parashá, a quien se le perfora la oreja por haber optado por permanecer esclavizado aun después del año de Shemitá. Rashí explica que se le perfora justamente el oído pues fue este que escuchó en el Monte Sinaí la prohibición de robar y no atendió al Mandamiento. Y a fin de reembolsar el objeto robado debió venderse como esclavo. Di-s también dijo en el Monte Sinaí: “… Israel son Mis siervos”, y en lugar de reconocer a Di-s como su patrón, esta persona optó por buscar un patrón humano. No utilizó correctamente sus oídos para escuchar y comprender el mensaje Divino.

Este esclavo judío que optó por permanecer esclavizado, prefirió tener dos patrones. Y el motivo por el cual se le perfora el oído y no la mano que robó, es porque esta persona jamás será un buen esclavo. Nunca podrá escuchar a su patrón, porque posee otro Patrón. Y tampoco podrá obedecer las órdenes de su Patrón en el Cielo, pues tiene otro patrón que también le da órdenes. Se le perfora la oreja, pues para ser un buen sirviente necesita ser un buen oyente y comprender el significado de las órdenes de su patrón. Este sirviente nunca podrá escuchar correctamente, él sólo oye.

Se cita en nombre de Rabí Moshé Shapira shlit”a, que toda persona se encuentra siempre en un estado de “En od milevadó” (no hay nada en el mundo excepto Di-s) o “En od milevadí” (no hay nada aparte de mí). Siempre estamos sirviendo, o a Di-s o a nosotros mismos. Somos capaces de servir sólo a un patrón a la vez.

 

Shabbat Shalom, Yosef Farhi

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